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Columna
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Puigdemont nunca es de fiar

El líder de Junts siempre ha jugado. Con los suyos. Con todos. Es un gran especialista en hacer cobras

Carles Puigdemont abandona la reunión con dirigentes de Junts, este jueves en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas.
Carles Puigdemont abandona la reunión con dirigentes de Junts, este jueves en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas.EFE
Berna González Harbour

La ecuación es complicada: para muchos ciudadanos, oponerse a un gobierno con la ultraderecha no equivale a convertirnos en partidarios de regalar la luna a quienes han violado la ley a sabiendas. Hay límites. Contemplar a Puigdemont en el papel de prima donna rodeado de su séquito, de sus supuestas instituciones paralelas y burlando al Estado con cuyas reglas dice estar dispuesto a jugar no debería entrar en la factura.

Puigdemont siempre ha jugado. Con los suyos. Con todos nosotros. Como president no lo fue de todos los catalanes, sino solo de los independentistas. Bajo su presidencia, el Parlament aprobó las leyes ilegales de desconexión y una declaración unilateral de independencia que él suspendió segundos después, por la que le iba a caer, mientras preparaba su fuga hasta Bruselas, donde continúa. Puigdemont no es de fiar, ha dado suficientes pruebas de ello. Y negociar con él es arriesgarse a perder. Por ello con acuerdo o sin acuerdo, el PSOE se la juega.

Si las condiciones pactadas esta semana por el PSOE y ERC ya desbordan límites y son difíciles de comprender para quienes creemos en el Estado de derecho, la sola idea de que aún son insuficientes para Puigdemont aterra. El PSOE ha aceptado la amnistía generalizada, incluyendo a miembros de los CDR y Tsunami Democràtic cuyos delitos han sido calificados como terrorismo. Ayer mismo la Audiencia Nacional abrió juicio contra 12 de ellos, de los que ocho están acusados de tenencia y fabricación de explosivos. Seguimos. El PSOE ha aceptado condonar 15.000 millones de deuda a Cataluña. Y ha aceptado un “verificador” entre ambas partes como si estuviéramos hablando de un alto el fuego entre rusos y ucranios. Y lo ha hecho además sin ninguna declaración de renuncia a la unilateralidad, sin ningún propósito de corrección, sin ningún gesto ni generosidad por parte de los independentistas. Solo a cambio de unos votos. Siete de ERC. Y siete, pendientes aún, de Junts. Esto sale demasiado caro.

Y, sin embargo, para Puigdemont no es suficiente. Como esos caseros que ponen un piso a la venta muy caro porque les da igual venderlo que no, el líder de Junts le ha hecho una cobra al Gobierno. Y es que es un gran especialista en cobras. Si en 2017 cumplió con sus seguidores un ratito para dar marcha atrás poco después, ahora torea al Gobierno. Y el PSOE, que ya había dado la señal del piso en cuestión, se queda colgado de la brocha. Al menos, por hoy. Siempre se puede ir a peor.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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