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Columna
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El hombre y el clima

Antes en Egipto, ahora en los Emiratos Árabes Unidos y el año próximo en Azerbaiyán, se afianza la costumbre de convocar congresos para la reducción de los referidos combustibles en países que los producen

La presidencia de la COP28 aplaude el acuerdo alcanzado, el pasado 13 de diciembre.
La presidencia de la COP28 aplaude el acuerdo alcanzado, el pasado 13 de diciembre.AMR ALFIKY (REUTERS)

Muy de mañana, he salido al balcón en mangas de camisa a fin de comprobar si, clausurada hace dos semanas la cumbre del clima en Dubái, empieza a notarse la limitación del incremento de la temperatura global a 1,5º sobre los niveles preindustriales. No es por regodearme en el pesimismo, al que debo muchos momentos de satisfacción, pero yo no aprecio voluntad firme de frenar el calentamiento global pese al júbilo que estalló en Dubái cuando los reunidos firmaron in extremis un acuerdo de buenas intenciones que compromete, pero no obliga, y cuyo cumplimiento bajo la acción legislativa de gobiernos venideros ninguna autoridad supranacional verificará ni menos sancionará en caso de conculcación. ¿Son veraces las cifras de emisiones contaminantes que cada cual notifica? Las imágenes del reciente congreso parecían sacadas de una película de Berlanga. Faltó Pepe Isbert con kufiya anunciando el acuerdo de limitar o suprimir el uso de combustibles fósiles en un futuro gestionado por seres humanos que ahora son niños o todavía no han nacido. Ya se les dirá a su debido tiempo lo que deben hacer. Antes en Egipto, ahora en los Emiratos Árabes Unidos y el año próximo en Azerbaiyán, se afianza la costumbre de convocar congresos para la reducción de los referidos combustibles en países que los producen. A Dubái acudieron representantes de 198 países quemando queroseno en sus respectivos aviones de ida y vuelta. Vuelan, vuelan sintagmas: transición energética, aumentar la capacidad de renovables, costear la acción climática. ¿Otras opciones? Está la de los activistas de Just Stop Oil que asestaron martillazos a un cuadro de Velázquez. Ya puestos, ¡cuántos discursos falaces y cuánto dinero nos ahorraríamos con solo que el desastre climático se solucionase lanzando chorros de lanzallamas contra Las Meninas o con cuatro golpes limpios y baratos de almádena a la Dama de Elche!

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