Pedro del Castillo, periodista: “Decir que un padre implicado es moderno es como decir que un médico es innovador porque escucha a los pacientes”
El locutor de radio e ‘instagramer’ publica su primer libro, ‘Diario de un padre primerizo’, en el que cuenta desde la cotidianidad cómo ha sido eso la paternidad para él, paso a paso

Con dos hijos de 3 años y 11 meses, Pedro del Castillo (Madrid, 30 años) es periodista, locutor de radio y presentador de televisión. Pero sobre todo es padre, primerizo, para más señas. Así lo indica su libro, Diario de un padre primerizo (Editorial Planeta, 2025) en el que cuenta cómo ha sido su experiencia con la paternidad, la conciliación, el cansancio o las primeras crisis de pareja. No es algo nuevo para él. Lleva hablando de ello a través de Instagram desde el nacimiento de su primera hija. Y parece que a la gente le gusta cómo lo cuenta, porque ha atesorado casi 500.000 seguidores en esta red social y más de 600.000 en TikTok, bajo su perfil @pedrodelcastillo_.
Lo que comenzó como un modo de compartir su alegría por uno de los mayores regalos de su vida, se ha convertido en una forma de entender el mundo y de mostrarlo. Eso sí, siempre desde la humildad: “No me atrevería a hablar como un experto, porque en realidad sigo aprendiendo cada día”. Ese podría ser el secreto de su éxito, contar la paternidad desde la cotidianidad. Y el secreto de que no solo le sigan otros padres, sino también solteros, personas con hijos mayores o incluso abuelos: “Más allá de la paternidad, son experiencias y emociones con las que cualquiera puede identificarse y aprender algo nuevo”.
Pregunta. Diario de un padre primerizo, aunque ahora ya tiene dos. ¿Se sigue sintiendo primerizo?
Respuesta. La verdad es que sí. Aunque ya tengas experiencia con el primero, cada hijo y cada etapa por la que van pasando es diferente y trae consigo nuevos desafíos y aprendizajes.
P. ¿Por qué escribir un libro desde la perspectiva del padre?
R. Porque creo que todavía es un espacio por ocupar. Veo que hay muchos libros y cuentas en redes sobre maternidad, pero no tantas donde el padre cuente en primera persona su experiencia; y eso me parecía interesante.
P. ¿Cómo se es padre en el siglo XXI?
R. Con dificultad. Hay muchos factores y situaciones que no lo ponen fácil: conciliación, salarios, acceso a una vivienda, etc. Ser padre en el siglo XXI es un desafío complejo y fascinante. Ya no se trata solo de proveer y disciplinar, sino de criar con consciencia, empatía y adaptación a un mundo en constante cambio.
P. ¿Ser un padre implicado es ser un padre moderno?
R. Decir que un padre implicado es moderno es como decir que un médico que escucha a sus pacientes es un médico innovador. No, simplemente está haciendo su labor. Un padre implicado no está siendo moderno, está siendo un padre. No debería ser una tendencia, ni una evolución. Si ser un padre presente se considera moderno, lo preocupante no es lo que ha cambiado ahora, sino lo que se entendía por paternidad antes.
P. En su opinión, ¿qué se necesita para ser un buen padre?
R. Buenas dosis de paciencia, empatía, escucha, presencia, humildad, humor y amor.
P. ¿Es necesario también ser una buena pareja?
R. Es necesario ser una buena persona. Desde luego ser una buena pareja ayuda. Pero al final, lo que define la paternidad no es el estado civil, sino el compromiso con tus hijos. Lo esencial es darles a los niños un entorno donde se sientan queridos, seguros y acompañados.
P. Toda pareja se resiente del cansancio y el estrés de la llegada del primer hijo y es algo de lo que usted habla en su libro. ¿Cómo se supera esa crisis?
R. Casi todas las parejas se resienten con la llegada del primer hijo. Es inevitable. Pasas de ser dos a ser tres y todo cambia: el tiempo, las prioridades, las conversaciones, el sueño… o mejor dicho, la falta de él. ¿Cómo se supera esa crisis? No hay una fórmula mágica, pero sí algunas cosas que suman. En el libro cuento varias anécdotas sobre esto con cosas concretas que nos ayudaron y que van en la línea de mejorar la comunicación, evitar los reproches, empatizar y conectar con las necesidades del otro y, por supuesto, tratar de sacar pequeños momentos juntos, aunque sean breves.
P. Uno de los capítulos de su libro está dedicado a agradecer a sus padres su labor. ¿La paternidad ayuda a reconciliarse con sus progenitores?
R. Sin duda. La paternidad te da una nueva perspectiva sobre muchas cosas, y una de ellas es el papel de tus propios padres. De repente, entiendes sacrificios que antes dabas por hecho, valoras gestos que antes pasaban desapercibidos y te das cuenta de que ellos también fueron primerizos alguna vez, con las mismas dudas y miedos que tú. Yo he sentido esa cercanía con mis padres desde el primer día. Cuando pasas una noche en vela con un bebé en brazos, piensas en todas las veces que ellos hicieron lo mismo por ti. Cuando te preocupas por el futuro de tus hijos, entiendes sus miedos y decisiones del pasado. Y cuando te equivocas (porque te equivocas, seguro), entiendes que ellos también lo hicieron lo mejor que pudieron con lo que tenían. Más que una reconciliación, diría que es un reconocimiento. Ser padre no solo te cambia la vida, también te cambia la mirada con la que ves a los tuyos. Y en mi caso, eso solo ha hecho que los admire más.
P. Me gusta lo que habla del vínculo, que no siempre se siente nada más ver al bebé. Es algo de lo que no se suele hablar, pero que puede llegar a hacernos sentir culpables, ¿no cree?
R. Existe esa imagen idealizada de que el vínculo con tu bebé nace en el primer segundo, que lo ves y sientes un amor inmediato e inquebrantable. Y a veces es así, pero muchas veces no. El amor por un hijo no siempre es un flechazo, muchas veces es un vínculo que se construye con el tiempo, con las noches en vela, con las primeras sonrisas, con el día a día. Y cuando esto no se siente de inmediato, es fácil que llegue la culpa: ¿cómo puede ser que aún no sienta ese amor arrollador del que todo el mundo habla? Pero la realidad es que no hay una única manera de vivir la paternidad. Lo importante es saber que ese vínculo llega, cada uno a su ritmo. No mide si eres mejor o peor padre, solo muestra que el amor también se cultiva. Y cuando menos te lo esperas, un día te descubres mirando a tu hijo con esa certeza absoluta: “Aquí está, este es mi sitio, este es mi hogar”.
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