Más olfato y audición: por qué las mujeres desarrollan superpoderes con la maternidad
La neuroplasticidad del cerebro aumenta durante el embarazo y el posparto, de forma que este se adapta para fomentar un vínculo sólido entre madre y bebé y para garantizar el bienestar del recién nacido
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El cuerpo de la mujer cambia con la maternidad, pero también cambian otros aspectos menos evidentes a simple vista, como su cerebro y, por lo tanto, su forma de percibir el mundo. Todo ello tiene como objetivo garantizar la supervivencia y bienestar del bebé. Son muchos los niños que creen que su madre es una heroína con superpoderes, y no van tan desencaminados porque estudios científicos al respecto determinan que las mujeres con hijos experimentan cambios cerebrales que influyen en cuestiones como la agudización de los sentidos. Que se lo pregunten a las que son capaces de distinguir el llanto de su bebé entre muchos otros o pueden discernir si su hijo tiene hambre, sueño o está enfermo con tan solo mirarle.
De hecho, existe un término específico referido a los cambios que experimenta una madre reciente. “Se denomina matrescencia y se refiere al proceso de transformación física, emocional, psicológica y social que experimenta una mujer al tener un hijo. Es un concepto similar a la adolescencia porque implica una profunda reestructuración de la identidad”, lo define Alba María García, neuropsicóloga clínica en Center Psicología, en Madrid. Además, según se concluye en el estudio Neuroplasticidad de la mujer durante la gestación, el parto y el posparto (por su título traducido al español), publicado en la revista Nature en enero de 2024, tanto la adolescencia como la matrescencia son periodos vitales coordinados por hormonas esteroideas y épocas de neuroplasticidad y de vulnerabilidad mental. En estas dos etapas vitales también es necesaria una readaptación en la vida de la persona, según la investigación.
“Las adaptaciones cerebrales durante el embarazo y el posparto pueden interpretarse como la adquisición de superpoderes, que preparan a la madre para responder eficazmente a las necesidades de su hijo. Estas modificaciones facilitan el establecimiento de una unión sólida entre madre e hijo, esencial para la supervivencia y el desarrollo del recién nacido”, explica García. “El cerebro de la mujer experimenta cambios relevantes que facilitan la adaptación a la maternidad y promueven el vínculo con el recién nacido”, asegura la especialista.
Según el estudio realizado por el equipo de investigación de Susanne Nehls, publicado en febrero 2024 en la revista Transnational Psyquiatry (Cambios en el cerebro materno y su influencia en el apego madre-hijo), la neuroplasticidad posparto puede ser particularmente relevante en las regiones cerebrales vinculadas a la crianza. Por ejemplo, se citan en las áreas involucradas en la sociabilidad, de cara a lograr una mayor adaptación al entorno con el fin de identificar situaciones amenazantes, además de fortalecer el vínculo entre madre y bebé.
“Las alteraciones en el cerebro materno están principalmente impulsadas por cambios hormonales significativos durante el embarazo que lo preparan para las demandas y cambios que conlleva tener un hijo, además de promover comportamientos que aseguran el cuidado y la protección del recién nacido”, explica García. “También se ha observado un aumento de la materia blanca y el volumen del líquido cefalorraquídeo durante la gestación, que se estabiliza después del parto”, prosigue, “estos cambios están relacionados con el aumento de los niveles hormonales, particularmente del estradiol y la progesterona, que influyen en la plasticidad cerebral”. “La oxitocina, conocida como la hormona del amor, también aumenta durante el parto y la lactancia, fortaleciendo el vínculo entre la madre y el bebé”, señala por su parte Montse Díaz, doctora en psicología, neuropsicóloga y directora del Proyecto Neuropsicoteca, una web de networking entre profesionales de la psicología.
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Cada mujer es un mundo y experimentará los cambios de manera personalizada, según factores como la edad o la salud. “No obstante, las adaptaciones cerebrales pueden influir en la percepción sensorial de la madre (oído, olfato) para mejorar su capacidad de detectar y responder a las señales de su bebé”, continúa García. La materia gris del cerebro aumenta durante el embarazo en zonas determinadas: “Áreas como las relacionadas con la empatía o la regulación emocional, lo que ayuda a las madres a estar mejor sintonizadas con sus hijos”, destaca Díaz, quien señala, además, la reducción del volumen cerebral que se produce durante el embarazo: “Esto no significa que haya una pérdida de capacidad cognitiva, sino una reorganización que puede hacer que el cerebro sea más eficiente”.
Las madres se vuelven menos tolerantes con el estrés, lo que favorece que sean más selectivas para elegir entornos de bienestar para sus hijos, según describe Díaz. “Sin embargo, esto también puede provocar que sean más susceptibles a padecer ansiedad y depresión postparto, ya que los cambios hormonales y cerebrales pueden favorecer que estén más sensibles emocionalmente”, destaca la especialista. Un clásico de las futuras madres es lo despistadas y olvidadizas que pueden volverse. “Sin embargo, aunque la memoria a corto plazo puede verse afectada, la maternidad también puede mejorar el aprendizaje y la capacidad de recordar a largo plazo. Estos cambios pueden ayudar a la adaptación de las demandas del cuidado de los niños”, matiza la neuropsicóloga.
Algunos sentidos, como el gusto o el olfato, pueden acentuarse durante el embarazo y el postparto: “Muchas mujeres experimentan una hipersensibilidad olfativa, conocida como hiperosmia. Se debe al aumento de hormonas como los estrógenos y la progesterona, así como a una mayor irrigación sanguínea en las membranas nasales. Esto puede provocar que ciertos olores, que antes pasaban desapercibidos, se huelan de manera mucho más intensa y, a veces, se perciban como desagradables”, continúa Díaz. “El gusto también se ve afectado por los cambios hormonales, lo que se traduce en los conocidos antojos o aversiones a ciertos alimentos que antes no se tenían. Esto puede estar relacionado con la necesidad del cuerpo de ciertos nutrientes durante el embarazo”, indica la especialista, que también señala el aumento de la sensibilidad auditiva: “Se trata de una respuesta adaptativa para estar más alerta a los sonidos que podrían indicar que hay un riesgo para el bebé”.
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