Soja, nueces o Harley-Davidson: la lista de aranceles de la UE diseñada para convencer a EE UU de que abandone la guerra comercial
Bruselas devuelve el golpe a Washington con el criterio de “dólar por dólar, euro por euro” y apunta a productos procedentes de Estados que votaron por Trump


Bruselas repite una y otra vez que la guerra comercial que está abriendo Estados Unidos es “injusta” y “dañina”. Y se ha propuesto convencer a la clase política de Washington de ello, al menos a los que están más cerca de Donald Trump, o sea a los republicanos. La respuesta a la subida de aranceles general ya decretada por la Casa Blanca al acero y al aluminio es amplia, pero ha incluido productos que tienen su origen en estados como Alabama, Georgia, Virginia o Luisiana, zonas que claramente votaron por los republicanos en las últimas elecciones. El objetivo, apuntan fuentes de la Comisión Europea, es que los representantes de estos distritos, tanto senadores como congresistas, tomen conciencia de que estas medidas perjudican a sus propios electores y que acaben por ablandar a la nueva administración estadounidense.
La Unión Europea importa soja de Estados Unidos, un producto agrícola que tiene bastante peso en Estados como Indiana, Arkansas o Nebraska. También lo tiene en el estado de Louisiana, por donde es elegido congresista Mike Johnson, líder los republicanos en la Cámara de Representantes. Entre los productos a sancionar también figura el bourbon, el whisky norteamericano por antonomasia. Esa es una bebida emblemática de Tennessee y de Kentucky, el estado que elige desde 1985 como senador a Mitch McConnell, uno de los históricos líderes del Great Old Party. Son solo dos ejemplos de que la respuesta europea a los anunciados aranceles de Trump está diseñándose desde hace tiempo con una lógica que se ha repetido ya en las ocasiones anteriores en que Washington ha incrementado unilateralmente los derechos aduaneros, en las presidencias de George W. Bush en 2002 y en el primer mandato de Donald Trump en 2018: ser selectivos y hacer una especie de lobby de forma inversa e indirecta en la capital norteamericana.
En Bruselas cunde la impresión de que la subida arancelaria activada esta vez por Washington “no es muy inteligente”. “Es mala para la economía y las empresas. Esto va a hacer daño a la economía de Estados Unidos porque no tienen en cuenta qué tipo de bienes necesitan las empresas para producir, por ejemplo, coches que dependen de productos especiales de acero o aluminio que se fabrican en la UE. No somos China o Canadá. Hacemos productos de un valor añadido alto”, apunta una fuente que ha estado en la confección de la respuesta de Bruselas. Su análisis es que se trata de una medida de trazo grueso, poco selectiva y que no tiene en cuenta las consecuencias, algo que sí se consideró hace siete años, explica.
Por el contrario, la retorsión europea sí que intenta ser más selectiva. Fuentes comunitarias explican que busca golpear donde duele y afectar a productos que tiene un valor simbólico (las motos Harley-Davidson). Al mismo tiempo, se han seleccionado importaciones que pudieran ser sustituidas comprando en otras áreas del mundo. La soja, por ejemplo, es fácilmente sustituible trayéndola desde Brasil o Argentina.
Apenas pasaban unos minutos de las seis de la mañana cuando la Comisión Europea ha hecho pública su respuesta. “El garrote está listo”, apuntaba la noche anterior una alta fuente comercial de uno de los Estados miembros. Pero Bruselas también ofrece la zanahoria: “Estamos listos para empezar el diálogo”, ha declarado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al mismo tiempo que se conocían los detalles de la réplica europea.
El principio con el que se ha diseñado ese garrote parte de que cuando se empieza a negociar con Washington hay que mostrar fuerza y firmeza. “Euro por euro, dólar por dólar”, resumía una fuente comunitaria esta misma mañana, ilustrando con claridad qué significa la retorsión comercial: infligir el mismo daño que se recibe. Y ahí se han diseñado dos listas de productos estadounidenses que tendrán unos aranceles del 25%, como norma general. Entre ambas se alcanzará una respuesta de unos 26.000 millones de euros, cantidad bastante parecida a la que supone la medida de Trump.
La primera entrará en vigor el 1 de abril. Es, básicamente, la respuesta que dio la Comisión Europea en 2018, cuando la primera Administración de Trump ya incrementó unilateralmente los aranceles al acero y al aluminio. En ella estaban las motos Harley-Davidson, una empresa con sede en Wisconsin, un Estado que votó por Trump el pasado noviembre, pero que en otras ocasiones cae del lado demócrata. Aquel listado añadía una serie de productos agrícolas como algunas variedades de maíz o arroz, también recogía zumos de cítricos. Los productos agrícolas y agroalimentarios suelen ser bastante utilizados en este tipo de respuesta. Esa respuesta también recoge determinados tipos de maquillaje y, por supuesto, productos de acero y aluminio.

La segunda lista es todavía provisional. Es una propuesta que se ha hecho pública para que todas las partes interesadas (Estados miembros y empresas) puedan reclamar la exclusión de algún producto por el daño que podría causar en la economía (desabastecimiento de algún producto difícil de sustituir, por ejemplo). Los aranceles de este elenco afectan a un comercio por valor de unos 21.000 millones de euros. Aunque es probable que en este proceso se reduzca para quedar en unos 18.000, que se sumarán a los 8.000 del primer listado. Una vez la segunda lista esté confeccionada definitivamente, pasará al Consejo de la UE, donde previsiblemente se ratificará con facilidad, puesto que para tumbarla precisaría una mayoría cualificada en su contra (un 55% de Estados que sumaran el 65% de la población). El pronóstico inicial es que entre en vigor a mitad de abril.
En este segundo grupo de importaciones sancionadas aparece la carne de ave, una producción importante en áreas como Nebraska o Kansas, de nuevo zonas republicanas, un contingente importante de productos lácteos y quesos, aceite de palma, cítricos frescos, alimentos procesados, vinos y licores, champús y productos de higiene, artículos de vestir, artículos de cocina (vasos de cristal, por ejemplo), neveras, congeladores, aspiradoras, cortacésped, herramientas de mano, motos, y, por supuesto, artículos de acero y aluminio, el motivo primigenio de esta batalla comercial.
Claro que en este amplio listado hay importaciones y productos que no salen solo de zonas republicanas. También los hay de California; muchos vinos o cítricos se producen en ese Estado de la costa oeste marcadamente demócrata. La explicación es que al diseñar la respuesta no se busca ningún efecto electoral, sino convencer a los políticos estadounidenses, sobre todo a los que pueden ser más fácilmente escuchados por Trump, de que abrir una guerra comercial con la UE “es una mala idea”.
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