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Columna
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Mira lo que me has obligado a hacer

Corremos el peligro de pasar de una democracia basada en consensos trabajosos e imperfectos a una democracia mayoritaria fundamentada en la exageración artificial de lo que nos separa

Daniel Gascón
Pedro Sánchez, Carmen Calvo y Pablo Iglesias durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, este miércoles.
Pedro Sánchez, Carmen Calvo y Pablo Iglesias durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, este miércoles.Bernardo Diaz (Europa Press)

La reforma propuesta por Unidas Podemos y el Partido Socialista para el CGPJ empeora el problema. Como ha escrito Germán Teruel, “es inaceptable el bloqueo del PP a la renovación de un órgano constitucional, y es una perversión el reparto por cuotas al que llevan jugando los principales partidos desde hace años”. La solución politiza más la institución y es peligrosa para el Estado de derecho.

La reforma se ha defendido con un argumento espurio: mira lo que me han obligado a hacer. Ha recibido críticas de expertos, se discute su encaje constitucional y ha generado el reproche de la UE. En contra hay un argumento normativo: es iliberal. Hay otro preventivo: hacer esto facilita que otros lo hagan más tarde (Vox ha mostrado que está a favor del control del Poder Judicial, siempre y cuando lo ejerzan ellos).

El Gobierno imposta fortaleza a partir de su debilidad: su fragilidad parlamentaria y la dificultad para alcanzar consenso se transforman en golpes de autoridad. Si tuviera una mayoría más amplia, sugiere, no haría falta cambiar las reglas.

Hay otros casos inquietantes. La fiscal general del Estado era ministra de Justicia. La manera en que se ha presentado la reforma es como poco inelegante. También lo es la especulación sobre la eliminación del delito de sedición. Esto coincide con intentos de desautorización a los jueces y al sistema legal que a menudo parten de ministros del socio menor del Ejecutivo. UP no cree en la neutralidad de las instituciones y piensa que se deben utilizar contra sus adversarios. La política española ofrece numerosos ejemplos de ese uso, pero la innovación de UP es que en lo que para otros era un error o una desviación para ellos es programático. Y la visión cínica del populismo es contagiosa.

Son dos efectos paradójicos: las fuerzas centrales se ven atraídas por sus extremos ideológicos; la fragmentación hace que algunos acuerdos (a veces criticables) del bipartidismo resulten inadecuados, pero iniciativas como esta no buscan la independencia de la justicia ni reconocen el pluralismo. Pretenden someterlo a bloques, incrementando una polarización que, como ha explicado Luis Miller, es mayor entre las élites que en los ciudadanos, y más intensa en aspectos ideológicos que en cuestiones concretas. Corremos el peligro de pasar de una democracia basada en consensos trabajosos e imperfectos a una democracia mayoritaria fundamentada en la exageración artificial de lo que nos separa. @gascondaniel

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Sobre la firma

Daniel Gascón
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) estudió Filología Inglesa y Filología Hispánica. Es editor responsable de Letras Libres España. Ha publicado el ensayo 'El golpe posmoderno' (Debate) y las novelas 'Un hipster en la España vacía' y 'La muerte del hipster' (Literatura Random House).

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