Alguien tendrá que fregar mi casa
No habíamos superado las palabras de González Amador cuando llegaron las de Ayuso

Aún estaba yo gestionando el escalofrío que me provocaron las palabras de Alberto González Amador, más conocido como Alberto Quirón, cuando llegaron las de su novia. Igual que Donald Trump, que nos ha enganchado a sus vicisitudes como un maestro del culebrón, la pareja me tiene sumida en la inquietud.
Acusó Amador al fiscal general del Estado de haberle “matado públicamente”, con lo cual las personas aún ingenuas nos pusimos a reflexionar sobre una reforma del Código Penal que tipifique una especie de “homicidio público”. El nuevo crimen resultaría agravado en caso de suicidio o marcha de España, el dilema en que el susodicho se encontró, sin que sus supuestos fraude y fabricación de facturas falsas tuvieran nada que ver. De eso nos olvidamos.
Pues bien. Algunos seguíamos procesando la gravedad de su denuncia, decimos, cuando la presidenta Isabel Díaz Ayuso nos volvió a dejar perplejos con nuevos pronunciamientos. Abonada al titular cada vez más estridente y como en las mejores series, Ayuso siempre sabe acabar en alto, dar un giro sorprendente y volver a dejarnos en suspense. ¿Que antes defendía el aborto como una portavoz de la derecha liberal? Pues hoy nos manda a abortar a otro lado. ¿Que antes proclamaba un Madrid abierto y libre? Pues ya no. Bienvenidos a un Madrid de clases.
Ayuso ha dicho que “alguien tendrá que limpiar” y “poner los ladrillos de las casas donde vamos a vivir los demás”, y lo mejor es que era una manera de defender la inmigración. Habitan entre nosotros médicos, escritoras fabulosas o profesores notables latinoamericanos o de otros orígenes, pero lo más fácil es recuperar el clasismo del pasado, sacar brillo al cliché y condenar a los extranjeros (pobres) a los trabajos ingratos.
Hace pocos años, Enrique Ossorio, entonces consejero de Educación y portavoz del Gobierno madrileño, llegó a poner en duda un informe de Cáritas sobre los pobres de Madrid porque al salir a la calle no los veía: “¿Por dónde estarán?”, se preguntó.
Hoy, mientras Ayuso nos deja claro quién está abajo para que otros podamos seguir arriba, la gran novedad es que Vox ha vuelto los ojos hacia las clases más depauperadas, hacia aquellos que no pueden pagar una vivienda. Así lo está haciendo Carlos Hernández Quero, nuevo portavoz adjunto en el Congreso, que está mordiendo donde duele: Aquí “caben todos los acentos menos el de la persona que lleva toda la puñetera vida viviendo en Aluche, en Villaverde o en Móstoles” (zonas más humildes de Madrid). Atentos. El clasismo se instala con la xenofobia en el debate y no será para bien.
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