_
_
_
_

La sequía y la guerra en Ucrania avivan los matrimonios forzados en el Cuerno de África

Las familias buscan recibir las dotes por las uniones de niñas menores de edad en Etiopía y Somalia ante el desabastecimiento y encarecimiento de alimentos, exacerbado por la invasión de Putin

Una joven de una familia de pastores en Somalia desplazada por la sequía.
Una joven de una familia de pastores en Somalia desplazada por la sequía.Mahelder Haileselassie/ActionAid
Nicholas Dale Leal

Cuando las tropas rusas atravesaron la frontera de Ucrania, el pasado 24 de febrero, cayó la primera pieza de un efecto dominó que ha alcanzado todos los rincones del mundo. El valor de la energía y del combustible han sido los efectos más comentados, pero en el Cuerno de África, el terremoto de la guerra de Putin se ha sumado a una inclemente sequía para sacudir las vidas y futuros de una generación de niñas.

Ante el desabastecimiento alimentario, el hambre y la incertidumbre, exacerbadas por los precios disparados de la comida importada desde las tierras que hasta hace poco eran el “granero de Europa”, en muchos casos las que pagan el precio último son ellas. A raíz de la profundización de la crisis, según datos de varias ONG internacionales presentes en la región, en los últimos meses en Etiopía y Somalia ha habido un aumento dramático de la violencia de género, y especialmente de los matrimonios forzosos y el abandono escolar.

La relación entre ambas situaciones puede no ser evidente, pero se ve claramente en el terreno, especialmente en zonas rurales, donde la práctica está todavía culturalmente arraigada, explica Nakhungu Magero, asesora regional de género de Save the Children. “Este asunto se está volviendo más prevalente, sobre todo como un mecanismo para afrontar las dificultades económicas. En las comunidades se casan niñas de hasta 10 años porque así reciben una dote; entonces se ve como un beneficio para la familia”, cuenta por videollamada.

Por las diferencias que existen entre regiones y los ámbitos urbanos y rurales, las cifras generales, además de muy difíciles de recopilar, no son representativas del problema. Entonces, la mejor pista que hay para dimensionar este fenómeno son datos más focalizados. Por ejemplo, según los proporcionados por Unicef, en Hararghe del Este, una zona central de Etiopía con alrededor de 2,7 millones de habitantes, ha habido un aumento del 51% de los matrimonios forzosos. En otros seis distritos afectados por la sequía se han casi multiplicado por cuatro: entre febrero y agosto del año pasado se registraron 672 casos, mientras que entre septiembre y marzo de este año fueron 2.282. ActionAid, por su parte, ha recibido informes del Gobierno de Somalia que indican que en la región semi-autónoma de Somalilandia la violencia de género, más ampliamente, ha subido un 24% en los últimos meses.

Uno de los tantos animales muertos de sed en la comunidad de Ceel-Dheere, en Somalia.
Uno de los tantos animales muertos de sed en la comunidad de Ceel-Dheere, en Somalia.Mahelder Haileselassie/ActionAid

Esta tendencia se da a pesar de que, desde hace años, Save the Children y otras organizaciones están trabajando para cambiar las sensibilidades y acabar con estas prácticas en la región. Los avances conseguidos en esta materia son muy endebles en momentos tan críticos, admite Magero; especialmente si se considera que todavía en 2016, el 40% de las niñas de Etiopía se casaba antes de los 18 y el 14% antes de cumplir los 15. “Además de la motivación económica, que es más fuerte que nunca, también se recurre al matrimonio como una forma de proteger a la niña de embarazos indeseados –o de la derivada vergüenza familiar– producto de violaciones o reclutamientos forzados de grupos armados, que igualmente están en aumento”, detalla la asesora.

Es una cuestión de desprotección. Mientras que los padres se ven obligados a recorrer mayores distancias para obtener comida y agua por la sequía, las familias han optado por dejar de enviar a sus hijos e hijas a la escuela para que ayuden con las tareas del hogar o apoyen en la búsqueda de alimentos y sustento. Unicef calcula que al menos 600.000 menores de edad, solamente en Etiopía, han dejado de estudiar como resultado de la crisis actual. Sin la protección que otorga el acceso a la educación, las niñas están en mayor peligro de padecer violencia y explotación sexual, explica Plan International, una ONG que vela por los derechos de las menores.

Unicef calcula que al menos 600.000 menores de edad, solamente en Etiopía, han dejado de estudiar como resultado de la crisis actual

En Somalia, los trabajadores de Plan han hablado con niñas, algunas de 11 o 12 años, y estas les han contado que están siendo explotadas por hombres a cambio de comida, agua o dinero. Ellas saben perfectamente el posible futuro que les espera, y viven con miedo. “Cada vez que veo a un hombre hablando con mi madre, me aterro pensando que yo soy el trato”, cuenta la voz anónima de una adolescente de 13 años incluida en un comunicado reciente de la ONG.

En la cadena de sucesos que culmina en este temor, o bien en su consumación, la estación anterior es el hambre, que tiene múltiples causas que se han ido amontonando con los años. Primero, una de las peores sequías en décadas que está empezando su cuarto año y que ha diezmado la producción agrícola, además del sustento de la mayor parte de la población rural. En segunda instancia, los restos de crisis pasadas: una invasión de langostas hace dos años y las últimas reverberaciones de la pandemia de covid-19. En tercer lugar, los conflictos armados locales que continúan: como la guerra civil en la región de Tigray de Etiopía, o en Somalia, ante el grupo insurgente islamista Al-Shabab. Finalmente, como si no hubiese suficientes adversidades, la guerra en Ucrania ha disparado los precios del combustible y los víveres. Todo esto ha puesto a unos 13 millones de personas en riesgo alto de hambruna, y ese número puede aumentar todavía más si se deja a la situación evolucionar sin intervención humanitaria.

La dependencia comercial de la región con Rusia y Ucrania explica el impacto tan grande que está teniendo el aumento de los precios causado por la guerra. Etiopía y Somalia importan el 67 y 92% de su respectivo trigo de ambos países, según datos citados en una tribuna en Al Jazeera escrita por Mohamed M. Fall, director regional de Unicef para el este y sur de África. Cuando se tiene en cuenta que el trigo supone un tercio del consumo de cereales para la población de la región, se dimensiona el golpe que significa su elevado valor. Asimismo, la región depende de Rusia y Ucrania para el suministro de aceite de girasol y de fertilizantes, estos últimos esenciales para salvar los pocos cultivos que brotan durante la sequía.

Dos mujeres se dirigen a recoger agua en la comunidad Ceel-Dheere, en Somalia.
Dos mujeres se dirigen a recoger agua en la comunidad Ceel-Dheere, en Somalia.Mahelder Haileselassie/ActionAid

En este contexto, otros efectos son el desplazamiento y la desnutrición. Es difícil hacer un agregado de las personas que se han visto forzadas a dejar sus hogares, pues los datos se enfocan únicamente en ciertas regiones y puede haber más de una razón tras su movimiento. No obstante, según diversas fuentes, millones de personas ahora dependen por completo de la ayuda humanitaria en improvisados campos de desplazados. Asimismo, la escasez de alimentos significa que, según Unicef, en este momento 1,7 millones de niños requieren atención urgente por desnutrición, y ese número está aumentando cada día que pasa. En cinco meses se ha producido un aumento de más del 15%, y solamente en Somalia necesitan desesperadamente tratamiento 286.000 niños, superando por 40.000 los que requirieron atención en la hambruna de 2011.

Para Magero, de Save the Children, esto significa que no hay tiempo para lamentos. Explica cómo se está trabajando directamente con la gente más necesitada en diferentes ámbitos, desde la alimentación a la continua sensibilización contra la violencia de género estructural, como lo es la práctica del matrimonio forzado. En una crisis tan amplia, todos los frentes son prioritarios. Dicho eso, todo se reduce a una cosa: financiación. “Entre varias organizaciones hemos hecho un llamamiento de 4.400 millones de dólares [4.100 millones de euros] para Etiopía, Kenia y Somalia, como parte de la respuesta a la sequía. Pero hasta el momento lo que se ha financiado formalmente es solamente un 2%, alrededor de 93 millones”, dice, ahora sí, con algo de desaliento en la voz.

Con el mismo tono habló hace unos días la directora regional adjunta de Unicef para África Oriental y Meridional, Rania Dagash, en Ginebra. “Si el mundo no amplía su mirada más allá de la guerra en Ucrania y actúa de inmediato, una explosión de muertes infantiles está a punto de ocurrir en el Cuerno de África… Acabo de regresar de Somalia. En un centro de salud en la ciudad fronteriza de Dollow conocí a Ismayel y a sus gemelos de un año, Salman y Libaan. Está embarazada, pero los efectos devastadores de la sequía la obligaron a caminar 120 kilómetros para recibir tratamiento para la desnutrición de sus hijos. Muchos niños no llegarán tan lejos. Supe de niños enterrados a lo largo de la carretera mientras sus familias hacen caminatas desesperadas y largas para buscar ayuda. Y tememos que lo peor esté a la vuelta de la esquina”, contó, mientras pedía mayores contribuciones para la respuesta humanitaria en la región.

Para los que están en el terreno en el Cuerno de África está claro que todos los focos están puestos sobre la crisis de Ucrania, pero también tienen la esperanza de que la situación de los niños y niñas de esta otra parte del mundo, que están pagando con su infancia una guerra que se libra a más de 5.000 kilómetros de distancia, deje claro que todas las víctimas, directas o indirectas, merecen la misma atención.

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.

Sobre la firma

Nicholas Dale Leal
Periodista en EL PAÍS América desde 2022. Máster de periodismo por la Escuela UAM-EL PAÍS, donde cubrió la información de Madrid y Deportes. Tras pasar por la Redacción de Colombia, ahora es parte del equipo que produce la versión en inglés del periódico.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_