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Yolanda Díaz y don Pelayo

Uno se define tanto por lo que hace como por quien tiene cerca y Sánchez y Díaz hicieron un buen tándem en el debate

Desde la izquierda, Santiago Abascal, Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, poco antes de comenzar el debate el miércoles en el plató de RTVE. Foto: ÁLVARO GARCÍA | Vídeo: TVE
Máriam Martínez-Bascuñán

“Los que estamos aquí comenzamos”. Así arrancó el debate el moderador, Xabier Fortes: convocando al ausente Alberto Núñez Feijóo, el elefante en la habitación durante toda la noche. La candidata de Sumar, Yolanda Díaz, comenzó con una interpelación a los dos: “Señor Abascal y Señor Feijóo, esta noche se confrontan tres modelos”. Esa fue la tónica, una Yolanda Díaz preocupada por marcar la diferencia entre electorados y proyectos, para tratar de aprovechar el regalo que suponía la ausencia de Feijóo. Con independencia de los cálculos estratégicos que haya hecho el líder del PP y de lo que eso cuente el próximo domingo, pocas dudas hay de que su ausencia fue un error. Feijóo puede autoengañarse y tratar de engañarnos de la misma forma que nos dice que Marcial Dorado era un pescador que pasaba por ahí: su ausencia es un error estratégico y democrático.

Sánchez y Díaz se esforzaron por explicar dos proyectos políticos sin disimular su complicidad, mientras Abascal desplegaba, como amante despechado al que le han dado plantón, un argumentario ultra y conspiranoico: su oportunismo con el cambio climático, el bendito localismo que abre las puertas al nacionalismo excluyente de siempre. Esa falacia de que hay que buscar los recursos naturales “nacionales” para resolver la crisis ecológica. Abascal volvió a crear el viejo sistema de equivalencias entre inmigración y delincuencia, y a instrumentalizar el feminismo: la clásica táctica electoral por la que una ideología nacionalista se escuda detrás de postulados que aparentemente protegen a las mujeres. “Deje de reírse de nosotras”, replicó con bravura Yolanda Díaz. “Basta ya”, le insistía con vehemencia. Díaz no quiso entrar en la discusión de la identidad de género. Habló de propuestas, de los cuidados, de la brecha salarial, de violencia de género. “Las mujeres no somos mercancía electoral”, resumió la candidata de Sumar.

Fue un debate difícil. Tanto Sánchez como Díaz se enfrentaban al reto de confrontar la demagogia conspiranoica de la ultraderecha con la gestión y las políticas que ellos proponían. Hicieron un buen tándem: Díaz exhibió un perfil contundente sin olvidar las emociones; entusiasmo, esperanza y soluciones. Demostró que se puede hacer una crítica radical al tiempo que se practican formas políticas moderadas, y fue la clara ganadora de la noche. Esa ambivalencia es parte de su atractivo, aunque a la vez la haga vulnerable a los ataques políticos a izquierda y derecha. Abascal le contestó con los valores ultras de siempre. Pero todo llevaba hacia el ausente: ese Feijóo que pretende ser la “predictibilidad”, aunque en los últimos días solo ha sido predecible en las falsedades y medias verdades (como la de las pensiones y el IPC), y hoy en las ausencias. No está claro que la silla vacía del debate vaya a castigarle el próximo domingo. Pero uno se define tanto por lo que hace como por quien tiene cerca: en las últimas 24 horas hemos visto al Feijóo de las ausencias y hemos sabido algo más de sus compañías, con la reaparición de las fotos con un narco. Lo que no podíamos imaginar es que se sintiera cómodo dejando como representante de las derechas a un candidato que se parece cada vez más a don Pelayo.

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