Aprendamos las lecciones de Brasil
Si gana Bolsonaro será el final del Amazonas, y si pierde, intentará la misma campaña que hizo Trump para deslegitimar los resultados. Y se repetirá en otras partes, de Londres a Montevideo pasando por Madrid
Aún no sabemos quién ganará las elecciones en Brasil, pero sabemos tres cosas. La primera es que no hemos visto la verdadera campaña. En 2018, Jair Bolsonaro convirtió WhatsApp en un medio de comunicación de masas clandestino, capaz de llevar su propaganda a los bolsillos de 100 millones de usuarios a través de un canal encriptado, lejos de la fiscalización de la prensa y la justicia y, por lo tanto, de nuestra comprensión. La máquina publicitaria de Facebook le ayudó a diseñar diferentes campañas para diferentes sectores de la población, creando versiones distorsionadas e incompatibles de la realidad. ¿Cómo debate un país sin una realidad compartida? ¿Cómo se ejerce la democracia sin debatir?
Brasil es particularmente sensible a las campañas oscuras: es el segundo mercado más grande de Facebook en el mundo, y millones de personas dependen de su servicio Free Basics, una tarifa de datos gratuita que sólo permite acceder a la red a través de aplicaciones. Los usuarios no pueden contrastar la información que les llega a través de las plataformas digitales. El presidente brasileño tiene también un canal con más de 1.300.000 suscriptores en Telegram, una aplicación con menos controles que Facebook y ni una micronésima parte de su atención.
La segunda es que, si gana Bolsonaro será el final del Amazonas. La mayor planta de captura y almacenamiento de CO₂ en el mundo se convertirá en la mayor planta de producción de CO₂ en el mundo. Y sabemos que, si pierde, Bolsonaro intentará la misma campaña para deslegitimar los resultados que Donald Trump intentó en 2020, en un país donde la salud democrática es menos fuerte que en EE UU. Las mismas mentiras que empujaron a 2.000 personas a asaltar el Capitolio en enero de 2021 inundarán los móviles de millones de brasileños furiosos. Y sabemos que, si tiene éxito, esa campaña se repetirá en otras partes del mundo, de Londres a Montevideo, pasando por Madrid.
Ya se dan las condiciones. Bolsonaro lleva meses denunciando fraude en las urnas electrónicas y cuestionando la limpieza del Tribunal Superior Electoral. También ha dicho: “Quien me puso aquí fue Dios y sólo él puede sacarme de aquí”. Son consignas conocidas para establecer un solo resultado aceptable. “La única manera de que nos arrebaten estas elecciones es que haya fraude electoral”, decía Trump.
Las simulaciones de la segunda vuelta prevén que Lula sólo empezaría a ganar ventaja después de haber contado el 88,5% de los votos, otra escena que también evocaría la última noche electoral de Trump. El presidente había pedido a sus seguidores que dejaran sus votos a pie de urna, sabiendo que se contarían antes que los votos por correo. Eso le dio una ventaja al principio de la noche que utilizó para deslegitimar el voto a distancia y asegurar que las cloacas demócratas habían torcido artificialmente el resultado electoral. Nuestra única ventaja con respecto a ellos es que todo eso ocurre antes en otra parte. Deberíamos aprovecharla para preparar nuestro sistema inmunitario antes de que ocurra aquí.
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