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Salir volando

El regreso a la Casa Blanca de Donald Trump con más poder y el desastre que la dana ha ocasionado sobre todo en Valencia reclama un poco de distancia para analizar qué se hizo mal

El artista Shimabuku, en su exposición en el Centro Botín, delante de algunas de las cometas con las figuras de personas de Santander que volaron por el cielo de la ciudad.
El artista Shimabuku, en su exposición en el Centro Botín, delante de algunas de las cometas con las figuras de personas de Santander que volaron por el cielo de la ciudad.Pedro Puente Hoyos (EFE)
José Andrés Rojo

Son muchos estadounidenses los que se han decantado por Donald Trump, más de 72,7 millones de votantes frente a los algo más de 68 de Kamala Harris —a falta todavía de completar las cuentas—. Entre todos ellos los habrá fanáticos, ignorantes, despistados, quienes se creyeron ingenuamente sus mensajes y quienes fueron manipulados, los que están cargados de odio y llenos de resentimiento, pero también habrá algunos que consideraron que si los demócratas ganaban las elecciones les iba a ir peor en los próximos años. ¿Por qué? Esa es seguramente la verdadera cuestión, por qué entre los que han preferido al magnate aumentan los más desamparados, la gente con rentas bajas, los que tienen menos estudios. Trump ganó también puntos entre los latinos, los negros, los jóvenes. Se suponía que el Partido Demócrata estaba a la izquierda, y que su tarea era la de proteger e impulsar y devolver la dignidad a quienes menos tienen. Lo procuró hacer Joe Biden durante su mandato, pero lo cierto es que Kamala Harris se impuso entre los que tienen rentas superiores a 100.000 dólares. Seguro que no tuvo tiempo de comunicar su mensaje, que llegó tarde, etcétera, pero lo cierto es que los resultados son los que son. Y son deprimentes.

Por lo que toca a la dana, todo queda contado con solo mirar el lodazal, el barro, la ciénaga —y el dolor por las vidas perdidas y por lo que les toca ahora a quienes lo han perdido todo—. Hubo errores mayúsculos de gestión, por lo que se va sabiendo, y la catástrofe terminó desbordando a cuantos tenían que haberse ocupado de evitar lo peor. La impresión que queda, tras observar en Valencia una y otra vez situaciones desgarradoras, es que los políticos también se embarraron en lo suyo, no hubo sintonía entre quienes tenían que haberse entendido, incluso hubo quienes procuraron obtener alguna ventaja de la tragedia en sus batallas de poder. Han pasado días y aún no se ha visto toda la fuerza del Estado —coordinada en sus distintos niveles— volcada en arreglar semejante destrucción. Como si hubiera perdido músculo por tanta polarización y tanto ruido inútil.

Estos días se puede ver en el Centro Botín de Santander una exposición de Shimabuku, un artista japonés que construye su obra a través de las relaciones que genera y no tanto en los objetos que produce. Sus piezas están llenas de sentido del humor, y en ellas procura conectar no solo con la gente, sino también con animales —pulpos o monos, por ejemplo—, e incluso realiza una propuesta con una serie de cítricos flotando en tanques de agua. Las explicaciones que ilustran sus trabajos son finísimas, y cuanto hace tiene la virtud de contagiar un poco de fe en la vida y en nuestros congéneres y reconciliarnos con la variedad de criaturas que habitan en este planeta.

En Santander juntó este año a un montón de vecinos para que, bajo su supervisión, dibujaran sus cuerpos para convertirlos en cometas que lanzaron después al aire. Salieron volando, se revolvieron contra la gravedad y la levedad las fue guiando ahí arriba, desde donde pudieron ver cuán pequeños somos al fin y al cabo. Shimabuku registró en vídeo la propuesta. No es mala idea para estos tiempos de inquietud y perplejidad y desolación, y donde tan fácil resulta emborracharse en un bucle de reproches. Salir volando no tiene que ver solo con las ganas de alejarse de la adversidad, sino con la necesidad de buscar un paréntesis que permita observar desde lejos qué está pasando, qué nos está pasando. Recuperar algo de esperanza y luego arremangarse.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.
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