_
_
_
_
columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Contra la lengua común

Como las lenguas cooficiales lo son en algunos territorios pero no en todo el Estado, y nos parece bien que se utilicen en el Congreso, es obvio que aquellas que la Constitución no reconoce como oficiales también deberían hablarse en la Cámara

Lenguas Cooficiales ERC
La presidenta del Congreso, Francina Armengol, el 17 de agosto, cuando asumió el cargo y se comprometió a facilitar el uso de las lenguas oficiales del Estado en el Congreso.Juan Carlos hidalgo (EFE)
Daniel Gascón

La reforma exprés del Reglamento que ha presentado el PSOE, con firmas de Sumar, Esquerra Republicana de Catalunya, EH Bildu, PNV y Bloque Nacionalista Galego, para que se puedan usar las lenguas cooficiales en el Congreso es un paso en la buena dirección. Que unas personas que tienen una lengua común decidan emplear las lenguas que no comparten —y que no comparten con muchos de sus representados— para conversar entre ellas es una muestra inequívoca de progreso. Pero es insuficiente. El diputado de Sumar Jorge Pueyo dijo que se debía hablar también en aragonés. Otros han pedido que se emplee el asturiano. De ser así, en los parlamentos autonómicos no se utilizarían esas lenguas, pero en el nacional sí. Cosas más raras se han visto: un teórico del pluralismo reprochó a Salvador Illa que empleara en el Parlament la lengua cooficial y mayoritaria de la población de Cataluña; Alberto Núñez Feijóo habla una lengua cooficial, a diferencia del presidente Sánchez, adalid de la diversidad.

Como las lenguas cooficiales lo son en algunos territorios, pero no en todo el Estado, y como nos parece bien que se utilicen en el Congreso, es obvio que las lenguas que la Constitución no reconoce como oficiales también deberían hablarse en la Cámara. Uno podría preguntarse por qué otros idiomas que se emplean en España, como el árabe o el rumano, carecen de ese espacio. Pero tampoco deberíamos detenernos ahí. El aragonés, el catalán o el castellano tienen variedades, como todas las lenguas. ¿Por qué privilegiar una y desdeñar otra? Si estamos contra la koiné debemos estar contra la koiné hasta las últimas consecuencias. Una política verdaderamente ambiciosa no se detendría en las lenguas ni en los dialectos, que son elementos superficiales de la diversidad: nuestro objetivo debe ser el idiolecto. El guirigay será la alegoría de nuestra maravillosa individualidad intransferible, de nuestra irreductible soledad metafísica. Supondrá reconocer que cada ser humano habla una lengua distinta y que, como todo el mundo sabe, la comunicación es imposible. Los referentes cambian, la experiencia es incomparable, las imágenes mentales difieren y nadie sabe lo que el otro quiere decir: nadie sabe, en puridad, lo que uno mismo quiere decir. Un intérprete especializado y quizá ideal nos ayudará a entender lo que pensamos: desde ese gozoso estado de confusión, regresaremos lenta y laboriosamente hacia las lenguas compartidas.

@gascondaniel

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Gascón
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) estudió Filología Inglesa y Filología Hispánica. Es editor responsable de Letras Libres España. Ha publicado el ensayo 'El golpe posmoderno' (Debate) y las novelas 'Un hipster en la España vacía' y 'La muerte del hipster' (Literatura Random House).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_