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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

BCE, pasarse de frenada

La subida de tipos por parte de la autoridad monetaria afecta ya a la concesión de crédito y la actividad económica de la zona euro

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, llegaba el jueves a una rueda de prensa en Fráncfort.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, llegaba el jueves a una rueda de prensa en Fráncfort.RONALD WITTEK (EFE)
El País

Siguiendo el guion previsto, el jueves el Banco Central Europeo (BCE) volvió a elevar los tipos de interés hasta situarlos en el 4,25%, su nivel más alto en dos décadas. La entidad que preside Christine Lagarde admite que, después de la mayor subida de tipos del banco en su historia, las perspectivas económicas de la zona euro han empezado a enfriarse y, aunque la inflación se contiene en los últimos meses hasta bajar al 5,5%, “aún se espera que siga siendo demasiado alta durante demasiado tiempo”. Un mensaje inequívoco de que la autoridad monetaria no piensa dar marcha atrás en su política a corto plazo, pese a algunas señales que indican que, al igual que tardó en reaccionar en 2022 a la escalada de precios, ahora corre el riesgo de pasarse de frenada.

Corría el año 2000 cuando los tipos de interés de la zona euro alcanzaban los actuales niveles, en un contexto de crecimiento del 4%, que empujaba al alza los precios. El escenario actual no puede ser más diferente. Los últimos datos oficiales muestran que la economía de la zona euro se ha salvado de la recesión técnica por la mínima, después de una caída del PIB a finales de 2022 y un estancamiento de la actividad en el primer trimestre del año, pero con algunos miembros destacados de la región —como Francia y Alemania— instalados en tasas negativas de actividad. Este lunes conoceremos nuevos datos del PIB de la eurozona en el segundo trimestre y de la evolución de los precios en julio, pero los últimos indicadores ya apuntan un claro enfriamiento de la actividad: la industria está recortando producción, la construcción de viviendas sufre por la restricción del crédito y los servicios crecen a un ritmo notablemente lento. El riesgo de recesión, aunque sea en su forma más suave, se hace evidente para la segunda mitad del año.

El propio BCE publicaba esta semana una encuesta sobre las condiciones de los créditos en la eurozona que muestra una caída histórica en la solicitud de préstamos por parte de consumidores y empresas. El alto coste del dinero y la menor tolerancia de los bancos al riesgo desincentivan la demanda de préstamos y, con ello, las perspectivas de inversión empresarial y de concesión de nuevas hipotecas. La previsible vuelta a una cierta austeridad fiscal en la eurozona a partir de 2024 no hará sino agudizar todas estas señales.

Hasta ahora, el BCE ha seguido muy de cerca la senda marcada por la Reserva Federal de Estados Unidos, que también ha subido el precio del dinero en el último año hasta niveles no vistos en dos décadas, pero la realidad económica cada vez es más distinta en las dos orillas del Atlántico. Entre abril y junio, el PIB de EE UU aceleró su crecimiento hasta el 2,4% y, según las nuevas estimaciones del Fondo Monetario Internacional, la economía estadounidense cerrará este ejercicio con un incremento del 1,8%. Justo el doble de lo que prevé para la zona euro, con un crecimiento de apenas el 0,9% en 2023.

Además, cada vez más voces alertan de la aparente desconexión entre la debilidad de la actividad económica y el mercado laboral, que muestra una inusitada fortaleza (con una tasa de paro históricamente baja, del 6,5%, aunque en España sigue por encima del 11%). Es un claro ejemplo de las cambiantes dinámicas que suceden en la economía pospandemia, tanto en el ámbito global como europeo. Son cambios que el BCE haría bien en no ignorar ante la evidencia de que las subidas de tipos aún tardarán en impactar de lleno en la economía europea.

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