Pekín no abandonará a Moscú
Abrir una brecha entre China y Rusia es una propuesta muy poco realista. A pesar de las dudas y contradicciones sobre la guerra en Ucrania, el liderazgo chino ve a Occidente como el verdadero rival estratégico y Putin es un socio indispensable en ese posicionamiento
En los últimos años, China y Rusia han hecho todo lo posible por mostrar la cercanía de su relación. No hay mejor ejemplo de ello que la declaración conjunta emitida el 4 de febrero por Xi Jinping y Vladímir Putin durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 en Pekín, apenas unas semanas antes de que Putin iniciara su guerra contra Ucrania. Xi ha llamado a Putin su “mejor y más íntimo amigo”. Se han reunido casi 40 veces desde 2013. Las dos partes disfrutan de una “amistad sin límites” y consideran que su “asociación estratégica integral de coordinación para la nueva era” es un factor positivo en la escena internacional.
La relación entre China y Rusia puede no estar exenta de límites, como ha demostrado la negativa de China a violar abiertamente las sanciones occidentales, pero está firmemente cimentada en su visión compartida de Estados Unidos y de Occidente en general como su principal adversario, y por su objetivo común de reformar el orden mundial.
La invasión rusa de Ucrania ha sido una prueba de la fortaleza de esta asociación. ¿Apoyaría Pekín a Rusia cuando esta violara la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, un concepto cuyo respeto es un principio clave de la política exterior china? ¿Apoyaría a Putin, arriesgando sus lazos con Occidente, vitales en un momento de desaceleración económica?
Algunos, como el alto representante de la UE, Josep Borrell, esperaban que la invasión fuera un punto de inflexión y apelaron a Pekín para que mediara en el conflicto. Pero la realidad es que Pekín nunca tuvo intención de condenar a Rusia ni de implicarse.
La posición de China es de aparente neutralidad retórica, pero en realidad lo es de apoyo tácito a las posiciones de Moscú. China sigue amplificando las narrativas rusas y proporcionando apoyo diplomático a Moscú. Apoya las “legítimas demandas de seguridad” de Rusia y se opone a las sanciones. Ha pedido que se respete la soberanía y la integridad territorial de “todos los países”, pero ha evitado apoyar la de Ucrania. Y ha identificado la ampliación de la OTAN y la “exageración de las tensiones” por parte de Estados Unidos como las principales causas de esta crisis.
Pekín también se ha negado a imponer sanciones a Moscú y, tras un periodo inicial de ajuste marcado por la desconexión económica entre los dos países, ha profundizado sus lazos económicos con Rusia en múltiples sectores. Las exportaciones chinas de semiconductores a Rusia entre marzo y junio de este año, por ejemplo, aumentaron un 209% en comparación con el mismo periodo de 2021. Sin embargo, Pekín ha sido selectivo a la hora de satisfacer las necesidades económicas y tecnológicas de Rusia para evitar verse afectado por las sanciones occidentales y para evitar un mayor deterioro de sus relaciones con Occidente.
Se ha escrito mucho sobre las supuestas grietas que están apareciendo en esta relación. El reconocimiento por parte de Putin de las “dudas y preocupaciones” de Pekín en relación con la guerra de Ucrania, durante su reunión con Xi en Samarcanda el pasado mes de septiembre, se consideró una prueba de que la paciencia de Pekín se estaba agotando. Pero más allá de estos suaves toques de atención diplomáticos, la postura de China apenas ha cambiado.
Es difícil no darse cuenta del carácter contradictorio de la posición de China, cuya propia política exterior se basa oficialmente en el respeto a la soberanía y la integridad territorial de todos los países, y que se opone a toda forma de hegemonismo y política de poder, o a cualquier injerencia en los asuntos internos de otros países, como nos recordó el informe de trabajo de Xi al Congreso del Partido Comunista el pasado 16 de octubre. Sin embargo, ninguno de estos principios parece ser un obstáculo para que Pekín decida apoyar a Moscú. Tampoco parecen aplicarse a la guerra de Rusia contra Ucrania.
Fundamentalmente, para los dirigentes chinos la guerra no es sólo sobre el futuro de Ucrania. Implica cuestiones más amplias sobre la rivalidad geopolítica y sobre cómo China quiere posicionarse frente a Rusia y Occidente ahora y en el futuro.
La visión del mundo del Partido Comunista Chino (PCCh) está marcada por el temor a verse rodeado por países occidentales que pretenden contener su ascenso e impedir su legítimo retorno a la condición de gran potencia para 2049. El PCCh se siente cada vez más amenazado, y su rivalidad geopolítica con EE UU, y con Occidente en general, se ha convertido en la lente a través de la cual el partido mira el mundo actualmente, además de en el punto de referencia para cualquier acción. El creciente pesimismo del PCCh ha quedado patente en el Congreso. Las referencias al “periodo de oportunidades estratégicas” que China decía estar disfrutando desde hace casi dos décadas han desaparecido del informe de trabajo. En su lugar, el PCCh habla ahora de un periodo en el que las oportunidades estratégicas, los riesgos y los retos coexisten, y las incertidumbres van en aumento.
Con un entorno internacional que empeora, Rusia se ha convertido en un socio indispensable para las ambiciones de China. Desde el punto de vista geopolítico, Pekín no ve otra opción que proteger su relación con Moscú. Y está cada vez más dispuesto a asumir costes económicos o de reputación para perseguir sus grandes objetivos estratégicos.
El porqué de esta actitud se resume perfectamente en el concepto de “seguridad nacional integral” de Xi. En China, el término “seguridad nacional” se refiere a proteger la estabilidad y la supervivencia del régimen por encima de todo, mientras que la seguridad económica y la protección de la imagen internacional de China ocupan posiciones inferiores en la jerarquía de prioridades. Los límites de la relación China-Rusia los marcan los propios intereses estratégicos de Pekín. Mientras los intereses estratégicos de China y el mantenimiento del partido en el poder no se vean amenazados por ello, Pekín seguirá apostando por su relación con Moscú. Al fin y al cabo, Occidente es considerado la mayor amenaza para la seguridad política del PCCh y no debería salir reforzado de esta crisis.
En la China de Xi Jinping, la ideología triunfa sobre el pragmatismo y la economía ya no es la primera prioridad. Xi Jinping ha salido reforzado, con un firme control del partido y rodeado de políticos leales que se asegurarán de que se implementen sus prioridades políticas. Esto implica una continuidad de la política exterior que ya hemos visto en los últimos años.
Pekín podría optar por recalibrar su asociación con Rusia para reducir su propia exposición a riesgos, especialmente en la esfera económica, donde todavía necesita a Occidente. Pero incluso esto no durará para siempre. Aumentar la autosuficiencia de China es una de las principales prioridades de Xi para los próximos cinco años. El objetivo es eliminar la capacidad que los países occidentales puedan tener para sancionar a China y frenar su economía como han hecho con Rusia. Pero Pekín no dejará de lado a Moscú.
Por tanto, abrir una brecha entre China y Rusia es una propuesta muy poco realista. Simplemente, no hay nada que podamos ofrecer desde Occidente sin comprometer nuestros propios valores, intereses o seguridad. El objetivo debiera ser mitigar el impacto de esta relación en nuestros propios intereses, y tratar de modular la profundidad y amplitud de la relación China-Rusia cuando y donde sea posible.
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