La guerra pone en riesgo el control del sida y la tuberculosis en Ucrania
Una de las consecuencias de la invasión rusa es la interrupción de los servicios de diagnóstico y tratamiento sanitario de importancia vital para ucranianos. En el caso de las enfermedades infecciosas más mortales se teme un repunte de los casos
Existe todo un abanico de efectos colaterales de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, y el ámbito de la salud no se libra de ellos: hospitales bombardeados o cerrados, dificultades en el envío de suministros, retrasos en pruebas médicas y acceso a tratamientos y vacunas, entre el devastado sistema sanitario. Los traumas físicos y mentales, así como la expansión de enfermedades contagiosas debido al hacinamiento en campos de desplazados y refugios antiaéreos, forman parte de los daños a la salud directos. Y entre los indirectos, el empeoramiento y muerte por patologías preexistentes y a veces crónicas, como la diabetes, las cardiopatías y el cáncer.
En este escenario, las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han llamado la atención sobre un aspecto que preocupa especialmente: el control del VIH y la tuberculosis (TB), dos de los males más mortíferos del mundo y que en Ucrania ya registraban tasas elevadas antes del conflicto.
Ucrania es el país europeo con más incidencia de VIH/sida de Europa, por detrás de Rusia: antes de la invasión del 24 de febrero, 260.000 habitantes portaban el virus, es decir, uno de cada cien ucranios, y alrededor de la mitad estaba en terapia antirretroviral (ART), según estimaciones de Onusida, el Fondo de la ONU para el VIH/Sida. Esta agencia alertó el pasado jueves de que la falta de acceso a los fármacos y a los servicios de prevención provocará “una oleada de muertes” y el riesgo de que resurja la pandemia de sida el país
El VIH es un virus infeccioso grave que afecta a 37,7 millones de personas en el mundo y que provocó la muerte de 680.000 de ellas solo en 2020. La adherencia a los ART, que mantiene las defensas elevadas, es esencial, ya que si un portador no se trata podría morir de cualquier otra dolencia porque el VIH mata el sistema inmunológico.
Según el recuento de la OMS, más de 40 centros de salud que ofrecían servicios de prevención y atención del VIH en Ucrania antes de la guerra están ahora clausurados y en otros se han detectado interrupciones de diversa índole. Hasta el 11 de abril, esta organización había verificado más de 100 ataques a instalaciones sanitarias, mientras que las rutas de suministro dentro del país han quedado desorganizadas. “Ahora mismo, muchos pacientes no están siendo capaces de reponer su medicación. Tampoco podemos ofrecer las pruebas de detección tan ampliamente como antes a las personas consideradas de alto riesgo de contraer el VIH, y por eso no estamos detectando nuevos casos. Esta es una de las razones por las que vamos a ver un retroceso en la respuesta a la enfermedad”, describe Raman Hailevich, director de Onusida en Ucrania, durante una llamada telefónica.
Según el recuento de la OMS, más de 40 centros de salud que ofrecían servicios de prevención y atención del VIH en Ucrania antes de la guerra están ahora clausurados
Desde Lviv, Tatiana Astakhova, asesora en política sanitaria de Médicos Sin Fronteras (MSF), describe una situación similar: “Algunos centros de reparto de ART y de diagnóstico y tratamiento de tuberculosis en las zonas atacadas no están funcionando. También se han interrumpido algunas cadenas de suministro médico”, confirma.
En cuanto a la tuberculosis, esta es la patología infecciosa más mortal del planeta con permiso de la covid-19, pues hasta la aparición de la pandemia ostentaba la primera posición en el ránquin: solo en 2020 dejó 1,5 millones de víctimas mortales. En Ucrania resurgió como un problema de salud pública en la década de los noventa, y aunque la incidencia ha disminuido significativamente en los últimos 15 años, aún hoy es la cuarta más elevada de los 53 países de la región europea de la OMS, con 17.593 nuevos casos registrados en 2020. “Ucrania estaba muy comprometida en la lucha contra la infección. El Gobierno adquiría los medicamentos con su propio presupuesto, tenían un buen plan para garantizar el acceso al diagnóstico rápido y estaban trabajando muy bien con las comunidades”, elogia Lucica Ditiu, directora de la Alianza STOPTB. “Antes de que empezara la guerra, había fármacos disponibles hasta finales de año, pero ahora sabemos que al menos dos dispensarios han sido destruidos, e ignoramos el estado de los centros de almacenaje. Creemos que a partir de junio puede darse cierta escasez”, sospecha.
Los tratamientos de refugiados y desplazados está en riesgo porque resulta casi imposible calcular cuántos van a llegar, ni a qué ciudades, ni cuándo...
La tuberculosis y el VIH se diferencian en que la primera enfermedad es curable y la segunda no, pero ambas son mortales si no se tratan. En ambos casos, no tomar la medicación a rajatabla puede producir graves consecuencias. “La interrupción del tratamiento significa que el virus puede hacerse más resistente a los medicamentos y la próxima vez que se administren al paciente aquellos que antes eran eficaces, puede que ya no lo sean”, explica Hailevich. Con respecto a la tuberculosis, la variedad multirresistente (MDR-TB) constituye un problema de salud pública, y en Ucrania se estima que cada año unos diez mil ciudadanos la desarrollan.
Existe otro obstáculo significativo en la interminable lista de complicaciones: los movimientos de población tanto dentro como fuera de las fronteras ucranias. La ONU calcula que 4,7 millones de habitantes han escapado hacia Polonia, Rumanía y Moldavia, principalmente. Pero también hay otros seis millones de desplazados internos. Para unos y otros, la continuidad de sus tratamientos está en riesgo porque resulta casi imposible calcular cuántos van a llegar, ni a qué ciudades, ni cuándo. “Es una cuestión de logística. En este momento aún no es un gran problema porque llevamos un mes en guerra y los medicamentos se entregan en cantidad suficiente para cubrir tres o cuatro meses. El problema va a ser cómo van a llegar más a partir de entonces y cómo se va a encontrar a la gente que se está marchando”, anota el profesor Jeffrey V. Lazarus, codirector del Programa de Infecciones Víricas y Bacterianas del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
Los hospitales y farmacias suelen hacer pedidos para un número fijo de pacientes que reciben habitualmente la medicación, pero ahora ignoran cómo proceder con la gente que está llegando. Tatiana Astakhova informa de que los desplazados internos deben dirigirse al centro de atención de TB o VIH más cercano para recibir sus medicinas. En las circunstancias actuales, se suministran por adelantado para uno o dos meses, pero la disponibilidad es diferente en cada región y cambia regularmente. “En teoría, el paciente puede acudir a un centro médico especializado y recibir sus medicamentos antes de salir al extranjero, pero no sabemos con qué frecuencia ocurre o si está ocurriendo”. MSF calcula que hay entre 25.000 y 30.000 seropositivos entre los refugiados que abandonaron el país, y estiman asimismo más de 2.500 casos de tuberculosis, incluyendo 830 con la cepa resistente. “Sin embargo, los datos oficiales actuales confirman solo unos 100 con TB y ninguna información sobre los portadores de VIH”, advierte Astakhova.
“Los médicos fueron inteligentes y proporcionaron los tratamientos suficientes a las personas con tuberculosis para que los llevaran con ellos. Pero, cuando alguien huye para salvar su vida, no tengo claro si la gente se los lleva consigo o interrumpe la terapia, así que no sabemos qué está pasando con los desplazados”, lamenta Ditiu. Y lo mismo ocurre con los nuevos diagnósticos: “Cuando estás buscando refugio no te preocupas por una tos [uno de los síntomas de la TB], así que pensamos que muchos contraerán la enfermedad, pero no serán diagnosticados ni tratados a tiempo, y, por lo tanto, infectarán también a otros a su alrededor”. Ditiu sospecha que Rumanía y Moldavia tendrán menos problemas para tratar esta patología, dado que son dos países con una incidencia elevada y tienen reservas suficientes. Lo importante, en cualquier caso, es mantener la adherencia con las mismas pautas y mismas combinaciones de fármacos.
MSF calcula que hay entre 25.000 y 30.000 seropositivos entre los refugiados ucranios y más de 2.500 casos de tuberculosis
En este contexto, Onusida anunció la semana pasada el envío de 18 millones de dosis de ART adquiridos por el Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del Sida (PEPFAR), que se ha comprometido a financiarlos durante los próximos 12 meses en el país.
El Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, por su parte, ha aprobado 15 millones de dólares para apoyar la continuidad de los servicios de prevención, pruebas y tratamiento del VIH y la tuberculosis. Esto se suma a los 119,4 millones de dólares asignados al país durante el periodo 2020-2022.
Desde STOP TB, asimismo, se han dado algunos pasos que describe Lucica Ditiu: por una parte, el envío de máquinas de diagnóstico por rayos X portátiles; por otra, se ha alcanzado un acuerdo con las farmacéuticas para bajar el precio de los medicamentos antituberculosos en los países receptores de refugiados tanto para la población ucraniana como para la local.
La solución para mejorar la entrega de medicinas está pasando por contar con la sociedad civil y con pequeñas organizaciones no gubernamentales, especialmente en las zonas donde los combates son más activos. “Cuando un convoy del Gobierno no puede entrar en una zona, hay organizaciones no gubernamentales que están dispuestas a asumir un riesgo adicional para llevar pequeños cargamentos y los entregan poco a poco. De este modo, pueden garantizar el suministro ininterrumpido”, explica Hailevich en cuanto al modus operandi con los ART. Sobre la tuberculosis, Ditiu coincide: “Organizamos envíos de pequeñas cantidades que llegan más rápido a los lugares que están empezando a recibir más pacientes. A veces, trabajar con la sociedad civil es más fácil, pues son más móviles, y no tan visibles como un gran convoy; saben cómo evitar posibles daños”.
El gran problema de la metadona
Lazarus destaca un problema que le inquieta especialmente: la falta de metadona y otras terapias de sustitución de opioides (OST por sus siglas en inglés). Según la ONG británica Aidsmap, en febrero de 2022 había en Ucrania 17.000 personas que recibían estas terapias dentro del programa de reducción de daños de la OMS para usuarios de drogas inyectables y que se exponen a contraer infecciones por VIH y otros virus transmitidos por vía sanguínea, como Hepatitis B y C, cuando comparten materiales de inyección contaminados.
Aidsmap además asegura haber recibido noticias de problemas de acceso en Eslovaquia. En Moldavia y Rumania, sin embargo, el acceso es más sencillo porque los criterios de acceso son similares a los ucranianos. “Quienes dependen de estas sustancias lo tienen complicado: ya hay gente llegando a otros países y no tienen sus recetas, o están en cirílico. No es tan fácil para los médicos dispensar la medicina como lo es con un antirretroviral, pues esta es una sustancia narcótica más controlada”, advierte Lazarus , que lleva más de una década décadas siguiendo de cerca la evolución de estos programas en Europa.
Aidsmap calcula que más del 80% de las personas a las que se le prescribe OST en Ucrania son hombres, mientras que quienes están saliendo del país son, sobre todo, mujeres y niños. “En consecuencia, se espera que la necesidad insatisfecha sea mayor dentro de Ucrania que fuera”, avisa la ONG en un comunicado. Afirma también que, de las dos principales fábricas de metadona en el país, una ha sido evacuada y la otra se ha quedado sin existencias. “Estos pacientes no pueden pasar mucho tiempo sin recibir la metadona. En dos días notas los efectos; el cuerpo la necesita porque hablamos de adicciones muy fuertes”, advierte Lazarus. Rusia, como país, no aprueba su uso, por lo que las probabilidades de encontrar este servicio en territorios ocupados también es muy baja.
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