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Columna
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Impuestos y paradojas

Ahora que asistimos de nuevo al éxtasis circular de los contrasentidos desde la derecha política, los analistas termidorianos y las patronales cortoplacistas, conviene releer a ensayistas como Einaudi

Pablo Casado
El líder del PP, Pablo Casado, durante una intervención en el Congreso.Juan Carlos Hidalgo (EFE)
Xavier Vidal-Folch

En tributos y presupuestos, florece la incoherencia. El liberalismo bien entendido empieza por el vecino. La solidaridad es asunto ajeno. Para ordenar ese caos, acudamos al clásico de la derecha liberal —de cuando hubo una derecha defensora de los impuestos—, Luigi Einaudi.

Resistente al fascismo, gobernador del Banco de Italia, ministro de Finanzas y presidente de la República, Einaudi escribió textos sensatos y conspicuos sobre esos asuntos, como su célebre Mitos y paradojas de la justicia tributaria, de 1959. Ahora que asistimos de nuevo al éxtasis circular de las paradojas desde la derecha política, los analistas termidorianos y las patronales cortoplacistas, conviene releer a ensayistas así.

Ensayistas críticos con las personas que se muestran “distraídas” cuando se trata de pagar impuestos y prefieren actuar de “polizones”. Partidarios de gravar la riqueza, incluida la transmitida vía herencia, de forma sustantiva aunque no confiscatoria. Y abanderados de que cada gasto se analice en función de su resultado, no desde el propio prejuicio.

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“Gastar es lo único que les importa” a los del Gobierno, sostienen en cambio dirigentes populares, sin distinguir entre unas y otras partidas, cuando ayer, en plena pandemia, clamaban por incrementarlas todas, sobre todo las subvenciones a empresas, sin diferenciar entre las recuperables y las zombis.

Los gastos previstos son propios de “despilfarradores”, “manirrotos” y “electoralistas”. Así les flanquean analistas que lanzan dardos si el Estado busca combatir las secuelas sociales de la crisis: sobre todo a los jóvenes, con 12.550 millones, sobre todo en becas y formación profesional y solo marginalmente en bonos de vivienda y cultura (410 millones). Y que no rajan porque la gran banca europea gane al año 20.000 millones de euros en paraísos fiscales, o porque 20 de los grandes grupos empresariales españoles paguen al fisco solo el 1,9% de sus beneficios.

Otros zahieren a los desalmados diseñadores de presupuestos porque proyectan recaudar 100.132 millones de las rentas obreras y medias (IRPF) o 75.651 millones de los consumidores (IVA) y solo 24.477 millones a las empresas (Sociedades), lo que tendría tino... si no fuera porque al mismo tiempo lanzan cruzadas contra el “hachazo” del alza mínima en este último impuesto al 15% de la base imponible, una propina global de 400 millones: solo simbólica. Paradoja de paradojas. ¿Qué dirían si España siguiese a rajatabla la pauta recién endosada por la OCDE de aplicar ese porcentaje no a esa base, sino al resultado contable —los beneficios—, multiplicando la exacción a las empresas?

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