_
_
_
_
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El año de todos los peligros

La vuelta de Trump a la Casa Blanca dentro de 20 días será decisiva para Ucrania y Oriente Próximo. Y para la cohesión de la UE

Donald Trump durante una intervención en un acto en Arizona.
Donald Trump durante una intervención en un acto en Arizona. Rick Scuteri (AP)
El País

El año que empieza este miércoles es el de todas las incertidumbres y peligros, los intrínsecos del futuro por escribir y los adicionales del desorden que afecta ante todo a la cima del poder mundial y a quien lo va a representar: el caprichoso, errático y siempre disruptivo Donald Trump. De hacerse realidad sus compromisos, en las primeras 24 horas de su presidencia deben terminar las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, sin que se sepa muy bien cómo y a qué precio. También empezará la deportación de millones de personas instaladas en Estados Unidos pero que no cuentan con la nacionalidad. Junto al incremento de las tarifas a la importación, hasta un 60% para China, conformarán el primer paquete de políticas perjudiciales para todos, empezando por la economía de Estados Unidos y, como consecuencia, la global.

El historial de Trump matiza sus más disparatados propósitos, como la compra perentoria de Groenlandia, la recuperación del canal de Panamá, la amenaza militar contra los cárteles de la droga mexicanos, el desmontaje del Estado federal y de sus principales agencias o la venganza contra quienes se han opuesto a su presidencia o han intentado llevarle a la cárcel. Según las visiones más benévolas, esta panoplia de ocurrencias y dislates corresponde a la primera fase del arte de la negociación: el acuerdo que empieza con la intimidación antes de la cesión. Con esta forma de proceder, todavía restringida en la primera presidencia, no valen las instituciones, las alianzas, ni la regla de juego, sino la mera transacción bilateral, en la que Trump impone finalmente su posición de fuerza en defensa de sus intereses.

Marcarán el nuevo rumbo los primeros compases del año, entre el 20 de enero, cuando Trump firme sus primeros decretos, y el 24 de febrero, cuando se conozcan los resultados de las elecciones generales en Alemania. Será un intervalo de especial debilidad europea debido a la precariedad política de las dos principales potencias: Francia —por la fragilidad del Gobierno de François Bayrou, de mimbres similares a los que componían el de Michel Barnier, el más corto de la historia— y, en menor medida, Alemania por las elecciones anticipadas que la dejarán con un Gobierno en funciones a la espera del signo de la nueva mayoría. De seguir la pauta histórica, hasta mitad de año no se conocerá el color de la nueva coalición, sea conservadora-socialista, sea conservadora-verde. En ambos casos encabezada casi con total seguridad por el veterano conservador Friedrich Merz, de orientación europeísta pero susceptible de aceptar el método bilateral con el que Trump pretende dividir a los europeos. Es preocupante que este intervalo pueda alargarse hasta avanzado 2025 si Francia se ve obligada a nuevas elecciones legislativas.

Ucrania pondrá a prueba el lazo transatlántico, con los europeos en desventaja por la interinidad franco-alemana y por la nueva Comisión todavía en fase de despegue. Para limitar su factura, la Casa Blanca trumpista accionará sus palancas: las tarifarias, el gasto en defensa de los socios de la OTAN y la negociación bilateral directa con el Kremlin. Sin unidad europea, la paz puede producirse a espaldas y a expensas de los intereses europeos e incluso de los ucranios. Nada sería peor que una negociación bilateral entre Washington y cada una de las capitales por separado, sin solidaridad europea y sobre una mezcla tóxica de comercio, defensa y futuro de Ucrania. Si Putin saliera vencedor de tal negociación, obteniendo cesiones territoriales y sin garantías suficientes para la seguridad de Kiev, Europa entraría en una peligrosa etapa de fragilidad ante el expansionismo ruso, Trump obtendría su primera derrota geopolítica y China —que viene de un año decepcionante en lo económico pero sobresaliente en lo geopolítico, empezando por su influencia en el Sur global— un interesante antecedente para sus propósitos anexionistas respecto a Taiwán.

Algo paralelo ocurre en Oriente Próximo, donde son todavía mayores las debilidades y las fracturas europeas respecto a Palestina. Sin la UE y sin la ONU, tal como Trump y Netanyahu plantean su geometría regional, serán escasas las expectativas de paz y estabilidad y nulo el reconocimiento de derechos individuales y colectivos para los palestinos. Gaza y Líbano son la piedra de toque. Con una rápida liberación de los rehenes y un alto el fuego en la Franja, junto a la consolidación de la tregua con Hezbolá, Trump se anotaría su primer éxito y podría reactivar los Acuerdos de Abraham para incorporar a Arabia Saudí, ofrecer algún horizonte a los palestinos e incluso proponerse la neutralización negociada del peligro nuclear iraní.

También la nueva Siria liberada de la dictadura depende de la persistencia belicista de Israel, es decir, de que Trump consiga de Netanyahu lo que no consiguió Biden. El nuevo comienzo de Siria está cargado de dificultades, paralelas a las incógnitas de Líbano, económicamente hundido y fragmentado y todavía con territorios ocupados por Israel. En Ucrania y Oriente Próximo se concentran los enormes peligros y a la vez las esperanzas del año que empieza. Y de la época que vivimos. Sería bueno que en ambos escenarios la Unión Europea hablara con una sola voz y sin dobles raseros para defender el derecho internacional. De lo contrario, se arriesga a caer en la irrelevancia y, de paso, a convertir en papel mojado los fundamentos que hicieron posibles las décadas más prósperas y pacíficas de su historia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_