Pegasus, el orgullo y la vergüenza
Todos creen que ganan: unos se mantienen en el Gobierno y otros debilitan al Estado, que los derrotó en 2017
Tres cosas que hemos sabido estos días: 1) Según una investigación de El Periódico de Catalunya y las plataformas OCCRP y Bellingcat, el 26 de octubre de 2017, un día antes de la declaración unilateral de independencia, el president Carles Puigdemont se reunió con un emisario del Kremlin. La negociación frustrada habría implicado mercenarios y dinero a cambio de convertir la futura república en un paraíso para las criptomonedas. Se mezclan los intentos desestabilizadores de Vladímir Putin con algo que recuerda a la estafa del príncipe nigeriano en versión eslava, y se confunden lo oficioso y lo oficial, pero se confirma una de las tramas más inquietantes del procés. 2) El Tribunal Supremo ratifica que la campaña de vacunación en Cataluña discriminó a policías y guardias civiles. 3) La justicia ordena al Govern que ejecute en dos semanas la sentencia del 25% en castellano en los colegios (la Abogacía del Estado pedía al tribunal que se lo tomara con calma).
Vemos las insalubres compañías del secesionismo, la inmoralidad gestionada administrativamente y cómo una asociación de la sociedad civil, la Asamblea por una Escuela Bilingüe, ha tenido que recurrir a la justicia porque el nacionalismo en el poder no reconocía los derechos lingüísticos de los catalanes y los gobiernos españoles miraban hacia otro lado. Mientras, Oriol Junqueras, condenado por sedición, exige al Estado de derecho: “Que no se repita”. El magnánimo golpista se mostraba dispuesto a perdonar el supuesto espionaje del caso Pegasus si le entregaban alguna cabeza. Cuesta comprender por qué la histriónica indignación de los independentistas ha puesto tan nervioso al Gobierno, que ha humillado a los servicios de inteligencia: Esquerra ya no votó a favor de la reforma laboral. Pero el Gobierno prefiere sumar con los independentistas a buscar otros acuerdos.
Ese es el único argumento de la obra, y para ello se hará lo que haga falta. Todos creen que ganan: unos se mantienen en el Gobierno y otros debilitan al Estado, que los derrotó en 2017. Unos tratan de crear un espacio de impunidad para la próxima intentona. Otros piensan que esta es la fórmula más razonable. Margarita Robles, la ministra derrotada, señala en una comparecencia inverosímil el orgullo que le producen los servicios secretos, los españoles, la funcionaria destituida: orgullo concéntrico, ha escrito Miguel Ángel Aguilar, y al oírla uno intuye que ese sentimiento se expande en torno a un núcleo de vergüenza. @gascondaniel
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