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Columna
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Bajo los efectos de la hidroxicloroquina

Estados Unidos es un país aislado y sin nadie al mando. Este vacío tiene de momento efectos letales

Lluís Bassets
El presidente de Esados Unidos, Donald Trump, durante una comparecencia en la Casa Blanca.
El presidente de Esados Unidos, Donald Trump, durante una comparecencia en la Casa Blanca.MANDEL NGAN (AFP)

Donald Trump quiere que China rinda cuentas de su gestión de la pandemia. También quiere que las rinda la Organización Mundial de la Salud, a la que señala como cómplice de Pekín en el ocultamiento del contagio. Por eso le ha exigido que demuestre a más tardar en un mes que funciona con total independencia de China. La carga de la prueba corresponde a la OMS, no a quien la está acusando. En caso contrario, Estados Unidos la abandonará definitivamente.

La carta dirigida al director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, el mismo día en que empezaba la asamblea general, constituye un hecho insólito en la historia diplomática por su tono intimidatorio y amenazante. Bajo una nube de acusaciones por demostrar, no puede disimular su objetivo: ocultar la gestión catastrófica de la pandemia en Estados Unidos, con un balance de 93.000 muertos y una pérdida de 36 millones de puestos de trabajo que Donald Trump pretende endosar a las responsabilidades de China y de la OMS.

La rendición de cuentas por parte de Gobiernos e instituciones es fundamental si se quiere evitar la repetición de un desastre global como el que estamos ahora sufriendo. Pero el primero que debería someterse a escrutinio es Donald Trump, no tan solo por sus pésimos resultados, los peores, sino por su abandono de las responsabilidades internacionales como presidente de la primera superpotencia, patrocinadora del mismo orden internacional que ahora está destruyendo. La suspensión de su aportación financiera a la OMS primero y la amenaza de convertirla en definitiva dentro de un mes, cuando la pandemia sigue todavía avanzando, solo se explica por la desesperación electoral ante la eventualidad de una campaña presidencial dominada por la muerte y el paro.

La acusación sobredimensionada de Trump tiene sus asideros. China ha cometido serios errores al principio del brote epidémico y luego los ha corregido gracias a la eficaz brutalidad de su sistema de partido único. También la OMS ha cometido los suyos, aunque su responsabilidad es menor en el caso más grave que Trump le achaca: si China tiene tanta mano en la OMS es porque Estados Unidos ha ido abandonando las instituciones internacionales. Trump lo ha demostrado en la asamblea general, a la que no ha querido dirigirse después de mandar la reprimenda. Xi Jinping, en cambio, se ha presentado como el Papá Noel de la sanidad mundial, con una ayuda de 2.000 millones de dólares para la OMS, la promesa de compartir la vacuna que consiga su país, la condonación de la deuda a los países más pobres y la fabricación de material sanitario para todos, además de ofrecer una investigación científica sobre los orígenes del virus.

Tras el episodio de la lejía como antiviral y bajo los efectos de la hidroxicloroquina, la autoridad de Trump es menos que cero. El suyo es ahora un país aislado y sin nadie al mando. Este vacío tiene de momento efectos letales. Y si no hay pronto un cambio de rumbo, más pronto que tarde China lo irá llenando.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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