Amnistía interrupta
Ante las elecciones en Cataluña y País Vasco, donde se acepta mejor y hasta se aplaude la ley que beneficiará a quienes cometieron delitos relacionados con el proceso independentista catalán, la cuestión desaparece de ciertos medios
La amnistía lo era todo. Rellenaba horas de tertulias en radio y televisión, ocupaba las portadas de los diarios de papel y la mayor parte del espacio de las versiones digitales. Desde la derecha tradicional hasta los arcenes sucios de la ultraderecha mediática, todo era amnistía. No había duda del fin del Estado de derecho, de la igualdad de los españoles ante la ley, del desmoronamiento de las instituciones democráticas, de la supresión de la independencia judicial, del recorte de fondos europeos, de la respuesta inmisericorde que enviaríamos los bruselenses y del fin de la nación. Los medios conservadores, los reaccionarios, los panfletos ultra, todos coincidían. Sólo faltaba poner fecha al fin de la democracia española y al advenimiento de la autocracia sanchista. Se necesitaba un Francisco de Quevedo que renovara aquel “Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados”. Era el fin de un mundo de concordia y convivencia democrática ejemplar, donde nadie nunca mintió ni polarizó ni crispó para dar paso a un mundo nuevo, sucio, violento, en el que los patriotas lloraban impotentes. A nadie podía extrañar que el fin del país y de la democracia fuera prácticamente el único tema de conversación mediático y político. Hasta que se convocó a los ciudadanos a las urnas en las dos comunidades autónomas donde según los sondeos los cuatro jinetes del apocalipsis de la amnistía no son tan fieros como los pintan.
Los vascos votan este domingo y los catalanes lo harán tres semanas después, el 12 de mayo. Todos los estudios publicados hasta la fecha aseguran que si hay dos territorios en los que se acepta mejor y hasta se aplaude la ley de amnistía que beneficiará a quienes cometieron delitos relacionados con el proceso independentista catalán, son precisamente el País Vasco y Cataluña. Y ni el movimiento del expresidente catalán Carles Puigdemont hacia el sur de Francia y su candidatura a la Generalitat han vuelto a encender las alertas mediáticas por la amnistía. Como si ese mundo que don Pedro llama fachosfera (palabreja fea, dicen; insultante, critican; pero redondita, y sobre todo hipnótica como una flauta de Hamelin) no quisiera, temporalmente, hablar de la nación y la democracia y pusiera por delante los intereses electorales de algunos partidos políticos. Si el candidato a lehendakari por el Partido Popular, Javier de Andrés, casi no habló de ETA durante el último debate electoral y doña Isabel, que fue a darle su respaldo, no mencionó a la banda terrorista ni la amnistía, no serán los medios de su cuerda quienes vayan a calentar el ambiente con asuntos que pueden perjudicar las opciones electorales de sus protegidos. O protectores, si miramos las subvenciones a medios de las administraciones populares.
La amnistía desapareció de las portadas de ABC durante esta última semana cuando fue desayuno, almuerzo, merienda y cena durante meses. Pasó lo mismo con las de El Mundo, que también guardaba siempre un espacio para la ley que supuestamente acabará con la democracia española y devolverá al país al neolítico. Los columnistas de los dos grandes diarios de la derecha apenas rozaron el asunto, cuando durante meses no se sacaban tan maligna ley de la boca. En La Razón sólo apareció en portada en los últimos días en relación a una posible vuelta de un Carles Puigdemont que forzaría su detención para generar un efecto mártir que aumentara sus posibilidades de volver a la poltrona del Palau de la Generalitat después de seis años y medio de ver por la ventana (es un decir, desde su ventana no se veía) el Butte du Lion de Waterloo. A los populares no les interesa hablar mucho de amnistía hasta que pasen las catalanas, porque incluso una parte nada desdeñable de los votantes conservadores en Cataluña son favorables a la ley que perdonará esos delitos. Pero pasarán las autonómicas vascas y catalanas y tendremos todo un mes, hasta las europeas del 9 de junio, de amnistía con el gofio del desayuno, amnistía con el vermut del aperitivo, amnistía con los gaufres de la merienda y amnistía con el tinto de verano de un mayo que se espera bochornoso.
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