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Columna
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España en un puño

La llave está en Waterloo, capital de las Españas en trance de desintegración según las populares y cucas casandras

Puigdemont Cataluña
Carles Puigdemont, durante una intervención por videoconferencia en un mitin de Junts.Enric Fontcuberta (EFE)
Lluís Bassets

Puigdemont tiene poder. Parece que tiene mucho, pero es una ilusión óptica. Tiene poco y además se encoge a ojos vista. Es efímero. Si no lo usa con sensatez, pronto quedará en nada. En su mano está la repetición de las elecciones. Será gallarda e impresionante su apuesta: amnistía general y convocatoria de un referéndum de autodeterminación. Estas dos consignas son combustible para los suyos y munición para sus enemigos y sin embargo cómplices de Vox. España en un puño. La santa gobernabilidad en su puño. Waterloo, capital de las Españas en trance de desintegración, según las populares y cucas casandras.

Nadie cederá a sus pretensiones y si persiste habrá repetición electoral. El independentismo, tan dividido y desmotivado el 23-J, todavía lo estará más en la repetición. El presidente autoexilado está ya en las últimas, tras seis años perdidos en su cada vez más hostil laberinto judicial europeo. El empecinamiento es su única estrategia. El pollo que iba a montar, situado en la terrible evolución del escenario europeo e internacional, ni siquiera queda en polluelo. Su resistencia le ofrece a Sánchez una campaña redonda: ni Abascal ni Puigdemont; ni Vox ni Junts; ni retroceso democrático, ni ruptura de la Constitución y de España.

La llave de Puigdemont no abre la puerta que a él le interesa, la de la independencia, sino exactamente la que conduce al camino opuesto. Atribuirle los poderes que no tiene es una soberana patraña, soberanista en su caso. Si niega sus votos a Sánchez en nombre de la amnistía y del referéndum de autodeterminación, las elecciones repetidas le quitarán la llave. Si la utiliza para darle la investidura, sin recibir a cambio lo que nadie puede darle, podrá seguir utilizándola durante toda la legislatura, e incluso sacar réditos de las votaciones en las que el Gobierno le necesite, que no serán pocas en una cámara fragmentada.

El PSOE tendrá al alcance un objetivo de ensueño: superar a Feijóo en votos y escaños. Y con Sumar, vencer al bloque derechista de PP y Vox. Convertir en irrelevantes a los independentistas, al menos a los de Junts. A ser posible, también a los de Esquerra y Bildu. Aunque siempre interesará mantener al PNV en buen estado y en reserva.

La ventaja estratégica de Sánchez es notable. Es inimaginable una segunda edición de los errores populares de la anterior convocatoria. La abolición del sanchismo fue una estrategia, pero ha sido derrotada. Armar otra nueva en tres meses sobre sus ruinas no será fácil. Vox es el nombre del problema. Un mal aliado y un odioso espantapájaros del que unos se alejan mientras otros quieren abrazarlo. Si Feijóo tiene una estrategia para alcanzar el Gobierno y gobernar, de momento nadie la conoce, ni siquiera en el PP.

Hay que evitar la repetición, naturalmente. Pero el PSOE y Sumar son quienes menos deben temerla e incluso pueden aspirar a mejorar posiciones.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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