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COLUMNA
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El ‘chochocare’

Dícese de la traslación del término ‘skincare’, alusivo a los cuidados del cutis para que luzca sano, aplicado a la zona del mismísimo y sus aledaños

'El origen del mundo' (1866, Gustave Courbet, óleo sobre lienzo), en la colección del Museo de Orsay de París.
Luz Sánchez-Mellado

Tengo un grupo de WhatsApp con unas colegas, reputadas periodistas de diversos medios, al que le cambiamos el nombre cada poco según la actualidad del país, el mundo, y, sobre todo, la nuestra propia. El penúltimo lema de la banda, hasta que alguna lo sustituya por otro más candente, es Chochocare (pronúnciese chochoquer), así, con dos ches, y, aunque la genialidad no es mía y, lamentablemente, no cuento con el permiso de la autora para citar la fuente, procedo a explicar el concepto por si alguien no lo coge. Se trata de la traslación literal del término skincare, referido a la rutina de cuidados del cutis para que luzca sano y lozano, aplicados a la zona del mismísimo y aledaños.

No me invento nada. Basta una simple búsqueda en Google para descubrir un mundo de productos de peluquería, depilación, higiene, belleza y salud genital femenina del que mis amigas y yo misma, señoras de diferentes edades y fases vitales y hormonales, somos puro público objetivo. Así que no hay noche en la que, entre sesudos análisis de las últimas hazañas de, no sé, Trump, Mazón o Von der Leyen, no nos enzarcemos en acalorados debates sobre si depilarte la floresta o dejártela virgen, si aplicarte el método curly en el vello púbico o dejártelo liso, o si restregarte ungüentos para paliar la sequía de la menopausia o dejarla en barbecho son decisiones personales o políticas, y si tales acciones y omisiones nos empoderan o nos esclavizan. O sea, lo de siempre: la inagotable capacidad del capitalismo para crearte deseos disfrazados de necesidades y facturar en consecuencia. Total, que, entre intercambio de novedades y comparación de resultados, los bajos, no sé, pero tenemos las endorfinas a tope con las risas que nos echamos.

Por la razón que sea, no imagino a un grupo de varones, ni periodistas ni notarios ni operarios de obras públicas, creando un grupo parecido para comentar la problemática de sus partes, y anda que no tienen campo que arar sin salir de las disfunciones eréctiles y las revisiones de próstata. Pero ellos no son de hablar de sus cosas. Me consta que unos colegas, tan reputados o más que nosotras, llevan lustros jugando al pádel todos los santos sábados, con las posteriores cumbres de cañas y cháchara y, ante la sorpresiva nueva paternidad del más veterano, ninguno osó preguntarle por la mamá de la criatura. El psiquiatra Luis Rojas Marcos sostiene que una de las posibles razones por la que las mujeres vivimos más que los hombres es porque hablamos más de todo y no tenemos pelos en la lengua. A ver si va a ser que la brecha de género también es esa.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.
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