Qué es la dismorfia del ‘selfie’ y cómo puedo ayudar a mi hijo
Los padres deben acompañar a su hijo en el proceso de descubrimiento del mundo digital y las redes sociales. La psicóloga, Andrea Vega Seoánez, expone ocho puntos que pueden ayudar en su prevención
El trastorno dismórfico corporal (TDC) se encuadra en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5) y sucede cuando la persona que lo padece cree que existen partes de su cuerpo feas y focaliza su atención en ellas. De este término deriva, la dismorfia del selfie o de Snapchat y, aunque no se conocen muchos casos en la actualidad, es un concepto acuñado hace poco tiempo en EE UU para nombrar a aquellos individuos que presentan una alteración de su apariencia. La obsesión por los selfies, por una imagen óptima y cuidada y por lograr así la atención, los likes y el beneplácito de seguidores, causa que muchos niños y adolescentes, aquellos que se pasan gran parte de su tiempo pendientes de las redes sociales, se excedan con los filtros. De esta forma, los menores dejan de ser ellos mismos y alteran sus rasgos faciales, llegando en ocasiones a solicitar hacérselo, incluso, mediante cirugía estética. Curiosamente según los expertos en salud, los pacientes que padecen este trastorno lo perciben como un trastorno físico y no mental.
“Efectivamente, la dismorfia o el TDC hace referencia a la preocupación excesiva y malestar asociado a ciertas partes del cuerpo, con una autopercepción distorsionada de la imagen y magnificando la parte del cuerpo por la que sienten desazón”, evidencia Laia García Clot, psicóloga general sanitaria. Según la profesional, en nuestra sociedad se premian cuerpos delgados, de piel tersa y musculada, “castigando todos aquellos que se salgan del canon de belleza establecido”. “En Instagram, vemos fotos de personas con pieles sin ningún tipo de marca o cicatriz. No solo eso, sino que al alcance de cualquiera existe gran variedad de filtros que van a modificar la imagen y adaptarla a la norma estética impuesta. Si diariamente uno usa cierto filtro, llega a sentirse identificado con esa imagen. Se crea entonces un rechazo del propio cuerpo”, incide García Clot.
La psicóloga explica que la población adolescente resulta ser la más afectada, encontrándose en una etapa vulnerable, pues está construyendo su identidad y buscando qué le identifica. “En esta etapa, juegan un gran papel el grupo de iguales y las personas que tengamos como referentes, entre ellos, aquellos que podemos encontrar en las redes sociales. Resulta de vital importancia crear conciencia en este grupo de edad y comentar que no todo lo que vemos en las redes es real y que no hay un cuerpo perfecto como nos lo definen, sino que todos los cuerpos sufren cambios, tienen rasgos que nos van a agradar más que otros, pero no por ello dejan de ser bellos”, declara García Clot. La profesional trasmite la necesidad de enseñar a la juventud a ser crítica con lo que vean y a gestionar sus emociones y sensaciones en relación con su cuerpo: “Hay que empoderar para no creer que su mejor imagen es la que les muestra ese filtro de Instagram”. Para la experta, existen otros factores que predisponen a padecer este trastorno, como son: la baja autoestima, un perfil de personalidad obsesivo-perfeccionista y/o la necesidad de aprobación externa. “La alteración de la propia imagen es mucho más compleja y debe ser estudiada y tratada de forma individualizada”, prosigue.
La especialista expresa que la cirugía no es la solución y que la clave es la aceptación corporal, sin compararse con otros, menos con cuerpos que ni existen. El doctor Pablo Martínez, cirujano plástico y miembro de la SECPRE (Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética), identifica que hay cada vez más niños y jóvenes de edad que realizan ese tipo de solicitud. “Los pacientes llegan a consulta y en un momento de la entrevista muestran lo que quieren con su móvil, es decir, una versión de ellos mismos con un sinfín de filtros fotográficos”, refiere el doctor Martínez. El gran reto del cirujano plástico es detectar aquellos pacientes que realmente sufren un trastorno dismórfico, algo que el facultativo asume no ser “nada fácil”. Y explica que llegado ese momento: “se deben analizar en profundidad las peticiones del paciente y tratar de reconducir las demandas, incluso aconsejando buscar ayuda especializada y, sobre todo, rechazando cualquier intervención quirúrgica”.
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Niños y jóvenes llegan a sentir malestar con su imagen física. “En cuanto a la dismorfia del selfie, la cuestión no se basa en que los padres propicien “una visión positiva” de forma absolutista en sus hijos, sino una visión de aceptación incondicional a los propios rasgos, en este caso, físicos”, sostiene Andrea Vega Seoánez, psicóloga general sanitaria. “Una aceptación incondicional de uno mismo conlleva la integración realista del “yo”, con las propias virtudes y “defectos”, de tal forma que no se haga necesario modificar una imagen para continuar siendo validado personal o socialmente”, sostiene la profesional especializada en psicología infanto-juvenil.
Los padres deben acompañar a su hijo en el proceso de descubrimiento del mundo digital y las redes sociales. Vega Seoánez, por otra parte, expone ocho puntos que pueden ayudar en la prevención del trastorno dismórfico del selfie:
- No incurren en comentarios comparativos en cuanto a lo bueno, bonito o especial que es determinado rasgo físico.
- Apostar por un autoconcepto y autoestima saludable que ponga la variable “mejora” con relación a uno mismo y el propio desarrollo y no en lo que se refiere a otros o roles sociales.
- Evitar influir en el menor para que adopte un estilo u otro, invalidando su propia experimentación y desarrollo para acercarlo a lo que los progenitores consideran lo correcto.
- Detenerse en la validación de capacidades y cualidades ya existentes desde su relación directa con el esfuerzo, la constancia, la pasión..., así como en las consecuencias inmediatas de lo mismo, esto es, satisfacción, diversión, acercamiento a un futuro deseado...
- Tener cautela a la hora de enunciar frases que conlleven la percepción de idealización de determinadas figuras sobre la base de criterios superficiales.
- Permanecer atentos a no dar unos mensajes basados en lo anterior y en la aceptación incondicional para, a continuación, transmitir una vivencia experiencial contraria basada en el perfeccionismo físico, la búsqueda de aceptación constante, de mensajes referidos a sí mismo como padre o madre de rechazo a sus propios rasgos o cualidades... Todo aprendizaje es prioritariamente experiencial, aunque apoyado en recursos verbales.
- Limitar su exposición temporal, así como el acceso a determinados perfiles o redes sociales. El impacto será sustancialmente menor en la medida en la que tengamos mucha más estimulación a la que atender y bajo la que crear un “yo” y una forma de relación con uno mismo y el mundo en general.
- La especialista en psicología infanto-juvenil sostiene que, si el niño o adolescente sufre de trastorno dismórfico o dismorfia del selfie, debe abordarse lo anteriormente expuesto y ponerse en manos de un profesional para “trabajar la aceptación incondicional de las virtudes y defectos, sin que signifique o conlleve la infravaloración del cómputo de la persona”.
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