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Columna
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El cambio de hora y las señales de otro mundo

Solo mañana, cuando abramos los ojos, sabremos si hemos atravesado el bucle y el mundo sigue igual o ha triunfado una alteración que convierta a Putin en pacifista

Los representantes de Hamás, Bassem Naim y Moussa Abu Marzouk, junto al viceministro de Exteriores ruso, Mijaíl Bogdanov, el jueves cerca de Moscú, en una foto difundida por el grupo palestino.
Los representantes de Hamás, Bassem Naim y Moussa Abu Marzouk, junto al viceministro de Exteriores ruso, Mijaíl Bogdanov, el jueves cerca de Moscú, en una foto difundida por el grupo palestino.REUTERS
Berna González Harbour

Sería fantástico vivir una experiencia parecida a la de Alicia en el país de las maravillas al caer en un universo donde uno se agranda o mengua mientras ve reinas y conejos al trote. Habitar por una vez en una de esas fisuras que diseña Murakami para deslizarnos en una realidad alterada. Incluso lanzarnos al andén 9 y ¾ de King’s Cross y no chocarnos con un muro, sino entrar en Hogwarts, como Harry Potter, aunque sea para librar terribles batallas subidos a una escoba. Creo que todos, demasiado acostumbrados a la cruda realidad, desearíamos caer en un bucle irreal en algún momento de la vida. En este momento de la vida.

Estaba pensando en esto cuando me pareció que había llegado el día. Hoy cambian la hora, es el momento propicio. Durante 60 minutos en los que ya no tenemos nada que hacer porque nuestros móviles trabajan por nosotros como esos duendecillos que cosían los botines para un pobre zapatero, se activará ese bucle, esa grieta.

Ha habido señales. Las hemos visto. Stranger things.

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La primera es ver a Putin erigirse en defensor de los civiles de Gaza. Propone el presidente ruso aplicar la solución de dos Estados, que podemos entender como el respeto de cada uno a la existencia del otro. La organización terrorista aplaudió la postura del Kremlin y sus esfuerzos para que cesen “los crímenes de Israel respaldados por Occidente”. En la breve fisura espacio temporal que se abría en el mundo real en 1Q84 (Murakami) la denominada Little People entraba a hacer de las suyas para cambiar las reglas del mundo. En este bucle abierto por el cambio de hora ha debido de entrar Putin, un Putin renacido que hoy defiende a los civiles de Gaza frente a los excesos de Israel como si no estuviera pasando nada en Ucrania. ¿Ucrania? ¿Qué es eso?

La segunda señal del bucle de fantasía —salvando todas las distancias, claro— ha sido ver a Feijóo ensalzando a Puigdemont como un líder que al menos dice la verdad. Le tiene gran respeto, ha dicho. El líder fugado al menos tendrá quien le defienda de Vox. Más stranger things.

Habríamos preferido un bucle más onírico, una fantasía digna de desconectar, de recorrer madrigueras y vivir una aventura con el sombrerero de Alicia, pero es lo que hay. Solo mañana, cuando abramos los ojos sabremos si el cambio de hora ha funcionado como un gran cambio de agujas, si hemos atravesado el bucle y el mundo sigue igual, o ha triunfado una alteración que convierta a Putin en pacifista. Y a la derecha española en algo más tolerante a los diferentes. Y, si no, en marzo.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.
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