¿Y por qué me tengo que poner el cinturón de seguridad?

Isabel Díaz Ayuso estaba muy en contra de la ley antitabaco en 2011: “Tú no soportarás mi humo, pero yo no tengo por qué soportar a tus niños, para algo pago”. Mónica García, portavoz de Más Madrid en la Asamblea, ha comentado unos tuits de la presidenta de la Comunidad sobre una ley que amenazaba con provocar el apocalipsis en la hostelería porque los fumadores iban a quedarse en casa en lugar de encenderse un cigarrillo en la calle. Según García, “el negacionismo de Ayuso viene de lejos”.

Ahora, más de 11 años después de la publicación de estos mensajes recuperados por el tuitero @remerikos, Díaz Ayuso está en contra del plan de ahorro energético anunciado por el Gobierno de Pedro Sánchez. En su opinión, provocará “oscuridad, pobreza, tristeza”. Y los dos asuntos no están tan lejos: el director de una asociación de hosteleros de Madrid aseguraba que el sector perderá 520 millones de euros hasta noviembre de 2023 por culpa de la normativa que obliga a subir el aire y bajar la calefacción. Muchos tuiteros ven la cifra con escepticismo: ¿de dónde sale ese número? ¿Cómo lo han calculado? ¿Hemos dejado de ir a bares porque el aire está un par de grados más alto que hace unos días? Alguno recordaba miedos similares provocados por la mencionada ley antitabaco (y por la subida del salario mínimo y por las inspecciones de Trabajo, entre otras cuestiones).

En cualquier caso, y con todo mi respeto para los hosteleros, casi parece que en España los únicos negocios sean bares y restaurantes, para lo bueno y para lo malo. Da la impresión de que vivimos en ese meme en el que un dinosaurio ve que está cayendo un meteorito a la Tierra y lo primero que se le viene a la cabeza es la hostelería, ya sea para intentar salvarla o, al contrario, para cerrar los locales.

Ese viejo tuit de Ayuso me ha recordado otra comparación clásica: ¿y si se hubiera aprobado la ley que obliga a llevar el cinturón de seguridad en tiempos de Twitter? Probablemente, habríamos leído centenares de mensajes que calificaban la medida de atentado a la libertad de los conductores, otros que aseguraban que en realidad los cinturones causan más muertes de las que salvan y, sin duda, unos cuantos apuntando que mucha gente muere con el cinturón puesto, así que ya me dirás tú de qué sirve ponérselo. Y eso ya se decía entonces, claro, pero al menos no teníamos móvil y no lo leíamos todo el rato.

Al final, todos estos debates son muy parecidos, con o sin redes, y le acabamos dando vueltas, de forma a menudo un poco chusca, a los límites de la libertad individual y a cuándo chocan nuestros derechos con los de los demás. A veces para acabar llegando a conclusiones obvias, como que claro que podemos coger el coche, pero no conducir a 200 kilómetros por hora y borrachos.

Aun así, hay que reconocer que lo que ha hecho García es un poco tramposo. Ese tuit es de 2011. Y desde entonces, igual Ayuso ha cambiado de opinión, como lo han hecho muchísimos fumadores, que reconocen que se está más a gusto sin humo en los bares y en las oficinas. Algunos incluso aseguran haber estado a favor de la norma desde el principio, como si no recordáramos las conversaciones (y discusiones) al respecto.

Además, el tuit de García también es peligroso. Como ironizaba G. K. Chesterton en 1924, “la labor de los progresistas consiste en cometer errores. La labor de los conservadores consiste en evitar que esos errores se corrijan”. En un tiempo comprobaremos si Chesterton tenía razón o si este ejercicio de arqueología tuitera le ha dado nuevas ideas a Ayuso. De momento y volviendo al aire acondicionado y a los escaparates, Feijóo ya ha dicho que “el PP va a cumplir”.