Pedro Sánchez diseña un ajuste sin precedentes del déficit sin aplicar recortes en cuatro años
El presidente fía el reequilibrio fiscal al crecimiento económico en ese periodo
Los atletas logran las mejores marcas cuando tienen el viento a favor. Salvando las distancias ese es el efecto que pretende utilizar el Gobierno, aprovechar el clima económico favorable para reducir el agujero presupuestario en los próximos años y evitar dolorosos recortes como los que emprendió el anterior Ejecutivo de Mariano Rajoy durante la Gran Recesión.
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, confía en que el tirón del ciclo positivo tras el impacto de la pandemia que auguran los organismos internacionales en los próximos años sirva para que las cuentas públicas se ajusten casi automáticamente. Y así lo ha plasmado en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2022. El documento contiene una senda vertiginosa de reducción del déficit público: desde el 10,95% del PIB en 2020, casi el mayor desfase de la historia, hasta el 3,4% a cierre de 2024. De cumplirse —no olviden aquello del economista británico John M. Keynes: “En el largo plazo, todos muertos”—, sería el mayor y más rápido ajuste presupuestario de la historia reciente y, sin duda, menos doloroso que el de la anterior crisis.
La recesión desatada por la pandemia empujó a la economía española a territorios inexplorados. La perturbación del año pasado no tuvo parangón en este siglo, como tampoco lo tendrá la recuperación del próximo año. El Ejecutivo presentará la semana que viene a la Comisión Europea el plan presupuestario de España, que incluirá algún detalle adicional sobre la hoja de ruta de consolidación fiscal. Mientras tanto, los Presupuestos de 2022 no recogen ninguna medida de ajuste que ayude a enjugar el desequilibrio de las cuentas públicas, en las que los gastos superan con creces a los ingresos. Este desfase contribuirá a elevar la deuda pública hasta el 119,5% del PIB a final de este año, una de las mayores tasas de deuda de la UE, tras Grecia, Italia o Francia.
Aunque el déficit público cerrará este año en cifras históricamente altas (en el 8,4%) la proporción de deuda sobre el PIB se reducirá gracias al robusto empuje de la actividad económica, un efecto similar al viento sobre la espalda de los velocistas, que diluirá el impacto que tiene sobre el endeudamiento la acumulación de los números rojos de las cuentas públicas.
España se beneficiará también del clima político en Bruselas. Hace una década, los burócratas recetaban austeridad ante cualquier constipado. El exceso de recortes gripó aún más la maltrecha economía española, que sufrió para salir de la crisis.
Ahora, con la covid, las reglas fiscales están suspendidas. La Comisión hace la vista gorda con los desajustes. Pero a partir de 2023 restituirá el rígido marco presupuestario y los vientos podrán cambiar. No obstante, el cambio de Gobierno en Alemania, donde el socialdemócrata Olaf Scholz apunta a nuevo canciller, y la experiencia de la pasada crisis financiera quizá sirvan para relajar las exigencias en el seno de la UE.
Para comparar los dos caminos seguidos por el Ejecutivo de Rajoy y el de Sánchez solo hay que recurrir a las hojas de cálculo sobre ejecución presupuestaria de los últimos años que ofrece el Ministerio de Hacienda. En 2009, el año más duro de la recesión desencadenada por los abusos financieros, el déficit público escaló hasta el 11,28% del PIB. El Gobierno del PP necesitó ocho años para reconducir el desajuste. Fueron tiempos de recortes en partidas esenciales para el Estado de bienestar, en los que se resintieron la sanidad, la educación y la inversión. Años en los que las cuentas públicas se congelaban a mitad de año para no engordar más los números rojos.
En el otro lado, Sánchez prevé recorrer ese camino en la mitad de tiempo. Espera, según figura en el proyecto de Presupuestos, que el desequilibrio fiscal pase del 10,95% registrado en 2020, el año del virus, al 3,4% en 2024. Y eso sin recurrir a los temidos recortes o a grandes subidas de impuestos.
Los corredores aprovechan el viento para mejorar sus tiempos, pero cuando llegan las cuestas esa ayuda extra desaparece. Para que Sánchez cumpla sus previsiones habrá que esperar a que el viento siga siendo favorable y no aparezcan nuevos obstáculos en el horizonte.
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