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Columna
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El ‘Barbenheimer’ de Feijóo o dónde estuvo anoche

El líder del PP dio plantón al electorado. Los votantes están, la política les interesa, pero él pasa de ellos. Cabría pensar que está arrepentido, pero ya les digo yo que no. Está feliz

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante un mítin en Palma de Mallorca el jueves.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante un mítin en Palma de Mallorca el jueves.CATI CLADERA (EFE)
Nuria Labari

Alberto Núñez Feijóo se lio, eso está claro. Pensó que la cita importante era la de ir al preestreno de ‘Barbie’, porque él quiere estudiar un poco de feminismo y al ver una película tan rosa pensó que sería relevante para las mujeres. Aunque hay quien asegura que en realidad estaba en un pase VIP de ‘Oppenheimer’ para aprender de un seductor cómo se puede destruir el planeta o a una porción de humanidad sin mala conciencia. Pero es mentira: la noche de marras, Feijóo estaba viendo el debate. Es un hecho. Quizá no el más verosímil de todos, pero es la verdad.

No porque quisiera ver a los contendientes, sino porque quería ver que no estaba. “No creo que fuese un debate que ofreciese a los españoles alguna novedad”, ha sentenciado. Porque, para Feijóo la suerte está echada y el hecho de no estar era para él la visión más grandiosa de su futura victoria, el arte de ganar desde la invisibilidad. Una vuelta de tuerca: ganar un debate estando presente empieza a resultar aburrido. La gente se cansa. Una desaparición tiene más tirón. Y así, la audiencia, que no faltó al debate, no paró de preguntarse dónde estaba el que faltaba.

En horario de máxima audiencia, con una media de 4,1 millones de espectadores y una cuota de pantalla del 34,6%, Feijóo dio plantón al electorado. Los votantes están, la política les interesa, pero Feijóo pasa de ellos. Cabría pensar que está arrepentido, pero ya les digo yo que no. Feijóo está feliz, convencido de que la audiencia dejó de escuchar a los que hablaban en el plató, pues ya solo les interesaba el enorme silencio que presidió la escena televisada. Lo mismo que esta mañana: ningún columnista habla de otra cosa.

En resumen, Feijóo ha perpetrado un acto perfecto de anulación política: los contendientes desaparecen en la falta de presencia de Feijóo, hablan pero no se les escucha, y la audiencia se ha girado en el sofá —como si fueran los coaches de La Voz— para mirarle a él, lejos de la escena pero omnipresente. Mientras Yolanda Díaz reparte su WhatsApp personal para hablar con cualquiera interesado en su programa, Feijóo quiere dejar claro que su poder será intocable, medieval, sobrenatural y absolutamente inaccesible. El plasma de Rajoy parece ahora una estratagema infantil comparada con la aureola sagrada de Feijóo.

No sé si pudieron sentirlo en sus casas, pero yo percibí una cualidad divina recorriendo la figura del ausente, una presencia que no es solo omnipresencia sino también ausencia, pues no estando es como está, y no siendo visto es como le ven sus votantes. Feijóo sería, en este sentido, un candidato místico y el origen de su poder sería del tipo divino. Quizás habría que llamarlo desde ya San Feijóo de Os Peares, pueblo del que dice ser y donde nadie recuerda haberlo visto de rapaz, como no podía ser de otra manera.

Claro, también cabe preguntarse con quién lo vio. La gente supondrá que con colegas, amigos o familia. Craso error. No pudo verlo con nadie porque no estaba allí, sino en el plató. Desde el plató del que estaba ausente y omnipresente. En este sentido, su familia, amigos o colegas también se reunieron en torno a una ausencia. Y así, Feijóo estuvo ausente de dos sitios a la vez. Hasta ahora el talento sobrenatural consistía en estar en dos sitios. Desde ahora, y gracias al candidato que se augura la victoria, consiste en estar ausente de dos sitios al mismo tiempo.

En mi opinión, estas cualidades de orden sobrenatural le dan ventaja sobre sus adversarios, pero también le inhabilitan. El órgano pertinente debería excluir la carrera electoral: no es de este mundo. En todo caso, habrá que reformar la Constitución para que los partidos puedan presentar a una divinidad como candidato a la presidencia del Gobierno. O eso, o ir a votar. A lo mejor el origen del poder todavía reside en el pueblo. Y a lo mejor los ciudadanos todavía nos merecemos un respeto. Falta poco para saberlo: este domingo lo decidimos. A ver si alguien le recuerda a Feijóo que además de con Barbie y Oppenheimer tiene una cita con el electorado.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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