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Los pescadores de plástico del Nilo

Egipto es responsable de más de un 40% de los residuos plásticos vertidos en el Mediterráneo y el emblemático río africano cada vez está más contaminado. Recoger residuos que luego se venden y reutilizan es una forma de compensar la falta de ingresos ante la escasez de peces

Arafa Saber sale a pescar en el río Nilo junto a su hermano Mohamed, este 30 de noviembre. Buscan peces, pero también plásticos.
Arafa Saber sale a pescar en el río Nilo junto a su hermano Mohamed, este 30 de noviembre. Buscan peces, pero también plásticos.Javier Jennings Mozo
Marc Español

El Cairo amanece con los primeros rayos de sol filtrándose a través de la calima mañanera del río Nilo. En este vasto cuerpo de agua, en la que varias islas de distintos tamaños emergen —algunas urbanizadas, otras no tanto—, varios pescadores inician su jornada.

Arafa Saber rema en silencio, junto a su hermano Mohamed, por unas aguas tranquilas que absorben el ruido de la caótica ciudad de más de 20 millones de habitantes que va despertando. Con cuidado, va lanzando su red y recogiendo su captura. “Mi padre era pescador y, cuando falleció, tuve que cuidar de mi madre, así que empecé a trabajar de lo mismo”, comenta. Pero, a diferencia de su padre, este hombre de 37 años, que lleva más de 25 dedicándose a la pesca, no sólo busca sacar del agua peces, sino también, y cada vez más, plástico.

Saber vive en la isla de Qursaya, una pequeña extensión de tierra de dos kilómetros donde habitan unas 5.000 personas y que, como la vecina isla de Dahab o la de Warraq, algo más al norte, flota en las aguas del Nilo como si el tiempo en ellas transcurriera de forma más lenta, ajenas a una megalópolis que no descansa. Muchos de sus vecinos son originarios de zonas rurales del sur de Egipto y se han dedicado a la pesca o al cuidado de ganado durante generaciones. En los últimos años, sin embargo, la presencia de peces en el río ha ido menguando debido a su polución, por lo que la recolección de plástico se ha convertido en una estampa cada vez más frecuente entre los pescadores de estos singulares lugares. “Ahora me centro más en recoger plástico que peces debido a los ingresos, pero también por limpieza”, espeta Saber.

Un estudio de 2019 del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) concluyó que Egipto es responsable de más de un 40% de los residuos plásticos vertidos en el Mediterráneo, parte de los cuales proceden directamente del Nilo. En total, la investigación señaló que el país vierte al año alrededor de 1,3 millones de toneladas de plásticos sin tratar.

Egipto es responsable de más de un 40% de los residuos plásticos vertidos en el Mediterráneo, según un estudio de 2019 del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)

Los peces que viven en el Nilo son testigos directos de este problema. Aunque no se han realizado estudios exhaustivos al respecto, una investigación a pequeña escala realizada en 2020 diseccionó y examinó los tractos gastrointestinales de una muestra de dos especies diferentes de pez del Nilo comprados a vendedores de El Cairo, y halló que más del 75% de ellos contenían microplásticos, uno de los niveles más elevados del mundo.

En un intento de combatir esta invasión, un grupo de egipcios empezó a organizar encuentros semanales en El Cairo para limpiar las aguas del Nilo. Pero, en vista de la magnitud del desafío, en 2018 decidieron impulsar la iniciativa VeryNile comprando el plástico que las comunidades de pescadores de las islas de la capital recojan directamente del río. “Cuando el proyecto del plástico nació, trabajaba como pescador, así que decidí probarlo para aumentar mis ingresos y también para limpiar el río”, explica Saber. “Antes de la iniciativa, el Nilo era un escenario muy sucio”, evoca el pescador, que nota que “ahora hay una gran diferencia, no del 100%, sino del 1.000%: hay más peces, el Nilo está más limpio, el olor, todo”.

Uno de los primeros en sumarse al proyecto fue Arafa Gaber, un pescador de 50 años nacido y crecido en la isla de Warraq, en el norte de El Cairo, que comenzó a atrapar peces en el Nilo durante su primer año en la escuela primaria de la mano de su padre, líder entre los pescadores de su zona. Gaber nota que la contaminación del río comenzó a ser un problema hace ya 25 o 30 años, y asegura que la falta de ingresos y de perspectivas de futuro para su profesión le convencieron de unirse a la empresa de pescar plástico.




Una investigación examinó dos especies de pez del Nilo comprados a vendedores de El Cairo y halló que más del 75% de ellos contenían microplásticos, uno de los niveles más elevados del mundo

“Tenemos hijos y queremos que se eduquen, por eso entramos. Lo que me gusta más es mejorar el Nilo, porque al principio la gente se beneficiaba [de él] como pescadores, pero cuando empezó a estar muy contaminado, afectó al medio ambiente y afectó a los peces, ya que los productos de plástico no son fáciles [de desintegrar]”, explica Gaber, que se encarga de recolectar el plástico recogido por un grupo de pescadores de la isla de Warraq para llevarlo a Qursaya, donde se encuentran las instalaciones de VeryNile. Una vez allí, los residuos se separan, se retiran los tapones de las botellas y se compactan, apunta Hana Tohamy, responsable de sensibilización de la iniciativa. Luego, la mezcla de plástico de menor calidad se envía gratis a una empresa en Asiut, una ciudad a casi 400 kilómetros de El Cairo, donde se convierte en un combustible alternativo, mientras que el de mayor calidad se vende a una fábrica en la propia capital que lo reutiliza. Actualmente, el proyecto cuenta con más de 100 pescadores de distintos puntos de Egipto que se dedican a recoger plásticos del Nilo a diario, y recolecta entre 20 y 30 toneladas al mes, afirma Tohamy.

Para ofrecer más oportunidades a los habitantes de Qursaya, una parte del plástico que se pesca del Nilo se utiliza, una vez procesado, en un taller que da empleo a tiempo completo a más de 20 personas, la mayoría de ellas mujeres. Allí, el plástico reciclado cobra nueva vida para producir productos como bolsas, fundas de ordenador y otros accesorios.

“Antes de la iniciativa, el Nilo era un escenario muy sucio”, evoca el pescador, que nota que “ahora hay una gran diferencia, no del 100%, sino del 1.000%: hay más peces, el Nilo está más limpio, el olor, todo”
Arafa Saber, pescador

Umm Kamel, una vecina de Qursaya de 48 años cuyo marido es pescador, es una de las cuatro mujeres que empezó a trabajar en estas instalaciones cuando se pusieron en marcha hace más de tres años, en un momento en el que la situación de su familia empezaba a ser crítica. “Las mujeres de Qursaya no [suelen] trabajar y sus maridos son pescadores, así que no hay ingresos suficientes”, desliza Umm Kamel, que ejerce sobre todo de costurera. “El trabajo aquí abrió nuestros hogares, la educación de nuestros hijos, y [nos] arregló la vida, ya que [vivíamos] bajo mucha presión. Gracias a Dios, ahora todos mejoramos”, reflexiona.

“Desde que abrió la empresa nos ha beneficiado a nosotras y a mucha gente”, coincide Umm Donia, otra vecina de Qursaya que empezó a trabajar en el taller debido a los pocos ingresos que lograba su marido. “Espero que siga creciendo porque aún hay mucha gente necesitada en la isla (...) La mayoría de nuestros hombres son pescadores… Un día [mi marido] me traía cuatro kilos [de pescado], otro día un kilo, otro iba a pescar y no había nada”, recuerda la mujer, madre de cuatro hijos en edad escolar.

Conscientes de que los pescadores de El Cairo solos no pueden afrontar el titánico desafío de limpiar de plásticos el extenso Nilo, VeryNile espera poder replicar la iniciativa que lanzó en la capital egipcia en otras ciudades del país, cuya población se concentra de forma casi exclusiva a lo largo de la fina línea de vida que forma el río hasta alcanzar el Mediterráneo. “Intentamos que todos los modelos sean sostenibles, y queremos que el impacto continúe. Por eso nos estamos expandiendo a otras ciudades. Empezamos en Asiut y ahora buscamos pescadores en Menia [una ciudad 250 kilómetros al sur de El Cairo]”, avanza Tohamy.

De vuelta a la orilla del Nilo, Saber comenta que, más allá de los ingresos, la iniciativa también se ha convertido en un motivo de satisfacción personal. “Estoy feliz porque a mi hijo de seis años le gusta el proyecto, viene conmigo y me dice que está orgulloso de lo que hago”.

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