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Romper con el modelo de paternidad patriarcal: cuando la biología se impone a la cultura

Las investigaciones neurocientíficas demuestran cambios a nivel cerebral y endocrino en los hombres cuando tienen un hijo. Esas modificaciones, mucho menores que las que experimentan las madres, están muy ligadas con una experiencia de cuidados estrecha y sostenida en el tiempo

Paternidad
Entre marzo de 2020 y mayo de 2022, los hombres incrementaron en tres horas a la semana el tiempo que dedicaban al cuidado de sus hijos.ArtMarie (Getty Images)
Adrián Cordellat

En las páginas iniciales de El padre en escena: una historia natural de hombres y bebés (Capitan Swing, 2025), la antropóloga estadounidense Sarah Blaffer Hrdy muestra su sincero asombro al ver cómo su yerno ejerce de cuidador principal de su primer nieto. Esas escenas de cuidado —por regla general representadas por mujeres— llevadas a cabo con diligencia, cariño y esmero por un hombre, fueron el punto de partida de su ensayo. “De repente parecía posible que los hombres estuvieran predestinados a cuidar de sus hijos”, escribe la también primatóloga, que añade a continuación que los nuevos y radiantes padres que se implican en la crianza no parecen estar haciendo un esfuerzo contra natura: “De hecho, sus respuestas son profundamente biológicas y no se limitan a la cultura”.

La hipótesis de Blaffer es que estos nuevos y radiantes padres son un ejemplo de cómo, durante los últimos siglos, en el mundo occidental la cultura ha moldeado la biología de los hombres; y que el cambio que se está experimentado ahora en los modelos de paternidad —más implicados y más proclives a los cuidados— no es solo cultural, sino que también tiene una base profundamente biológica.

“Las crías humanas necesitan de largos cuidados, y que tanto hombres como mujeres estén biológicamente capacitados para hacerlo es la hipótesis más plausible. La posibilidad de que exista una base biológica para el cuidado paterno la sabemos por otras especies de animales. Entre nuestros parientes primates destaca el caso de los bonobos, especie en la que los machos pasan mucho tiempo cuidando a su descendencia”, reflexiona el psicólogo perinatal Máximo Peña. Para Peña, esta hipótesis se ve refrendada en muchas tribus actuales, donde se ha observado que la repartición de roles productivos y de cuidados son intercambiables: “Cuidar no es un asunto de mujeres, sino que todos tienen la capacidad de hacerlo, como quizás ocurría en la prehistoria”.

De la misma opinión es el antropólogo especialista en género, masculinidades y paternidad positiva Ritxar Bacete, para quien el modelo de paternidad patriarcal, distante, autoritario, proveedor de recursos y no de afectos, representa una aberración evolutiva que ha impedido e impide a los hombres desarrollar y desplegar todas sus capacidades innatas para los cuidados. “Hace 340.000 años, en Atapuerca, una niña con una grave discapacidad sobrevivió 12 años porque por aquel entonces ya había padres conectados e implicados en los cuidados. Por eso estamos aquí”, añade. “Un dato: es el momento de la historia reciente de la humanidad donde hay un mayor número de hombres sosteniendo la vida, regresando a casa”, explica Bacete.

Aunque aun lejos de un reparto equitativo con las mujeres, los datos parecen darle la razón. Según cifras del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones español, en 2013 los padres apenas representaban en 7% de las excedencias para el cuidado de hijos. En 2024 ese porcentaje ascendió hasta el 15,6%, aunque por el camino han llegado a representar casi una de cada tres excedencias (29,9% en 2022). Según el informe de la Fundación LaCaixa Desigualdad de género en el trabajo remunerado y no remunerado tras la pandemia, solo entre marzo de 2020 y mayo de 2022 los hombres incrementaron en tres horas a la semana el tiempo que dedicaban al cuidado de sus hijos. Y los resultados de otra investigación auspiciada por la misma entidad (¿Ha aumentado el tiempo que los padres dedican a sus hijos?, de 2021) concluyeron que durante la crisis económica de 2008 se produjo una notable reducción de la brecha de género en los cuidados, especialmente entre los progenitores con niños menores de tres años: en comparación con 2002, el tiempo medio que los padres destinaron a los cuidados físicos de sus hijos aumentó en un 30%, mientras que el de las madres se redujo ligeramente. Según los autores, se podría atribuir a cambios en el comportamiento y en las actitudes hacia este tipo de tareas.

"Cuidar no es un asunto de mujeres, sino que todos tienen la capacidad de hacerlo", según el psicólogo Máximo Peña.
"Cuidar no es un asunto de mujeres, sino que todos tienen la capacidad de hacerlo", según el psicólogo Máximo Peña. SelectStock (Getty Images)

“El soporte biológico para los cuidados es probable que acompañe a los hombres desde hace miles de años; lo que no siempre les ha acompañado es un contexto sociocultural que favorezca el hacerse cargo de las criaturas que engendran. Si el cambio cultural que estamos viviendo con respecto a la implicación de los hombres en los cuidados no retrocede, para las generaciones siguientes será más sencillo que el andamiaje biológico de los cuidados se despliegue, facilitando que hombres y mujeres cooperen en la crianza de la forma más igualitaria posible”, reflexiona Peña.

¿Qué pasa en el cerebro de los padres que se implican?

En El padre en escena: una historia natural de hombres y bebés, Blaffer recurre a la neurociencia para apuntalar su hipótesis. La autora habla de los cambios a nivel cerebral y endocrino que se producen en los hombres cuando se convierten en padres, especialmente si están implicados. La antropóloga cita el estudio Correlatos hormonales de la capacidad de respuesta paterna en padres primerizos y futuros (2000), de la bióloga Katherine Wynne-Edwards y la psicóloga Anne Storey, investigadoras respectivamente de la Queen’s University (Ontario, Canadá) y de la Memorial University of Newfoundland (San Juan de Terranova, Canadá), que ya a principios del siglo XXI descubrieron cambios endocrinos en los padres que cuidan. Entre ellos, un incremento en los niveles de prolactina y un descenso en los niveles de testosterona y de cortisol. “Están bastante documentados los cambios hormonales en los hombres que se convierten en padres, y junto a las adaptaciones cerebrales, es probable que la biología los acompañe durante la transición a la paternidad. En todo caso, a mí no me gusta asemejar o comparar procesos tan diferenciados como la maternidad y la paternidad”, matiza Peña.

“Desde un punto de vista sociológico, antropológico y psicológico estoy 100% de acuerdo con lo que dice Blaffer. Con lo que no estoy tan de acuerdo es con utilizar la neurociencia para justificar su hipótesis”, sostiene la neurocientífica Susanna Carmona, una de las más reputadas investigadoras en el campo de la neuroplasticidad cerebral asociada a la maternidad y la paternidad. Las investigaciones lideradas por Carmona en el Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón (Madrid) han demostrado que el embarazo y la maternidad producen una transformación en el cerebro de la mujer que, para la neurocientífica, está a años luz de lo que ocurre en el del padre. “Si tú haces zoom y te focalizas en buscar algo en concreto, por supuesto puedes ver diferencias en el cerebro masculino, pero cuando miras el bosque entero desde lejos, con perspectiva, ves que esas modificaciones no tienen nada que ver con las que ocurren en la mujer que pasa por un embarazo, un parto y un posparto”, apunta. “Esto no quiere decir que los padres no puedan cuidar”, incide Carmona, “de hecho, algunas investigaciones demuestran que esos pequeños cambios cerebrales que se producen en los padres se hacen mayores cuanto más tiempo pasan con sus bebés”.

“Efectivamente”, retoma Peña, “a diferencia de los cambios que se producen en los cerebros de las mujeres, vinculados a procesos inherentes a la maternidad como el embarazo, el parto o la lactancia, en el caso de los hombres que se convierten en padres los cambios neuroanatómicos reportados se relacionan con una experiencia de cuidados estrecha y sostenida en el tiempo”.


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Sobre la firma

Adrián Cordellat
Escribe como colaborador en EL PAÍS desde 2016, en las secciones de Salud y Mamás&Papás. También ha colaborado puntualmente en Babelia y en la sección de Cultura, donde escribe sobre literatura infantil y juvenil. Dedica la mayor parte de su tiempo a gestionar la comunicación de sociedades médicas y científicas.
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