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COLUMNA
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Normas, ¿qué normas?

A largo plazo no será fácil someter a una población civil cada vez mejor formada e inmersa en una conexión global donde las particularidades, si no se diluyen, si se transforman

Eva Borreguero
Encuentro bilateral entre Estados Unidos y China celebrada en Anchorage, Alaska.
Encuentro bilateral entre Estados Unidos y China celebrada en Anchorage, Alaska.POOL (Reuters)

A más de un periodista invitado al encuentro bilateral China-EE UU en Alaska debió parecerle que se encontraba ante una puesta en escena del Choque de civilizaciones de Samuel Huntington, una crítica a las sociedades occidentales por creer que sus valores democráticos son universalmente compartidos, algo que “directamente no se corresponde con el particularismo de las sociedades asiáticas”, escribía en su polémico artículo.

Los valores y el orden normativo resultante proporcionaron el hilo argumental de la reunión. Para la delegación norteamericana, el momento ofrecía la oportunidad de actuar el America is Back de Joe Biden y mostrar al mundo su determinación de recuperar el terreno perdido con Trump. Como trasfondo, la recién celebrada cumbre virtual del Quad, el diálogo de seguridad entre Australia, India, Japón y EE UU para la contención de China. Sus portavoces abrieron la sesión con un alarde de buena sintonía entre los socios del Quad en la defensa del “orden internacional basado en reglas”. Pero el mundo al que han regresado los demócratas norteamericanos no es el mismo de hace cuatro años, y para su sorpresa se encontraron con una diplomacia china de réplica contundente y audaz: “Al hablar de valores universales…, EE UU no representa al mundo, solo a su Gobierno”, respondió el jefe de la representación, Yang Jiechi; “En términos de escala de población o tendencias en el mundo, Occidente no representa la opinión pública global”; “No creo que la mayoría de los países reconozcan los valores universales defendidos por EE UU”, por lo que, dijo, “creemos que es importante que EE UU deje de exportar su propia democracia al resto del mundo”.

Pekín defendió su alternativa: la “democracia al estilo chino”. Una fórmula que combina seguridad, garantizada con la supresión de raíz de los conflictos, y una ideología híbrida, mezcla de tradiciones teóricas locales, pero también, mal que le pese al Partido Comunista Chino, occidentales: comenzando por el comunismo y continuando con el capitalismo y nacionalismo. Como punto fuerte, los éxitos del desarrollo económico, compensatorios de la falta de libertades. Su envoltorio de presentación, los valores universales de la humanidad: “Paz, desarrollo, ecuanimidad, justicia, libertad y democracia”, apuntó Yang. Una hábil apropiación y redefinición de los conceptos políticos, orientada a cambiar el significado de la “democracia” y generar adhesión internacional a una nueva estructura normativa. El modelo puede resultar atractivo para un creciente número de dirigentes en Asia, Oriente Próximo, América Latina, y aquellos dentro de la UE con tendencias autoritarias.

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El modelo puede resultar especialmente atractivo en momentos de crisis e incertidumbre. Pero a largo plazo no será fácil someter a una población civil cada vez mejor formada e inmersa en una conexión global donde las particularidades, si no se diluyen, si se transforman. Lo estamos viendo en Myanmar, Tailandia, y cómo no, Hong Kong. @evabor3






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Sobre la firma

Eva Borreguero
Es profesora de Ciencia Política en la UCM, especializada en Asia Meridional. Ha sido Fulbright Scholar en la Universidad de Georgetown y Directora de Programas Educativos en Casa Asia (2007-2011). Autora de 'Hindú. Nacionalismo religioso y política en la India contemporánea'. Colabora y escribe artículos de opinión en EL PAÍS.

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