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Von der Leyen se prepara para su primer gran examen tras el fiasco con Trump

El debate sobre el estado de la Unión mide esta semana la fortalezas y debilidades de Bruselas

António Costa, Ursula von Der Leyen y el enviado de Trump para Oriente Próximo, Steve Witkoff, el jueves en París.
Claudi Pérez

El periodismo es pielroja: “Hacen falta mil voces para contar una historia”, según un dicho de esos indios norteamericanos. No son mil, pero hasta una veintena de fuentes consultadas para esta especie de crónica, que quería ser un perfil, resumen el Estado de la Unión en una sola palabra: Trump. El trumpismo atraviesa todas las conversaciones. Y, sin embargo, no es solo Trump. El problema de Europa es que promete por encima de sus posibilidades y ejecuta por debajo de las expectativas. Y que en esa zona gris en la que se ha instalado no hay liderazgo, y las instituciones europeas –y en particular la Comisión, el brazo ejecutivo— pecan de falta de ambición en agendas como la política de seguridad y defensa, las negociaciones comerciales o el impulso al mercado único.

Había planes sobre la revolución verde y digital: se han diluido. Había promesas para una Europa por fin geopolítica: nada reseñable todavía. Había que ponerse las pilas con las políticas de defensa y seguridad: siguen siendo un montón de remiendos mal cosidos. Había que reforzar el mercado único con las casi 400 medidas del plan Draghi: la hoja de servicios es como aquel óleo famoso, Blanco sobre blanco. La jefa de la Comisión, la muy alemana Ursula von der Leyen, se somete esta semana a su gran examen de legislatura con el discurso sobre el estado de la Unión tras el fiasco de la negociación comercial con Trump, plasmada en aquella foto en Escocia con los pulgares en alto que parece La rendición de Breda.

Esa fotografía, rematada con una segunda imagen poco decorosa en el besamanos de la Casa Blanca, es una buena síntesis visual del estado de la Unión y de la cotización de Von der Leyen si se le suma su mutis sobre Gaza. Lo más probable es que su discurso, el miércoles, sea tan potente como los anteriores: uno de sus puntos fuertes es la escenografía, aunque luego no logre pasar de las musas al teatro. Sus defensores dirán que la culpa es de los Estados miembros, con Alemania y Francia en crisis, y tienen parte de razón. Pero el veredicto de las fuentes consultadas sobre ese estado de la unión, y sobre la Von der Leyen del segundo mandato, es bastante más oscuro que el color de la bandera europea.

“Hay una involución respecto al primer mandato en cambio climático y migración. Es la jefa más presidencialista de la historia de la Comisión. Ha presentado un puñado de proyectos con nombres pomposos de los que sabemos poco. Está cerca de saltarse los Tratados en política exterior sin conseguir resultados. Ha sido excesivamente atlantista y alemana con la política comercial e Israel. En Ucrania logró parar el golpe, pero tampoco se ve impulso hacia ninguna parte. No ha dudado en hacer guiños a la ultraderecha, dejando tocado el consenso centroderecha-centroizquierda-liberales. Y el esbozo del presupuesto es poco ambicioso para los tiempos que corren”. “Yo lo veo así”. Quien así lo ve es Josep Borrell, exjefe de la diplomacia europea y contrapeso de Von der Leyen –junto a Thierry Breton y Frans Timmermans, que también han expresado críticas— durante los últimos años.

No es el único. Un alto cargo de Exteriores de un país europeo cuenta que las últimas sacudidas globales han dejado descolocada a Von der Leyen, “con un atlantismo que a veces no nos conviene, desdibujada sin apoyos claros entre los socios”. Otro ministro le reprocha errores en la negociación comercial (“nunca se planteó el instrumento anticoerción ni ir contra las tecnológicas; no tiene el apoyo de Berlín para negociar de igual a igual”), y que mantenga con Israel “una posición de conservadora alemana más que de líder europea”.

Hija de un líder conservador regional en Alemania y discípula política de Merkel, Von der Leyen es “un animal de poder”, aseguran fuentes diplomáticas, “y quiere ser la presidenta de Europa, un cargo que no existe en los tratados pero sí en su cabeza”. Es competente, es sólida y es muy trabajadora, hasta el punto de dormir en el Berlaymont, la sede de la Comisión; ya dormía en el ministerio cuando era titular de Defensa en Berlín. Madre de siete hijos, médica y esposa de un profesor de Medicina, da una estudiada imagen de serenidad, aunque puede ser muy impulsiva. Ha sabido rodearse de un equipo solvente en el que destaca el rasputinesco Bjoern Seibert, su jefe de gabinete.

Todas las fuentes consultadas subrayan su “acusado presidencialismo”. “Es un presidencialismo que domina con mano de hierro las agendas y opaca a los comisarios y a António Costa, más discreto por su personalidad. Paradójicamente, este presidencialismo exacerbado limita el liderazgo y la ambición colectiva del colegio de comisarios, tradicional motor europeísta” cuenta Cristina Gallach, exsecretaria de Estado de Exteriores. Ese presidencialismo tecnocrático, falto de carisma, que antepone ambiciones personales y se arroga competencias que no tiene, ha diluido también la voz de su vicepresidenta Teresa Ribera, que solo muy recientemente ha aparecido para hablar de “genocidio” en Gaza, en claro contraste con el silencio de la presidenta.

“En su primer mandato tuvo éxito con la pandemia, el pacto verde, Ucrania y la crisis energética. La Comisión mejoró sus prestaciones por su ambición, combinada con la debilidad de Alemania. Pero Francia también se ha debilitado: su segundo mandato va a ser aún más desafiante. Sigue siendo muy dominante en la Comisión, pero ya no controla la Eurocámara, que se ha derechizado y va a presionar para que desregule y sea menos verde. Algunos países se oponen a sus esfuerzos por liderar la política exterior: ya estamos viendo críticas por ser demasiado comprensiva con Israel. Y Trump tiene poco respeto por Bruselas: otro problema”, apunta Charles Grant, director del Centro para la Reforma de Europa, un think tank de Londres.

Prioridades

Ian Lesser, del German Marshall Fund, explica que hace bien en cambiar sus prioridades: “La situación lo requiere”. “Tiene agendas endiabladas tanto con Washington como con Israel porque no hay una visión común entre los Estados miembros. Europa ya no puede ir tirando con el poder blando del pasado: hacer casar eso con los valores es un desafío colosal”, añade Lesser.

Von der Leyen estuvo cómoda con las dos grandes crisis de su primer mandato, la pandemia (por su formación científica) y Ucrania (por su pasado en Defensa). “Pero ha caído en la trampa de Trump y sobre todo en los tabús de Alemania con Israel: parece un cargo de medio pelo de la CDU en lugar de la voz de Europa en Gaza”, añade una fuente diplomática. “Se ha visto demasiado su tacticismo, con un cambio de prioridades en función de los apoyos, y hay un exceso de propuestas alicortas en lugar de mirar al horizonte”, abunda Pol Morillas, director del Cidob.

¿Es hábil tácticamente o es oportunista? Jan Techau, de Eurasia Group, destaca que con Francia en dificultades y con Alemania estancada desde 2019, “el viraje conservador” de Europa marca una agenda “mucho más a la derecha”. “Von der Leyen es trabajadora, es tenaz, puede llegar a ser cruel: eso es en parte capacidad de adaptación para sobrevivir en circunstancias muy difíciles y requiere gran habilidad, pero puede ser vista como oportunista en exceso”.

A pesar de la irrupción del huracán Trump, el atlantismo es parte de la cultura política de Europa. Y es difícil cambiar una cultura. “La influencia de la UE va a la baja. Von der Leyen está atada al mástil de esa cultura europea con su atlantismo, y en Gaza al mástil de la CDU: el apoyo inquebrantable a Israel forma parte del mito fundacional del conservadurismo alemán desde [Konrad] Adenauer”, sintetiza André Härtel, del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales. “Debería desviar protagonismo hacia Kaja Kallas, porque para cualquier político de la CDU de su edad [66 años] criticar a Israel es imposible”, añade.

“Agosto no ha sido un buen mes para Von der Leyen: Europa ha dado una imagen de debilidad y ella estaba en el centro de la foto. El discurso sobre el estado de la Unión le ofrece una oportunidad para hacer un reset”, cierra con un reproche optimista la exministra de Exteriores española Arancha González Laya.

“Europa está mal equipada”

La prioridad de Von der Leyen, astuta hija sobreprotegida del establishment político europeo, “siempre ha sido la soberanía europea, tal como se percibe en Bruselas esa soberanía”, un cruce de autonomía estratégica y necesidad de afilar los instintos geopolíticos de una Unión que siempre ha tenido más querencia por la geoeconomía, explica desde Viena Ivan Krastev, uno de los pensadores más influyentes de la Europa actual. Krastev defiende que Von der Leyen hace ese cálculo después de comprobar que las placas tectónicas del europeísmo se mueven en direcciones inéditas.

“Meloni ganó las elecciones con una agenda antimigración clarísima. En el poder no ha conseguido rebajar las entradas irregulares, la ansiedad sigue ahí y a ella no le va mal en las encuestas. En Alemania, el Gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz avanzó en la agenda verde, en la descarbonización de su economía, y los votantes le dieron la espalda. Esa asimetría es crítica para comprender el giro a la derecha de Europa, que es el de Von der Leyen”.

“La esperanza de que Europa lidere la revolución verde se ha tornado en decepción: la UE es muy dependiente de la tecnología china en la agenda verde, y muy dependiente de la estadounidense en la revolución digital. El reto de Von der Leyen es encontrar alguna ventaja competitiva en un mundo para el que Europa está mal equipada.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.
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