Esta escuela no está haciendo su trabajo
Los lectores escriben sobre la educación en Cataluña, el desmantelamiento de centrales nucleares y la gestión de los residuos radioactivos, y sobre la amnistía
Mi hijo adolescente estudia en un centro concertado que ha iniciado una revolución consistente en la visión holística del alumnado: 60 niños por clase con tres profesores. Este es el segundo año en que vivimos esta experiencia y no somos capaces de resumir la frustración y la angustia que sentimos como padres frente a la escasa información que se nos facilita y la pobre formación que reciben. Seguramente nos pregunten por qué los mantenemos con esa escolarización. El primer año, a cuatro días del inicio del curso, nos informaron de la implantación de este sistema, y este año ha sido imposible escolarizar a nuestro hijo en un centro de nuestra conveniencia por falta de plazas. ¿Qué está pasando con la educación en Cataluña? ¿Quién es el impulsor de esta deriva pedagógica destinada a la generación de consumidores y no de pensadores? ¿Por qué los niños no escriben en papel, no memorizan, no pueden tener clases que superen los 20 minutos? ¿Quién va a ir a la Universidad? Lo siento, hijo.
Victoria Rodríguez Rodríguez. Granollers (Barcelona)
El problema de los residuos
Leo en EL PAÍS sobre el desmantelamiento de la central nuclear de Garoña. Habla de miles de toneladas de residuos y menciona que en el año 2035 le tocará a la central nuclear de Trillo. Mi primer empleo como ingeniero fue precisamente en el proyecto de esa central. Por aquel entonces, era un firme defensor de lo nuclear, aunque ya se había producido el accidente de Three Mile Island. Luego ocurrieron Chernóbil, Fukushima, además de otros menores. Pero lo peor no son los accidentes, sino los residuos que producen las centrales. El combustible “quemado” contiene elementos que tardan millones de años en desintegrarse. Es como si hubiéramos comprado un coche con una hipoteca a 100 años. Cuando del coche no quede nada, alguien seguirá pagando.
Dimitri Fernández Bobrovski. Madrid
Deslegitimar al adversario
El mensaje ponzoñoso del “golpe de Estado sanchista” está calando en la población y me asombra y preocupa profundamente. El Congreso y el Senado, cámaras donde reside la soberanía popular, podrán tramitar los proyectos o proposiciones de ley que estimen necesarios. La constitucionalidad de los textos que emanan de las Cortes se presupone pero, en última instancia, cabe anteponer un recurso ante el Tribunal Constitucional. ¿Qué golpe de Estado puede ver alguien en el funcionamiento normal de las instituciones? Tan normal es la redacción de la ley de amnistía, su debate y aprobación como su posterior recurso y sentencia del alto tribunal. Confundir legalidad con postura política es tremendamente peligroso. Acusar de golpismo o traición no solo al presidente, sino a la mitad de la representación popular en el Congreso supone la deslegitimación política de la mitad de este país, y de estos polvos vendrán los futuros lodos de los que todos y todas nos arrepentiremos.
Sara Paz Suárez. Los Campos (Asturias)
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