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Ofensiva de Rusia en Ucrania
Columna
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Caín no podrá esconderse

Vladímir Putin ya es el mayor criminal del siglo XXI, émulo de las barbaridades genocidas de Hitler y Stalin en el siglo XX

El cuerpo de un civil asesinado en Mariupol, este sábado.
El cuerpo de un civil asesinado en Mariupol, este sábado.ALEXANDER ERMOCHENKO (REUTERS)
Lluís Bassets

Si el siglo XX tuvo a Hitler y Stalin en competencia, en poco más de dos décadas del XXI, Vladímir Putin se ha ganado con asombrosa celeridad el título de mayor criminal del siglo, gracias al balance insólito de muerte, destrucción y desplazamientos de población civil que estamos viendo casi en directo desde el 24 de febrero con su guerra de agresión contra Ucrania.

No lo tenía fácil. El listón siempre suele estar alto. No han sido pocas ni veniales las guerras y matanzas de las dos primeras décadas transcurridas, en Sri Lanka, Afganistán, Darfur, Irak, Libia, Yemen, Gaza y Cisjordania, Birmania, Etiopía… Algunas incluso de la mano del propio Putin, como en Chechenia, Georgia, Siria y la primera de Ucrania. Pero ahora, en apenas dos meses de guerra, a todos ha superado y se ha superado a sí mismo. Solo la magnitud monumental de las matanzas del siglo anterior permitía aventurar benévolas teorías sobre la pronta desaparición de la guerra como instrumento de resolución de conflictos y la progresiva disminución de la violencia política.

Putin ha echado por tierra y convertido en vanas estas esperanzas. No solo está librando una guerra cuyos objetivos son ilegales, ilegítimos y abiertamente injustos y criminales según todos los códigos, tanto legales como morales, sino que la libra también de la forma más injusta e inmoral. Ha agredido a un país soberano, bombardeado directamente a los civiles, sometido a cerco sus ciudades, destruido viviendas e infraestructuras, obligado a huir y a desplazarse y, en numerosos casos, sometido a la deportación a sus ciudadanos, y sus soldados han matado, robado, destruido y violado, especialmente cuando se retiraban después de ser derrotados.

Siguiendo su vieja costumbre, ha negado las evidencias y atribuido los crímenes, incluso la agresión y el genocidio, a sus enemigos y, sobre todo, a las víctimas. El catálogo de los delitos que pueda cometer quien dispone como él de un ejército y de poderes sin límite para emplearlo ha quedado agotado. Hay un crimen de agresión, que es entero de Putin. Hay crímenes de guerra de los que son responsables también mandos y soldados rusos. Caben pocas dudas sobre los crímenes contra la humanidad, pero son cada vez más sólidas las pruebas del mayor crimen, el genocidio, que exige la intención de exterminar al grupo humano atacado, en este caso por parte del propio Putin.

En algún momento habrá que acordar un alto el fuego. Y luego, la paz. Con Putin o sin él. Pero nada será como antes. Caín no podrá esconderse. Ahora no lleva la marca en la frente, sino que pende sobre su cabeza, en la nube digital donde se almacenan todas las pruebas, fotos, grabaciones y mensajes que han sobrevivido al destrozo y a la eliminación dolosa de restos comprometedores. Si después de la paz no llega la justicia, su ejemplo criminal proliferará todo lo que queda de siglo.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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