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Las enfermedades de antes en el campo de batalla de ahora

Los ucranios ya sufrían problemas de atención a la salud antes de la invasión rusa; también antes de la covid-19. El conflicto armado y la pandemia están poniendo al límite los recursos sanitarios y al ajustado personal médico

Unos ancianos esperan a ser atendidos en un hospital de Stanitsa Luhanska, en Ucrania.
Unos ancianos esperan a ser atendidos en un hospital de Stanitsa Luhanska, en Ucrania.Pietro Chekal (Médicos del Mundo)

¿Qué se siente al vivir en un país que aparece en los titulares como un posible campo de batalla? Es un subibaja emocional que desgasta y hace más difícil afrontar la realidad. Sin embargo, llevamos viviendo de esta manera desde el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania y hemos aprendido a afrontar muchas cosas.

Estalló en 2014 con varias pérdidas humanas, mucho sufrimiento, personas desplazadas y un colapso de las infraestructuras y la propiedad privada. Se estima que más de 14.000 combatientes y civiles han muerto desde 2014, incluyendo 3.106 hombres, mujeres, niños y niñas civiles. Más de 50.000 viviendas resultaron dañadas o destrozadas. Casi tres millones de habitantes dependen de la ayuda humanitaria y más de 850.000 están en situación de desplazamiento interno. Durante los últimos años, la crisis en Ucrania salió de los titulares, pero nunca dejó de afectar las vidas de sus habitantes. Ucrania sigue siendo uno de los países con mayor número de minas terrestres y más contaminación por municiones no detonadas.

Como parte del equipo de Comunicación e Incidencia Política, viajo a lugares en los que Médicos del Mundo ofrece ayuda humanitaria y atención sanitaria directa a las personas más vulnerables que viven en la línea de contacto que se extiende 427 kilómetros y separa Luhanks y Donetsk. Nuestras unidades móviles van hasta estas comunidades, que ahora cargan con el peso de problemáticas asociadas al conflicto, además de las preexistentes.

Donetsk aún no ha sido totalmente restaurada tras las batallas que se libraron en 2016. Allí, el departamento de Enfermedades Infecciosas del hospital de Svitlodarsk, está cerca de la línea de contacto y el personal en este centro se enfrenta a una enorme presión para combatir la covid-19 mientras intenta sobreponerse al conflicto. Al mismo tiempo, se desarrolla una reforma del sistema sanitario y de descentralización.

Los episodios de hostilidad en la primera línea y los brotes de covid-19 coinciden en que generan olas de pánico, restricciones y dificultades para mantener el servicio médico

Los episodios de hostilidad en la primera línea y los brotes de covid-19 coinciden en que generan olas de pánico, restricciones y dificultades para mantener el servicio y ayudar a los más necesitados. Este constante flujo de dificultades aumenta el cansancio y produce problemas de salud, incluyendo de salud mental.

Las personas enferman más frecuentemente y la vida con ciertas patologías crónicas se hace más difícil. Además, otro problema importante para la sanidad ucraniana es la falta de personal. “No es solo una escasez severa de personal, es un vacío”, me decía el médico principal del hospital Shchastia, en Donetsk, una región que tiene entre un 20% y un 40% de escasez de sanitarios-

Muchos profesionales abandonan la región y otros no pueden soportar la presión de la carga asistencial. Antes del conflicto, Stanitsa Luhanska tenía dos o tres nuevos facultativos profesionales cada año, pero los más jóvenes se marchan a regiones más seguras y económicamente estables. Ahora, el 75% del personal está en edad de jubilación o prejubilación (alrededor de 60 años), y en cinco años, será el 100%.

Valentyna Butova, de 75 años y, directora del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital Svitlodarsk de Ucrania.
Valentyna Butova, de 75 años y, directora del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital Svitlodarsk de Ucrania.Pietro Chekal (Médicos del Mundo)

Quisiera compartir la historia de Valentyna Butova, de 75 años, que dirige el departamento de Enfermedades Infecciosas del hospital Svitlodarsk. Ha trabajado en este centro durante 46 años y no puede irse, ya que no hay nadie que la reemplace. Ha tenido que ocultarle a su familia que sigue trabajando después de haber contraído la covid-19 y haberse recuperado dos veces. “Mis hijos me han prohibido trabajar, pero no hay más personal y los jóvenes no quieren venir aquí”. Por eso ella sigue cuidando de sus pacientes, que son muchos: este hospital tiene 100 camas y 70 de ellas están destinadas a los contagiados por el nuevo coronavirus, que estaban ocupadas al 100% en el momento de escribir esto.

Me he enterado de que Butova contrajo la covid-19 por tercera vez. Como personal sanitario y de edad avanzada es doblemente vulnerable.

Este conflicto es ya conocido por ser la crisis humanitaria más “vieja” del mundo, con un tercio de los residentes de la región ya en la tercera edad. Más del 60% de los y las pacientes de Médicos del Mundo en Luhansk y Donetsk tienen más de 60 años y necesitan atención médica adicional, especialmente para enfermedades crónicas que requieren monitoreo constante y medicación.

El acceso a la salud es uno de los principales obstáculos para la restauración del bienestar físico y psicológico de una población que vive entre bombardeos, inestabilidad política, angustia prolongada y pobreza. Nuestras unidades móviles intentan servir de puente para que los ciudadanos tengan acceso a servicios médicos y fármacos. Por ejemplo, para recibir atención sanitaria o social, puede ser necesario un desplazamiento de 40 kilómetros que las personas mayores o con discapacidad no se pueden permitir y Médicos del Mundo cubre esos viajes dependiendo de la necesidad.

Estas historias nos dan aliento. En Valiuske, un pequeño asentamiento en las afueras de Stanytsia Luhanska, a pocos kilómetros de la línea de contacto, Viktor Nikitchenko, de 60 años, un médico de familia de la clínica Valuiske, perdió su casa y tuvo que reconstruirla junto a su esposa, también doctora, pero nunca dejó de trabajar: “Yo no me muevo de aquí, este es mi hogar”, asegura, y sigue desarrollando la clínica con la experiencia de haber trabajado con varias ONG. Ahora Nikitchenko se está formando con nuestro apoyo en el empleo de herramientas de análisis de sangre para que sus pacientes puedan realizarse analíticas sin tener que viajar hasta Stanytsia Luhansk. A pesar de la carga de trabajo, de no contar con personal de enfermería, de la pandemia y de una situación de seguridad volátil, Nikitchenko sigue allí para apoyar a los que más lo necesitan.

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