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ENTREVISTA

Philippe Sands: “Europa está viviendo una fractura como en los años treinta”

El especialista en derechos humanos publica en español la novela donde rastrea los misterios de su familia y retrata a los juristas pusieron nombre al genocidio

Guillermo Altares
Philip Sands durante el Festival Hay de Segovia.
Philip Sands durante el Festival Hay de Segovia. AURELIO MARTÍN

En los agradecimientos de su última novela, John Le Carré escribe: “Quisiera dar las gracias especialmente a Philippe Sands, que me guio con el ojo de un abogado y la comprensión de un escritor”. Sands, de 57 años, es uno de los abogados de derechos humanos más reputados de Reino Unido, que ha estado implicado en los principales procesos de los últimos años: Pinochet, Bosnia, Irak, Ruanda… Autor de varios ensayos jurídicos, una invitación para dar una conferencia en Lviv o Leópolis, una ciudad ucrania que antes fue polaca y antes austrohúngara, cambió su vida. Allí había nacido su abuelo, pero también los dos fundadores del derecho internacional, los juristas que inventaron los conceptos de “crimen contra la humanidad” y “genocidio”. Y también había pasado por ahí Hans Frank, el gobernador nazi de Polonia, responsable de la muerte de las familias de estas tres personas. Aquella invitación se convirtió en un libro, Calle Este-Oeste, uno de los fenómenos literarios del año en el mundo anglosajón, ahora traducido por Francisco J. Ramos Mesa en Anagrama. Es a la vez una obra de intriga que trata de responder a viejos misterios familiares, la evocación de un mundo perdido —toda la familia de su abuelo fue asesinada por los nazis— y un retrato de las figuras que lograron algo que parecía imposible entonces: que los Gobiernos no tuviesen derecho a hacer lo que quisiesen con sus ciudadanos. Sands visitó España a finales de septiembre para presentar su libro. Esta conversación tuvo lugar durante el Hay Festival de Segovia.

PREGUNTA. Una vieja frase de Albert Camus hablaba de que entre su madre y la justicia, elegía a su madre. Uno de los protagonistas de su libro es Niklas Frank, hijo de Hans Frank, gobernador nazi de Polonia, juzgado como criminal de guerra en Núremberg y ejecutado. Sin embargo, Niklas siempre reconoció los crímenes de su padre. ¿Cree que viviríamos en una sociedad mejor si más gente fuese capaz de dar ese paso, de renunciar a su tribu en nombre de la justicia?

RESPUESTA. Creo que es una excepción. La primera vez que me encontré con él, lo primero que hizo fue sacar una fotografía de su padre muerto, que realmente me chocó. Mostró un odio hacia su progenitor que me hizo sentir incómodo. Lleva siempre consigo esa foto de su padre poco después de morir ahorcado. Fue el primer hijo de un alto cargo nazi que dijo que su padre era criminal y merecía morir. Fue un escándalo en Alemania. Me gusta su actitud, pero la lleva demasiado lejos.

P. Mantiene que su libro no es sobre el Holocausto, sino sobre la memoria y los secretos, pero ¿no cree que también describe el mundo que cambió por completo tras los crímenes nazis?

El motivo por el que volvemos a leer a Joseph Roth o Stefan Zweig es que sentimos que algo está pasando en Europa de nuevo

R. Hay un hueco en la historia de mi familia: mi abuelo nunca habló de ello, mi madre tampoco. Y algo ocurrió cuando cumplí los 50 años y quería saber quién era. Me invitaron a Lviv y tuve la oportunidad de ir a conocer la casa en la que nació mi abuelo. Lo entendí cuando, hablando con mi hijo de 21 años hace unos meses, acababa de leer el libro y me dijo: “Es muy interesante. Conozco la historia de la familia, pero tú, cuando tenías mi edad, no lo sabías. Eso nos hace muy diferentes”. Lo que planea sobre todo es la historia de Europa en los años treinta, los asesinatos masivos de judíos, y polacos, que al final desencadenaron una revolución: antes de ese momento, el Estado era soberano. Si el rey o el gobernante quería matar a la mitad de su población, nadie se lo iba a impedir, la ley internacional no existía.

P. ¿No es algo que sigue produciéndose ahora? Myanmar (antigua Birmania) ha expulsado a cientos de miles de rohinyás en semanas, en un claro episodio de limpieza étnica, y nadie ha podido frenarlo. Se han producido muchas atrocidades masivas desde 1945. Algo ha cambiado, pero ¿ha cambiado lo bastante?

R. Antes de 1945, la ley internacional siempre guardaba silencio. Sobre los judíos en Alemania nadie dijo nada, porque Alemania podía tratar a sus ciudadanos como quisiese, los judíos, los homosexuales, los discapacitados. Y en ese sentido el cambio fue revolucionario, aunque esos cambios son muy lentos, no se puede esperar que se transforme el comportamiento humano. Pasarán años, décadas, antes de que se produzcan cambios reales para que se transforme la protección de los individuos y los grupos.

P. Los dos juristas que retrata en su libro, Hersch Lauterpacht y Raphael Lemkin, acuñaron los conceptos de “crimen contra la humanidad”, el primero, y “genocidio”, el segundo, que fueron utilizados por primera vez en los juicios de Núremberg. ¿Cuál es la diferencia entre ellos?

R. En términos simples: “crímenes contra la humanidad” busca proteger al individuo frente a la violencia en guerras y matanzas. “Genocidio” trata de la protección de grupos, todos los genocidios son crímenes contra la humanidad, pero no al revés. La diferencia esencial es que si matas a 100.000 individuos, siempre será un crimen contra la humanidad, pero sólo será un genocidio, según la ley, si puedes demostrar que la matanza tenía como objetivo destruir al grupo en todo o en parte. Creo que la pregunta habría que plantearla de la siguiente manera: ¿quieres que la ley te proteja como un individuo o quieres que la ley te proteja como miembro de un grupo, religioso, nacional, el que sea? ¿Qué soy antes, un individuo o un miembro de un grupo?

P. Uno de los grandes personajes del libro es la ciudad, ahora en Ucrania, en la que coinciden todos los personajes, Lviv o Leópolis, Lemberg en otras épocas. En Postguerra, Tony Judt explica que hubo una Europa multiétnica y multirreligiosa que desapareció con la II Guerra Mundial. ¿Cree que Lviv simboliza esa transformación?

R. No creo que simbolice una Europa que ha desaparecido, creo que ha cambiado: Lviv en los años treinta, Londres en los años dos mil. No creo que haya tantas diferencias. Lviv en los años treinta vivía un bullicio de intelectuales, escritores, arquitectos, comerciantes, con tensiones entre los diferentes grupos, pero era también una urbe vibrante, con música, cine, teatro…Como la ciudad en la que vivo ahora. Pero en 15 años todo desapareció. Eso me fuerza a plantear una pregunta: ¿Por qué damos por hecho que el Londres actual no puede desaparecer, que estará aquí para siempre? Empezamos por el Brexit, que es una demonización de los otros… ¿Por qué no podría ocurrir en Londres, en París o en Barcelona?

P. Toma prestado el título de Joseph Roth, que también era de Lviv, y cita a Stefan Zweig. ¿Por qué cree que son dos autores que ahora mismo se están leyendo mucho, sobre todo Zweig y sus memorias, El mundo de ayer?

R. El mundo de ayer es un libro increíble. Volvemos a ellos porque algo está ocurriendo y por eso nos inspira. El motivo por el que volvemos a leerlos es que sentimos que algo está pasando en Europa de nuevo, ya sea el Brexit, lo que ocurre en Hungría, el nacionalismo en Cataluña. Europa está viviendo una fractura y la última vez que algo así ocurrió fue en los años treinta. Y los autores que nos inspiraron durante esa ruptura fueron Zweig o Roth o el más desconocido Józef Wittlin.

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Autor: Philippe Sands.


Editorial: Anagrama (2017).


Formato: versión Kindle y tapa blanda (600 páginas).


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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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