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Red de redes
Columna
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Trump y Petro: 12 horas de vértigo

El pulso entre los dos dirigentes por la crisis de los deportados demostró lo fácil que lo tiene el presidente de EE UU para ganar una batalla en Latinoamérica

Ciudadanos colombianos deportados de Estados Unidos llegaban el martes al aeropuerto internacional El Dorado, en Bogotá.
Ciudadanos colombianos deportados de Estados Unidos llegaban el martes al aeropuerto internacional El Dorado, en Bogotá.Carlos Ortega (EFE)
Francesco Manetto

Ningún presidente de una democracia lo es por el entusiasmo pleno de sus votantes. Ni Gustavo Petro ganó las elecciones de 2022 por la entrega acrítica de la mayoría de los colombianos a su proyecto, ni el estadounidense medio es un militante apasionado del movimiento MAGA, Make America Great Again. La realidad política sucede en muchas dimensiones al mismo tiempo. Siempre hay factores intermedios, contextos, y en las mayorías sociales que aúpan a un determinado dirigente hay amplios sectores más tibios o menos fieles a la causa. Gente que escoge una opción por temor o rechazo a la contraria, como pasó en Colombia, o que busca a un culpable del deterioro de sus condiciones de vida. Y ahí está el relato de la “invasión de migrantes” agitado por Donald Trump.

Los dos mandatarios, en las antípodas ideológicas, se enfrentaron hace una semana a golpe de mensajes en las redes sociales en una tarde de vértigo que estuvo a punto de desatar una peligrosa guerra comercial. Petro pretendía encarnar con sus palabras, que todavía resuenan, una suerte de orgullo nacional y tal vez representar un sentido común universal, aunque la modalidad elegida para discrepar —algo de por sí más que legítimo— puso en riesgo la relación bilateral con Washington y demostró lo fácil que le resulta a Trump ganar una batalla. Y el magnate republicano, recién regresado a la Casa Blanca, insistió en la confusión deliberada entre inmigración irregular y criminalidad, lo que derivó días después en otro anuncio: trasladar a 30.000 sin papeles a Guantánamo, con todo el simbolismo que eso conlleva.

El caso es que Petro, como hizo durante la Administración de Joe Biden, autorizó el despegue de dos aviones militares estadounidenses con deportados colombianos. Durante el trayecto cambió de opinión y denegó el permiso para aterrizar. “No puedo hacer que los migrantes queden en un país que no los quiere; pero si ese país los devuelve, debe ser con dignidad y respeto con ellos y con nuestro país. En aviones civiles, sin trato de delincuentes recibiremos a nuestros connacionales. Colombia se respeta”, escribió en su cuenta de X.

La respuesta de Trump fue fulminante. A través de su red social, Truth, calificó a los retornados como “delincuentes ilegales”, llamó “socialista” a Petro, a quien el pretendido insulto debió de parecerle un halago, pero, sobre todo, ordenó la imposición de aranceles del 25% sobre todas las exportaciones colombianas, revocación inmediata de visados a todos los funcionarios del Gobierno y una batería de medidas dirigidas a golpear a todos los colombianos, como la congelación de trámites consulares.

El pulso de Petro no llegó a la apertura de las bolsas del continente. El presidente cedió y aceptó recibir a los deportados, aunque finalmente volvieron en aviones enviados por Bogotá. Pero antes se dirigió públicamente a su homólogo en un mensaje de casi 700 palabras en el que enumeró algunos de los estadounidenses que le gustan, como Walt Whitman, Noam Chomsky, Paul Simon y los anarquistas italianos Sacco y Vanzetti, ejecutados en 1927. Escribió que desprecia “su petróleo”, pero que estaría dispuesto a hablarlo delante de un whisky para después sugerir que quizá Trump no descarta orquestar en su contra un golpe de Estado como el que derrocó a Salvador Allende. “Resistí la tortura y lo resisto a usted”, enfatiza antes de evocar Cien años de soledad. “Túmbeme, presidente, y le responderán las Américas y la humanidad”, continúa. “Su bloqueo no me asusta; porque Colombia, además de ser el país de la belleza, es el corazón del mundo”.

Petro afirmó después que pretendía defender la dignidad contra el argumentario que Trump emplea habitualmente y ante el que otros gobernantes como Claudia Sheinbaum o Luiz Inácio Lula da Silva han optado por una mayor prudencia. Quizá no pronunciarse en X, negociar con Washington sin buscar el aplauso de las redes, intentar llevar al republicano a otro terreno de juego hubiera sido más eficaz. O no. Pero así funciona la diplomacia.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.
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