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Pros y contras del método Montessori, una educación que se sale de lo convencional

Esta corriente pedagógica lleva más de un siglo en las aulas con un enfoque que respeta los ritmos de cada niño y fomenta su autonomía, creatividad y aprendizaje, pero algunos expertos señalan la falta de límites y de objetivos claros

Método Montessori
La principal fortaleza del método Montessori es que sitúa al niño en el centro del aprendizaje, permitiéndole desarrollar habilidades como el pensamiento lógico, creativo y abstracto.Halfpoint Images (Getty Images)

En la era de las redes sociales y la sobreinformación, los padres enfrentan un aluvión constante de consejos y opiniones sobre cómo educar a sus hijos. Desde blogs y foros hasta influencers especializados en crianza, cada día parecen surgir nuevas corrientes pedagógicas que prometen ser la clave para el éxito educativo y emocional de los más pequeños. Aunque no es nueva, una de las más populares es el método Montessori, creado por la pedagoga italiana Maria Montessori en 1912. Un enfoque educativo que lleva más de un siglo generando polémica, atrayendo tanto a fervientes defensores como a voces críticas.

Entre los mitos más comunes sobre este tipo de enseñanza se dice que los niños no tienen límites ni reglas, que no socializan porque trabajan solos, que no saben adaptarse a la educación tradicional o que crecen indisciplinados porque se les deja ser libres. Pero, ¿qué hay de cierto en esto? ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de una educación que se sale de lo convencional?

Miriam Escacena, ingeniera, madre de dos hijos, experta en pedagogía Montessori y formadora de maestros, asegura que el objetivo de esta educación es “permitir el desarrollo integral del niño desde un punto de vista intelectual, físico, emocional y social”. También destaca que esta educación respeta al menor y sus tiempos: “No se obliga a alcanzar hitos concretos, como dejar el pañal antes de los tres años o aprender a leer y escribir a los cinco. Si un pequeño necesita más tiempo, se respeta, porque forzar un aprendizaje puede crear rutas neuronales incorrectas”.

“Su principal fortaleza es que sitúa al niño en el centro del aprendizaje, permitiéndole desarrollar habilidades como el pensamiento lógico, creativo y abstracto”, sostiene también Laura Cerdán, licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona y en Psicopedagogía por la Universitat Oberta de Catalunya. Sin embargo, Cerdán advierte que, en muchas ocasiones, el método se aplica sin límites o pautas claras: “Dejar que el niño marque completamente su formación puede convertirlo en una norma demasiado permisiva”.

Escacena, también creadora de la web Tu guía Montessori, resalta, en cambio, que esta disciplina fomenta una gran autonomía en los menores, lo que repercute directamente en su autoestima: “Estamos acostumbrados a sobreproteger en exceso a los pequeños, y eso les convierte en inválidos. En nuestras escuelas se les da libertad para tomar decisiones desde muy temprano, fortaleciendo sus funciones ejecutivas esenciales para organizar el tiempo y resolver problemas”. Respecto a la formación académica, Escacena desmiente que los alumnos educados en esta disciplina no alcanzan los mismos niveles que los matriculados en los colegios tradicionales: “El aprendizaje es muy significativo porque se basa en experiencias sensoriales y manipulativas. Todo lo que pasa por el cuerpo se conecta mejor en el cerebro. Como decía Maria Montessori, la mano es el instrumento de la inteligencia”.

Deborah, madre de una niña de 2 años y un niño de 5, también valora el impacto positivo de los colegios Montessori: “Muchos creen que los pequeños no son capaces de hacer prácticamente nada solos, pero, si se les da la oportunidad, pueden lograr muchísimo. Mi hija de 2 años ya pone la mesa, se sirve agua y se viste sola”. Sarah Reynoso, madre de dos niños de 1 y 5 años que vive en Miami (Estados Unidos), asegura que el método Montessori transformó la vida de toda su familia. “No solo me volví más comprensiva con mis retoños, sino también conmigo misma. Me abracé, sané y cambié mucho”, afirma. Además de educar a sus hijos en un colegio Montessori, está certificada en esta pedagogía.

Una de las críticas hacia el método Montessori es que se percibe como “solo para ricos” debido a los altos costos de las escuelas privadas que lo aplican.
Una de las críticas hacia el método Montessori es que se percibe como “solo para ricos” debido a los altos costos de las escuelas privadas que lo aplican.MementoJpeg (Getty Images)

Pero el testimonio de algunas familias refleja que este método no siempre cumple con las expectativas deseadas. “Cuando Marc tenía 8 años costaba mucho que estuviera sentado a una mesa. En el colegio nos decían que los niños necesitaban moverse, pero su padre y yo sentíamos que no era normal. Cada vez que íbamos a un restaurante era una locura; incluso un camarero llegó a llamarnos la atención porque molestaba al personal”, recuerda Laura, madre de Marc y Blanca. También comenzó a notar que el menor iba retrasado en lectura y, más tarde, su hija Blanca mostró dificultades similares. “Una amiga me habló del colegio donde iban sus hijos, que era más tradicional, y decidimos cambiar antes de que Marc llegara a Primaria, y fue un acierto”.

Cerdán, autora del libro Para quererte mejor (Editorial Aulamagna, 2023), menciona algunos casos tratados en su consulta cuando la flexibilidad del método ha derivado en problemas: “He visto alumnos en 4º de Primaria que no sabían multiplicar por dos cifras porque los niños no habían pedido aprender esto. Respetar su ritmo está bien, pero no marcar objetivos claros puede tener consecuencias nefastas”.

Algo fundamental que destaca Cerdán es cuándo y cómo debe aplicarse este tipo de enseñanza para que sea realmente efectiva. “Aunque se puede aplicar en toda la vida escolar, el enfoque Montessori funciona especialmente bien en la etapa de infantil [de 0 a 6 años], una edad clave para el aprendizaje sensorial y emocional”, aclara. Sin embargo, considera que tanto en Primaria como en etapas posteriores es crucial que la disciplina se implemente correctamente por docentes bien formados. “Conozco casos en los que los alumnos no tenían ni mesa para sentarse, visitaban el huerto, aprendían cosas lúdicas muy interesantes, pero no sabían leer o sumar”, advierte. Por ello, recomienda a las familias informarse a fondo antes de elegir un centro, asegurándose de que está bien aplicada y supervisada.

Cerdán insiste en que vivimos en una sociedad competitiva que exige resultados y que, aunque las pedagogías innovadoras son positivas, es esencial garantizar que los niños adquieran competencias básicas, “porque vivimos en una sociedad que busca resultados”. Escacena no comparte las reservas que plantean algunos detractores y defiende que “en un mundo donde la tecnología pone toda la información al alcance de un clic, el método Montessori destaca por su capacidad para desarrollar las llamadas soft skills (competencias sociales)”. Según la experta, estas habilidades, que incluyen “la creatividad, la resolución de problemas, el trabajo en equipo y el pensamiento crítico, son esenciales en el siglo XXI” y preparan a los niños para enfrentarse con éxito a los retos de un entorno en constante cambio.

Otra de las críticas más comunes hacia el método Montessori es que se percibe como “solo para ricos” debido a los altos costos de las escuelas privadas que lo implementan. Escacena reconoce que, en algunos casos, las tarifas son más elevadas por la baja ratio de alumnos por maestro, pero recuerda que cada vez son más los colegios públicos en España que están adoptando esta metodología como parte de sus proyectos educativos. “Esto demuestra que es un enfoque accesible y aplicable en distintos contextos”, aclara. Como ejemplo, menciona el CEIP San Benito en Madrid, donde, según confirma, toda la etapa de Educación Infantil lo ha incorporado. “Es una propuesta educativa que puede beneficiar a cualquier niño”, concluye.

Además, la experta y guía Montessori defiende que este enfoque no solo impacta positivamente en el desarrollo de los menores, sino también en las relaciones entre padres, educadores y alumnos, fomentando una comunicación respetuosa y una comprensión más profunda de las etapas del crecimiento. Cerdán, por su parte, recalca que el niño puede ser el maquinista del tren, pero necesita una buena locomotora, “unas vías en buen estado y alguien que le ofrezca opciones de posibles rutas”.

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