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Reestructuración de la deuda en Zambia: ¿una nueva era en las relaciones del Sur global con China o un salvavidas que retrasa la tragedia?

El acuerdo de moratoria para el país africano llega gracias a un cambio de actitud por parte de Pekín, su principal acreedor. Otros países en vías de desarrollo contemplan el acuerdo con esperanza. Pero, para algunos expertos, hace falta un cambio de paradigma definitivo

Zambia China
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, saluda al presidente de Zambia, Hakainde Hichilema, este 22 de junio en París, donde se celebró la cumbre por un nuevo pacto financiero mundial.LUDOVIC MARIN (AFP)

Se ha hecho esperar. Tres años después de entrar en default (incapacidad de afrontar sus pagos), Zambia cuenta por fin con un gran acuerdo para reestructurar su deuda externa. Se firmó el pasado junio en París, con el presidente francés, Emmanuel Macron, apuntándose un tanto como estadista internacional: haber logrado acercar posturas entre China y el resto de países acreedores. El gigante asiático —principal prestamista bilateral del mundo— se había mostrado hasta entonces reticente a una solución conjunta a la crisis de deuda que azota al Sur Global. Hay quien juzga la nueva actitud de China como un punto de inflexión, la luz al final del túnel. Otros optan por el escepticismo.

El texto firmado abarca aproximadamente un tercio de la deuda externa de Zambia. Unos 5.600 millones de euros debidos en su mayoría al Banco de Exportación e Importación de China (EXIM), un organismo estatal. No se menciona condonación alguna, sino moratorias y prórrogas a 20 años para que Zambia pueda sanear sus finanzas e ir, poco a poco, saliendo a flote.

Resultarán críticos los próximos tres años, un periodo de gracia en el que prácticamente se suspenden las obligaciones de deuda del país africano. Será un tiempo de respiro y disciplina macroeconómica. A partir de 2026 se reanudarán los pagos, si bien “ajustados a la coyuntura, con las tasas de interés subiendo o bajando en función del nivel de crecimiento del PIB”, explica George Gray Molina, economista jefe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

El alivio para Zambia se antoja relativo. Los acreedores privados —que atesoran cerca de 6.000 millones de euros de deuda zambiana— continúan al margen de las negociaciones. Los bancos comerciales y los fondos de inversión prefieren, por el momento, no mover ficha. Una postura que siembra de incertidumbre la consolidación de un arreglo estable y duradero.

Por el contrario, el acuerdo permite liberar una inyección de liquidez del Fondo Monetario Internacional (FMI): 150 millones de euros para animar las maltrechas cuentas de Zambia. Entre otros objetivos, con el fin de oxigenar los servicios públicos del país, bajo mínimos tras años de presión deudora y asfixia presupuestaria. La cifra supone la primera tanda crediticia de los más de 1.000 millones de euros que el FMI tiene —mediante un plan de rescate— previsto transferir a Zambia durante los próximos años.

El acuerdo permite liberar una inyección de liquidez del Fondo Monetario Internacional, 150 millones de euros, para animar las maltrechas cuentas de Zambia. Entre otros objetivos, con el fin de oxigenar los servicios públicos del país

“La esperanza es que se pueda atender mejor el gasto social y reemprender la senda del desarrollo sostenible. Todo dependerá de las condiciones que imponga el FMI y de las prioridades de los gobernantes zambianos”, explica Yunnan Chen, investigadora del Overseas Development Institute y experta en deuda global. A principios de junio, poco antes de que se firmara el acuerdo, Amnistía Internacional advirtió sobre los efectos potenciales que, en su opinión, conllevará un rescate condicionado: austeridad y perjuicio para los más vulnerables, sobre todo en el acceso a servicios básicos como la electricidad.

Chen describe el cambio de actitud de China como un paulatino baño de realidad. El acuerdo de Zambia sería el colofón a un “reconocimiento progresivo”, apunta la investigadora, “de que el statu quo [renegociar la deuda de cada país bilateralmente] no estaba funcionando ante una conmoción sistémica con tantos actores implicados”.

Para Matthew Mingey, analista del Rhodium Group y coautor de un artículo sobre las repercusiones del acuerdo de Zambia, la densidad burocrática de la superpotencia asiática también ha dilatado su disposición a un enfoque multilateral. “En las finanzas chinas hay muchas partes involucradas, cada una defendiendo sus intereses, lo que ralentiza la toma de decisiones”, subraya. Según Chen, otro factor relevante en la demora ha sido la rivalidad geopolítica entre China y Occidente, con EE UU a la cabeza. “Sus disputas han enfangado la búsqueda de soluciones y han acarreado un sufrimiento añadido en África y otras regiones”, estima.

Con el modelo actual, quizá en 15 años cuadren las cuentas fiscales de Zambia, pero seguirán sin cuadrar sus cuentas humanas y medioambientales
Economista jefe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

Existe mucha expectación por ver si Zambia sienta un precedente. Un marco de referencia que desatasque definitivamente la crisis de deuda en los países en vías de desarrollo. Ante todo en aquellos más expuestos al ahogo, como Sri Lanka o Etiopía. Jones Bowa, consultor y economista zambiano, piensa que el simple hecho de que “haya costado tanto alcanzar un acuerdo con Zambia” permitirá que en otros países se actúe de forma mucho más rápida. Chen se declara menos optimista: “Tengo la impresión de que China seguirá el patrón bilateral, con negociaciones multilaterales puntuales, aunque menos generosas que en el caso de Zambia”.

Para el futuro, los expertos consultados descartan un perdón masivo del dinero a devolver. Ni por parte de China ni a iniciativa de otros acreedores públicos o privados. No es de esperar, afirman, otro HPIC, aquel mecanismo de condonación general que, a finales de los noventa, se creó para abordar la anterior gran crisis global de deuda.

Sí es previsible mucha más cautela de China antes de otorgar —como hizo en la última década— cuantiosos préstamos a los países en vías de desarrollo. Ágiles caudales que se destinaron, sobre todo, a la construcción de infraestructuras en el marco estratégico de la Belt and Road Initiative, la conocida como Nueva Ruta de la Seda. “Hoy impera un fuerte conservadurismo. Los acreedores chinos tienen una memoria a muy largo plazo, no olvidan fácilmente”, sostiene Chen. En la misma línea, Jones considera que “la visión de China hacia África y otras regiones en desarrollo va a virar hacia formas distintas de influencia, con la política y la diplomacia en primer plano”.

Desde el PNUD, Gray Molina y otros autores llevan tiempo abogando por una salida alternativa a la crisis. Defienden que solo un vuelco total de paradigma permitirá abordar con éxito los graves problemas de deuda. De Zambia, de otros países en default y de los más de 50 Estados en alto riesgo de agobio deudor crónico. Se trata de una receta divergente para atajar la situación actual y frente a crisis futuras. La propuesta del PNUD y otras organizaciones como Debt Justice implica una transformación profunda. Cambiarían tanto los objetivos como la forma de medir el camino hacia ellos.

En este nuevo escenario, la prioridad ya no serían tanto los números clásicos (indicadores de liquidez y solvencia, etcétera), sino “otras métricas”, señala Gray Molina. En concreto, variables como las personas que entran en situación de pobreza extrema y los efectos del cambio climático deberían, en opinión del PNUD, erigirse en puntales para la discusión planetaria entre acreedores y deudores. “Esto supondría dejar de ver la deuda en términos exclusivamente financieros para alinearse con la Agenda 2030″, continúa Gray Molina en alusión a la hoja de ruta de la ONU que fija los objetivos de desarrollo globales para el año 2030.

Comparada con el frustrante panorama de hace unos meses, Gray Molina califica como “positiva” la reestructuración de la deuda zambiana. Pero se pregunta si es correcto llegar a acuerdos que simplemente “dan una patada hacia el futuro”. El economista jefe del PNUD esgrime la noción de debt overhang (en castellano, algo así como “amenaza constante de deuda”) para resumir una dinámica que, según está hoy concebida la arquitectura financiera internacional, empuja a los países más pobres hacia un callejón sin salida. “Obliga a que siempre estén pagando demasiada deuda, a que esta sea un lastre permanente para su desarrollo”, dice Gray Molina, quien no esconde su pesimismo si todo sigue igual: “Con el modelo actual, quizá en 15 años cuadren las cuentas fiscales de Zambia, pero seguirán sin cuadrar sus cuentas humanas y medioambientales”.

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