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Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Ursula von der Leyen, la hija de Bruselas que volvió para comandar Europa

Alemana nacida en la capital belga, su padre fue un alto funcionario que asistió a la firma del tratado seminal de la UE en Roma. La primera mujer en presidir la Comisión Europea es médica, madre de siete hijos y una consumada jinete

Ursula Von der Leyen
Alexandra España
Guillermo Abril

Cada vez que Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, levanta la vista desde su escritorio y la posa con gesto mecánico en el infinito —pongamos, cuando habla por teléfono con Emmanuel Macron o con Joe Biden— puede ver el origen mismo de la Unión Europea. La inmensa fotografía en blanco y negro, colgada en la pared de enfrente en su despacho, capta el instante de la firma en 1957 del Tratado de Roma, uno de los chispazos primigenios de la UE. En la imagen figuran los líderes de Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, rodeados por decenas de personas. La escena representa el pasado de la institución, por lo que Von der Leyen, que encarna el presente y ha observado cada detalle, hace notar algo que no encaja: “Solo hay una mujer”, dice señalando una figura al fondo, abrumada entre hombres con traje.

Sesenta y dos años después, esta médico de formación, política conservadora de la CDU, ministra durante 14 años en los Gobiernos de la canciller alemana Angela Merkel y madre de siete hijos, se convirtió en la primera mujer en alcanzar el rango más alto del brazo ejecutivo de la UE. Von der Leyen inició su mandato el 1 de diciembre de 2019. No había sido la candidata evidente para dirigir la Comisión; su nombre salió para desatascar las negociaciones de los Veintisiete. Recibió el aprobado del Parlamento Europeo por los pelos. Y tomó las riendas con un programa que gravitaba en torno a la transición verde, la regulación de los mercados digitales y el control de la migración. La paz le duró 100 días. A los 101, el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró una pandemia por la covid-19 e hizo saltar por los aires toda hoja de ruta.

En estos años de crisis hemos visto la mejor versión de la UE
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea

No existen manuales para la montaña rusa que ha venido después. A Von der Leyen, que justo estos días cumple el ecuador de su mandato de cinco años, le ha tocado bregar con las que seguramente sean las dos mayores crisis del bloque comunitario desde su fundación, primero una sanitaria que ha dejado cientos de miles de muertos y tensó las costuras entre los Veintisiete hasta límites desconocidos; seguida de una guerra en el continente cuyo oscuro veneno amenaza con emponzoñar la paz sobre la que fue cimentada la Unión. De ellas, de momento, ha salido airosa, con una imagen personal reforzada y la sensación de haber moldeado sobre la marcha un bloque más integrado. Ahora las capitales (o al menos la mayoría) no miran a Bruselas como una amenaza, como sucedió durante la debacle financiera en 2008 y el drama migratorio de 2015: ahora la capital europea es parte de la solución.

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La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante una visita a Bucha (Ucrania) el pasado 8 de abril.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante una visita a Bucha (Ucrania) el pasado 8 de abril.t.me/Denys_Smyhal (EFE)

“En estos años de crisis hemos visto la mejor versión de la UE”, resume Von der Leyen su mandato. Esta mujer de 63 años, aspecto frugal y poco más de 1,60 de estatura, casi etérea para los estándares alemanes, se encuentra sentada en un sofá de tono pastel en su despacho en la planta 13ª del edificio del Berlaymont, el epicentro del poder Ejecutivo del bloque comunitario. En la estancia predominan el orden, la pulcritud y los colores amables, a juego con las chaquetas sobrias y casi miméticas que suele vestir a diario. Nada en la sala parece fuera de sitio, empezando por su pelo corto y bien peinado, y cuando uno entra en ella, tras atravesar una puerta de vidrio de seguridad con alarma que solo pueden abrir unos pocos elegidos, es inevitable tratar de adivinar tras cuál de las dos puertas restantes se encuentra el sobrio apartamento de 25 metros cuadrados donde vive. Fue una de sus primeras decisiones: lo mandó habilitar para no perder un minuto en el trayecto del hogar a la oficina, una costumbre que ya traía de sus años de ministra en Berlín. Trabajaba sin descanso de lunes a viernes y regresaba el fin de semana a la casona familiar a las afueras de Hannover. Un reportaje de hace años describía así su habitación en la capital alemana: “Una celda monacal, con cama, silla, tele y baño”.

A pesar de la rigidez que suele mostrar en sus apariciones públicas, resulta cálida y afable. Termina muchas de sus respuestas con una sonrisa, a veces con una carcajada. Elmar Brok, un histórico eurodiputado alemán y compañero de partido en la CDU, asegura que no le hace justicia la fama de mujer gélida: “Tiene muy buena voz. A veces canta en celebraciones, tipo Barbra Streisand”. Y su sonrisa, dice, es un arma en la que se apoya para negociar. “Se parece a la de su padre”.

La trayectoria comunitaria de Von der Leyen no se entiende sin el camino trazado por su progenitor: la presidenta se levanta de un brinco del sofá y camina hasta otra vieja fotografía del Tratado de Roma, tomada el mismo día y en el mismo lugar, pero es un detalle ampliado. En ella se distingue el rostro de algunos firmantes, ahí está Konrad Adenauer, primer canciller de la República Federal de Alemania y uno de los sacrosantos padres fundadores de la UE. A su espalda figura un joven de aire desenvuelto llamado Ernst Albrecht que en su momento llegará a ministro presidente del estado federado de Baja Sajonia. En la foto tiene 26 años, se ha labrado una destacada carrera como agregado en las incipientes instituciones comunitarias; tras la firma será destinado a Bruselas como uno de los primeros funcionarios de la recién creada Comisión. Se mudará a la capital comunitaria con su mujer y sus dos hijos, y el año en que entra en vigor el acuerdo (1958), bajo el influjo de esos nuevos vientos europeístas, nacerá en esta ciudad su primera hija: Ursula Gertrud Albrecht. “Ese es mi padre”, dice Von der Leyen (su apellido de casada). “Todo ser humano se pregunta, ¿cuál es mi hogar? Para mí, de forma muy fuerte, es Europa”, añade. Vivió sus primeros 13 años en Bruselas. “Siempre quise volver”.

En dos años y medio en la ciudad, se ha convertido en un rostro ubicuo; goza de mayor exposición de la que probablemente jamás tuvo un predecesor reciente (Juncker, Durão Barroso, Prodi, por citar los de este siglo), y su figura sobresale ante cualquier otro mandatario de la UE. Hay incluso quien la coloca en el pedestal de los grandes hacedores europeos, como Jacques Delors. Elmar Brok cree que la comparación es exagerada. “No es una visionaria como Delors”, zanja al teléfono. “Pero sí ha sabido lidiar con las crisis con inteligencia y firmeza”.

Tiene muy buena voz. A veces canta en celebraciones, tipo Barbra Streisand
Elmar Brok, eurodiputado alemán

El liderazgo de Von der Leyen ha sido sobrevenido. Tardó en reaccionar a la pandemia. Tocó fondo justo después del Brexit, a principios de 2021, cuando no arrancaba la producción de vacunas y Bruselas se vio obligada a imponer un mecanismo para que los viales de la UE no escaparan por la puerta de atrás al Reino Unido. “La pandemia golpeó duro”, resopla ella. “Pero apostar por tener vacunas de forma conjunta fue lo correcto. Si no, hubiera sido un desastre. Imagina que solo Alemania y Francia las tuvieran”.

Su presencia creciente ha cogido a muchos con el pie cambiado. Es conocida su rivalidad con el jefe al otro lado de la calle, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. La tensión explotó después de que este se sentara junto al presidente Recep Tayyip Erdogan en una visita a Turquía el año pasado, mientras ella quedaba relegada a un sofá alejado de los varones. Armó un contraataque feminista y ya pocos dudan de quién lleva la batuta en la orquesta de Bruselas. “La relación entre ellos es muy constructiva”, sonríe una fuente cercana a la presidenta.

Cuando ella habla el resto calla. Y se asegura de figurar siempre en los grandes anuncios, ya sea para celebrar el 70% de vacunados en la UE o el embargo al petróleo de Moscú, aprobado esta semana. Sus comparecencias, criticadas por no aceptar preguntas de la prensa, denotan a una política consciente de la imagen que proyecta. “Tiene buenos asesores de comunicación. Es buena encontrando palabras claras y hermosas. Le preocupan los titulares, los discursos bonitos, el corte perfecto para televisión”, cuenta al teléfono Daniel Goffart, coautor de Ursula von der Leyen: Die Biografie (2019).

Pero hay quien censura su presidencia artificiosa y sin pegada: “Se crean planes de autobombo, papeles nuevos con grandes cifras que no son más que refritos de otros, las iniciativas no tienen tracción. ¿Cuánto ha tardado Bruselas en reaccionar al precio de la electricidad?”, critica una alta fuente comunitaria. Para algunos, sobre todo entre aquellos con orígenes más humildes, Von der Leyen representa una visión poco realista del mundo, propia de quien ha vivido siempre en una burbuja protegida.

Pedro Sánchez da la bienvenida a Ursula von der Leyen, cuando llega a la reunión anual del Cercle d'Economia 2022 en Barcelona, ​​el pasado 6 de mayo.
Pedro Sánchez da la bienvenida a Ursula von der Leyen, cuando llega a la reunión anual del Cercle d'Economia 2022 en Barcelona, ​​el pasado 6 de mayo.PAU BARRENA (AFP)

Desde que asumió el cargo, ha colgado en redes sociales más de un centenar de vídeos estilo youtuber, que graba a menudo con el mismo fondo falso: clava sus ojos marinos en la cámara y durante dos minutos celebra el nacimiento de una iniciativa. También ha explotado al máximo el que quizá sea su género fotográfico favorito: ella hablando por teléfono en infinidad de posturas con líderes de medio mundo. Ha publicado más de 70, según el recuento de este periódico. “Cada una es original, tomada durante la llamada”, asegura un miembro de su equipo.

Se le atribuye a Henry Kissinger la legendaria duda sobre la UE: ¿a quién debe telefonear la Casa Blanca cuando quiere hablar con Europa? Von der Leyen se ha convertido en esa persona. Para Washington y para el resto del globo. “Gracias a Dios tenemos a Joe Biden en la Casa Blanca”, dice ella. “Nos llevamos muy bien”. La relación ha sido clave para acompasar las sanciones y articular la desconexión de los hidrocarburos rusos.

Cada semana, el Ejecutivo comunitario parece enfrentarse a decisiones a vida o muerte. La historia europea se ha acelerado quizá como nunca desde la Segunda Guerra Mundial. Y en ese tránsito Von der Leyen ha gobernado los tiempos y se ha labrado el aura de haber impulsado hitos históricos, como la aprobación de los multimillonarios fondos de recuperación y la primera gran emisión de deuda conjunta (un pasito más hacia la unión fiscal), la compra centralizada de vacunas (cuyo ejemplo se quiere extender a las importaciones de gas) o la contundente respuesta frente al Kremlin.

Como política, no tiene un marcado carácter ideológico. “Tiene raíces conservadoras con inclinaciones sociales”, dice su biógrafo Goffart. A diferencia de Merkel y de la mayoría de la CDU, votó en 2017 a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo en Alemania. “Debido a sus antecedentes internacionales”, añade, “su religión es Europa”. Si hubiera que definir su bandera política hoy sería una azul con 12 estrellas. Y prueba de ello son las iniciativas conjuntas impulsadas en materia de vacunas, gas y, esta misma semana, el rearme coordinado de la UE.

Mi generación nunca ha vivido una guerra. Y de repente nos damos cuenta de que esto es tan frágil
Ursula von der Leyen

Su visión de la UE tiene mucho que ver con esta idea de un bloque que avanza a base de sortear el abismo: “La Unión Europea es como una bicicleta. Si se detiene, se cae”, dice citando a Delors. Estos días, añade, los Veintisiete se juegan su razón de ser en Ucrania: “Nací en 1958, rodeada de una paz y prosperidad crecientes. Mi generación nunca ha vivido una guerra. Y de repente nos damos cuenta de que esto es tan frágil; una guerra brutal se acerca a nosotros y tenemos que luchar para mantener la democracia”.

En Bruselas, de niña, Von der Leyen se recuerda recogiendo castañas de camino a la Escuela Europea, un colegio creado para los hijos de los funcionarios comunitarios. Allí aprende alemán y francés, y se sumerge en un ambiente internacional. Su madre era periodista, pero dejó el trabajo para ocuparse de sus seis hijos. Mientras el padre asciende en la Comisión, ella cuida de los niños, les recita poemas antes de dormir y escribe obras de teatro para que las representen. “Röschen (Rosita, el apelativo con el que todos llamaban a Von der Leyen) recibió lo mejor de ambos padres”, confiesa un amigo en la biografía. “La dureza y asertividad del padre, el talento musical de la madre”. Claudia Schneider, compañera de curso en la Escuela Europea, recuerda al teléfono que eran una “buena familia, sana, unida y muy humana”. Visitó su casa en las afueras, cerca de los bosques que circundan Bruselas. Ella también era hija de funcionarios alemanes: “Nuestros padres eran pioneros, creían en el sueño europeo”. Aún trabaja en la biblioteca de la Escuela Europea.

Ursula von Der Leyen junto a su padre, Ernst Albrecht, entonces Primer Ministro de Baja Sajonia, en 1982.
Ursula von Der Leyen junto a su padre, Ernst Albrecht, entonces Primer Ministro de Baja Sajonia, en 1982. Wolfgang Weihs (picture alliance via Getty Image)

A los 12 años, Von der Leyen pierde a una hermana a causa de un cáncer y poco después la familia regresa a Alemania. Se instalan en una granja en Ilten, una pequeña localidad a las afueras de Hannover, cerca de donde sigue teniendo hoy su residencia. El padre comienza una fulgurante carrera política hasta convertirse en ministro presidente de Baja Sajonia entre 1976 y 1990. La trayectoria deja huella en la que es ahora su única hija y su ojito derecho, a menudo presente cuando recibe visitas importantes.

Los Albrecht son una familia de clase alta, protestantes profundamente religiosos, rezan antes de comer, celebran bailes en el jardín y el padre incluso va de caza con la nobleza belga, relata la biografía de 2019. Ese aire perfecto y romántico como de otra era “contribuye mucho a la imagen” política del padre. “Los vende a los medios como si fueran producto de su exitoso programa de gobierno”. Recuerdan a la familia Von Trapp de la película Sonrisas y lágrimas e igual que ellos muestran dotes para la música. Asisten a la televisión a cantar una canción a coro e incluso graban un disco en 1979.

Durante años sufrieron la amenaza terrorista de la Fracción del Ejército Rojo, por lo que enviaron a Von der Leyen a estudiar a Londres bajo un seudónimo, Rose Ladson: el nombre con el que la llamaban en casa y el apellido de su bisabuela de Carolina del Sur, rama familiar que había hecho una fortuna con plantaciones de algodón nutridas de esclavos. A Londres llegó en 1978 para estudiar en la London School of Economics. En las calles se respiraba la efervescencia punk y ella tenía 20 años: “Hay que pensar en una joven feliz de estar lejos de casa donde el padre era demasiado prominente en la política. Maravilloso. No estudié mucho. Viví mucho. Es una ciudad fantástica y probé de todo. Lo creo necesario: cuando uno es joven tienes que saber probar cosas diferentes”. Asegura que lo suyo no era el punk.

De vuelta a Alemania, estudió Medicina, conoció en el coro universitario a Heiko von der Leyen, un joven emparentado con la nobleza prusiana, hoy médico y fundador de una empresa de biotecnología; se enamoraron, se casaron, ella hizo un doctorado (que años después sería acusada de haber plagiado; la Universidad de Hanover estimó que no hubo fraude) y trabajó en la Escuela de Medicina de esta ciudad hasta el nacimiento de su tercer hijo. Von der Leyen ha asegurado que esta etapa con la doble carga está entre los momentos “más duros” de su vida. Cuando se le pregunta por su forma de entender el feminismo, responde:

—A las jóvenes les aconsejaría: no tengáis nunca mala conciencia, podéis hacer todo lo que soñéis, sed audaces.

—Muchos se preguntan cómo lo logra.

—Todos mis hijos están ya criados. El más joven tiene 22, el mayor 34.

Ursula von der Leyen junto a sus siete hijos y su marido, Heiko von der Leyen, en noviembre de 2003.
Ursula von der Leyen junto a sus siete hijos y su marido, Heiko von der Leyen, en noviembre de 2003.JOCHEN LUEBKE (DDP/AFP via Getty Images)

En 1992, aparcó su carrera profesional durante siete años, mientras criaba a los hijos y seguía a EE UU a su marido, becado en Stanford. Tras regresar, en 2002, dio un salto tímido a la política en unas elecciones locales. Tras esa primera prueba su carrera se disparó. “Ella era muy conocida por su familia”, cuenta David McAllister, compañero de la CDU. Y también por ser buena jinete, cuenta este eurodiputado y exministro presidente de Baja Sajonia. En 2003, la CDU gana en este Estado y la nombran ministra de Asuntos Sociales, Mujer, Familia y Salud. “Para muchas fue fascinante ver a una madre de siete entrar en política”, dice McAllister. Los medios mencionaban su aire de “feminista conservadora”. Algunas de sus iniciativas, como el subsidio parental, encontraron oposición entre sus propias filas. “Tenía la imagen de la mujer perfecta”, añade Elisabeth Niejahr, coautora de Operation Röschen. Das System von der Leyen’ (Operación Rosita. El sistema Von der Leyen), publicada en 2015, cuando era ministra de Defensa y su nombre sonaba como sucesora de Merkel. “Debido a su pasado familiar, tiene un fuerte sentimiento del derecho que le corresponde”, dice. “Fue un reto cumplir las expectativas, demostrar que estaba a la altura de sus hermanos”.

Merkel se fijó en ella y se la llevó a Berlín de ministra en 2005. Duró 14 años a su lado, más que ningún otro. McAllister destaca la facilidad con la que absorbe dosieres nuevos, lo que le ha permitido saltar a puestos de mayor responsabilidad: del Ministerio de Familia pasó al de Trabajo y de allí al de Defensa, una trituradora en Alemania. Ella sobrevivió, a pesar de los ataques por la situación de abandono de las fuerzas armadas. La muerte de su padre, enfermo de alzhéimer y al que cuidó en sus últimos años, le pilló en Afganistán, de visita a las tropas.

Es disciplinada y está en forma, cuando [a su edad] otros políticos son gatos gordos
Daniel Goffart, biógrafo de Von de Leyen

El 30 de junio de 2019, se le acercó un asistente y le dijo: “Tengo a varios jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea que quieren hablar con usted al teléfono”. Los Veintisiete estaban reunidos en Bruselas. “Tu nombre se ha mencionado. ¿Te imaginas venir aquí y ser presidenta de la Comisión Europea?”. Von der Leyen tuvo que tomar aire antes de responder, según recuerda. Pero no dudó.

En Bruselas, su despertador suena a las 6.00, cuando el Berlaymont es un buque fantasma. Desde su cargo ejerce un marcado presidencialismo que algunos critican por ser arrollador y de excesivo corte germánico. Ella se defiende asegurando que hay muchas decisiones sensibles que solo puede compartir con pocas personas (como las sanciones); y que en su gabinete hay 19 nacionalidades y solo dos de sus 32 miembros son alemanes (pero mandan: su jefe de gabinete y su asesor de comunicación, venidos con ella de Berlín). Varias fuentes le afean no hacer labor de equipo con el colegio de comisarios europeos y obviar el potencial de miles de empleados. “Seguramente sea recordada por las crisis que le ha tocado lidiar. Pero no hay que olvidar que no es solo una persona quien responde”, critica una voz del Ejecutivo. Y la inquina rezuma en algún grupo de WhatsApp donde altísimos servidores públicos se toman a broma sus vídeos en las redes, en los que se la ve a ella (sin Charles Michel) sentándose en un gran sillón (para ella sola) durante una visita institucional. “Ha tenido muchas reticencias dentro y esas reticencias siguen”, añade otra voz de alto rango que la trata a menudo. “Pero ha conseguido algo que no es fácil: llegar a la Comisión sin haber estado antes en la UE”.

Parte de su secreto reside en su aguante y dedicación. El método Von der Leyen exige una extenuante jornada de trabajo, capacidad que le reconocen incluso sus enemigos. “Es muy dura, está llena de energía, es disciplinada, está delgada y en forma, cuando otros políticos [a su edad] son ya unos gatos gordos”, dice su biógrafo Daniel Goffart. No tiene vicios conocidos. Hace jogging los fines de semana en el campo. No es vegetariana, pero casi: solo come pescado. También es una jinete experimentada, monta desde niña y en su despacho atesora fotos con sus ponis y caballos. Su especialidad es la doma, una competencia dura que requiere concentración, disciplina y horas de entrenamiento.

—Los caballos son extremadamente fuertes —dice Von der Leyen—. Si no quieren hacer lo que tú quieres, te arrojan inmediatamente. O pueden galopar contigo hasta París si lo desean. Son fuertes, mucho más que cualquier ser humano. Si te gusta la doma, tienes que empujarlos suavemente para que bailen contigo. Necesitas una buena conexión. Parece ligero, como un baile. La doma es acercarse a lo que un caballo hace de forma natural. No puedes hacerlo contra su voluntad, al menos como mujer, es imposible. Tienen que trabajar contigo.

Cuando habla es inevitable dudar si se refiere a la doma o a su trabajo en Bruselas, si la Comisión es ese caballo salvaje y ella la jinete, si la UE galopa hacia su destino.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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