Philippe Sands: “La idea de que Putin hoy defienda a los civiles de Gaza me pone enfermo”
El abogado de crímenes de guerra y autor de ‘Calle Este-Oeste’ subraya el derecho de Israel a su legítima defensa, pero en el marco de la ley internacional
Philippe Sands sedujo a numerosos lectores con la obra Calle Este-Oeste, una indagación en sus orígenes familiares en Lviv (Ucrania) que no solo le permitió descubrir las represalias que sus antepasados sufrieron como judíos, sino también conectar su profesión, abogado especialista en crímenes de guerra, con una difusión a gran escala del lado humano que se esconde tras las grandes causas que se celebran en los tribunales internacionales. Él ha trabajado en casos relacionados con la antigua Yugoslavia, Ruanda, Pinochet, Guantánamo o la guerra de Irak en el Tribunal de Justicia de la UE y en el Tribunal Penal Internacional. Y, después de 25 años dedicado a ello, ha sabido trasladar esa experiencia a obras de una solvencia literaria y una fluidez muy alejada de los textos de sentencias o dictámenes jurídicos, aunque con la misma precisión. Desde esa posición se ha convertido en voz influyente sobre Ucrania al estallar la guerra de Vladímir Putin. Y, en los últimos días, sobre Israel.
Sands, nacido en Londres en 1960, firmó hace pocos días en el diario Financial Times una carta junto a Lord Neuberger, expresidente del Tribunal Supremo británico, y otros seis colegas en la que, “como abogados y como judíos”, apelan a Israel para que cumpla la legalidad internacional. “Hamás ha cometido crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Israel tiene derecho a responder en legítima defensa, pero la actuación de Israel nos preocupa”, decía en esa carta y asegura a EL PAÍS en Barcelona, donde este jueves participó en un debate organizado por el CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona). La ley internacional prohíbe específicamente el asedio a la población, impone una destrucción mínima de la vida civil y las infraestructuras. Y el castigo colectivo está prohibido, relata. Y reitera, como escribieron en la carta publicada: “La historia judía nos enseña que no podemos renunciar a las obligaciones de la ley internacional”.
Pregunta. ¿Qué estamos viendo en Gaza desde el punto de vista judicial? ¿Estamos viendo crímenes de guerra, de lesa humanidad?
Respuesta. Empecemos con lo que pasó el 7 de octubre: aquello fue una masacre de civiles a una escala enorme, como los pogromos que hemos visto en la historia, y un crimen de guerra o crimen contra la humanidad con impresión de genocidio. Esa criminalidad da derecho a Israel a actuar en legítima defensa. No hay duda. Pero ese derecho no es ilimitado, debe actuar conforme a la ley y la ley obliga a no dañar a los civiles o al menos no dañarlos de forma desproporcionada.
Sands no quiere aventurar un juicio prematuro y se refiere al caso del hospital de Gaza, por ejemplo, para asegurar que sin información independiente es imposible hoy saber si se trata de una acción israelí o de un grupo yihadista. “Es terrible, no sabemos quién es el responsable, pero lo sabremos, se investigará a su debido momento. Lo que sí sabemos es que hay reglas que deben ser obedecidas y que quienes no las cumplan, deben responder por ello ante la justicia. Ahora no debemos apresurarnos a juzgar”.
Sands está colaborando con Volodímir Zelenski en el impulso de un tribunal específico para juzgar a los dirigentes rusos por el crimen de agresión a Ucrania, algo que encuentra recelos en algunos países occidentales, por lo que puede suponer ante casos como la guerra de Irak. En entrevista con el suplemento Ideas el pasado junio, aseguró tajantemente que Rusia estaba cometiendo crímenes de guerra, de lesa humanidad y de agresión.
P. ¿Acaso no está Israel cometiendo también un delito de agresión?
R. No, no es crimen de agresión, es legítima defensa. Israel está en su derecho de tomar medidas para protegerse. La cuestión es si lo está haciendo dentro de la ley. Cuando un país es atacado como lo fue Israel el 7 de octubre, está autorizado a usar la fuerza para defenderse. Rusia no actúa en legítima defensa, pero Ucrania sí. Si hay una analogía aquí es entre Ucrania e Israel en términos de uso legítimo de la fuerza, pero lo que no sabemos es si está en los límites de la ley.
Los bombardeos sobre Gaza que han causado, según las autoridades de la Franja, más de 7.000 muertos en dos semanas son, para Sands, difíciles de clasificar aún a pesar del vastísimo sufrimiento que estamos viendo. “Hay que esperar y ver hasta que haya claridad”, asegura, ya que “la ley internacional autoriza a convertir en objetivo instalaciones militares y no prohíbe que puedas matar civiles incidentalmente mientras los estás atacando”. Pero distingue: “Mi mayor dificultad es ver los cortes de agua y electricidad. Eso no es atacar un objetivo militar. Esto es muy problemático y por eso en nuestra carta decimos que parece que eso infringe la ley internacional”.
En tantos años como abogado de crímenes de guerra, asegura, si algo ha aprendido es que “nada es solo lo que parece, siempre hay complejidad”. “Y eso”, añade, “es lo que he intentado abarcar en mis libros: la complejidad”.
Sands pone el dedo en la llaga del doble rasero de la comunidad internacional: ese cerco a Gaza, ese corte del abastecimiento del agua y la electricidad, no está recibiendo las condenas internacionales que recibió la misma acción por parte de Rusia cuando atacó infraestructuras de energía en Ucrania: “Yo estaba en Lviv cuando la energía fue convertida en objetivo, desconectada, y no porque fuera un objetivo militar, sino para hacer la vida más difícil a los civiles durante el invierno. Fue estúpido por parte de los rusos porque eso solo refuerza la indignación en la comunidad atacada”.
“¿Y dónde está la condena cuando Israel toma como objetivo la energía en Gaza?”, se pregunta Sands. “Uno de los asuntos que aparece en cada uno de los casos en los que he trabajado es el doble rasero. Todo el mundo, todos los países, todas las familias tenemos doble rasero, seamos sinceros. Pongamos el caso de España: ¿Qué derecho tenía España a proceder contra Pinochet cuando no hizo absolutamente nada contra el régimen dictatorial de su propio país? Debemos hacérnoslo mirar”.
P. Hablando de dobles raseros. Putin ha recibido a representantes de Hamás y propugna la solución de dos Estados, cuando él no respeta el de Ucrania.
R. Esto es algo muy personal para mí. Hago a Putin personalmente responsable de la muerte de una amiga, Victoria Amelina, alcanzada en el ataque a un restaurante civil en Donbás. El fiscal general de Ucrania, con el que trabajo estrechamente, me confirmó que ese restaurante fue un objetivo explícito. Era una novelista fantástica, reunía historias de mujeres víctimas de violaciones de derechos humanos, tenía un hijo de diez años… así que seré claro: la idea de que Putin esté hablando a nadie sobre la necesidad de proteger civiles me pone enfermo, es asquerosa y debe ser calificado como lo que es, vergonzosamente espantosa.
Después de Calle Este-Oeste y de Ruta de escape, ambos en Anagrama, Sands publicará próximamente lo que considera la tercera entrega de una trilogía que recorre desde el nazismo hasta la dictadura de Pinochet. A la espera de ese libro sobre el dictador chileno en el que lleva trabajando muchos años, acaba de publicar otro que nada tiene que ver, una joya para quien esté interesado en pequeñas historias que pueden convertirse en grandes. Se trata de La última colonia, en la que aborda la lucha de los habitantes de unas islas del Índico que fueron desgajadas de Isla Mauricio por el imperio británico en los años sesenta para cumplir los deseos de EE UU, que quería instalar una gran base en la isla de Diego García. La historia de los nativos deportados a la fuerza ha sido objeto de su trabajo en la justicia internacional y, ahora, argumento de este nuevo libro, que apunta a los crímenes de su propio país, el Reino Unido, en una de sus excolonias. Con humor, cierra la conversación en el CCCB apuntando que, a diferencia de los libros que llevan la palabra “nazi” en la portada, los que llevan la palabra “imperio británico” no venden en su país. Los relatos del nazismo, finalmente, hacen a los británicos sentirse en el lado bueno de la historia. La suya propia, no.
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