Ruanda se hace fuerte en la guerra del Congo ante la pasividad internacional
El presidente Kagame, con importantes vínculos con Occidente y que cuenta con un ejército poderoso, respalda a la guerrilla del M23 para obtener territorio y minerales en el país vecino
Territorio y minerales. Este es el doble objetivo que se esconde detrás del apoyo de Ruanda a los rebeldes congoleños del M23, el grupo armado que a finales de enero se hizo con el control de la ciudad de Goma, capital de Kivu Norte, y que prosigue su avance y conquistas en el este de la República Democrática del Congo. No es la primera vez que esta guerrilla lanza una ofensiva en esta rica región del África central: ya ocurrió en 2012. Pero en esta ocasión, en un mundo marcado por el ocaso del multilateralismo y el ascenso de la violencia en la resolución de conflictos, el presidente ruandés, Paul Kagame, ha olido su oportunidad. La comunidad internacional señala a Ruanda por su apoyo al M23, pero la tibieza de su reacción muestra los importantes vínculos, económicos y políticos, que Kigali ha ido tejiendo con Occidente.
Tras el genocidio perpetrado contra tutsis y hutus moderados, en abril de 1994, Ruanda era un país destrozado. Occidente se apresuró a lavar su mala conciencia por haber mirado para otro lado. Hoy, con apenas 14 millones de habitantes, el 40% de su presupuesto procede de la ayuda internacional, según el Instituto de Estudios de Seguridad. Esta lluvia de millones ha permitido a Kagame, tutsi de 67 años y un cuarto de siglo en el poder, obtener notables resultados en políticas sociales y desarrollo, pero también consolidarse en el poder, aplastar a la oposición y crear el ejército más poderoso de la región de los Grandes Lagos. Ruanda es el segundo país que más soldados cede a las misiones de la ONU; sus tropas intervienen en conflictos ajenos a modo de mercenarios, y el país está dispuesto a acoger a refugiados procedentes del Reino Unido a cambio de más ayuda económica.
Kagame, a quien cada vez le cuesta más negar su apoyo al M23, alega que es una cuestión de seguridad en sus fronteras, por donde cruzan grupos rebeldes hutus. Pero en el fondo están los minerales. Según el último informe del grupo de expertos de la ONU, del pasado 27 de diciembre, el M23 controla Rubaya, en la región de Kivu del Norte, que alberga la mina más grande de coltán de los Grandes Lagos. “Ha puesto en marcha una administración paralela que controla las actividades mineras, el comercio, el transporte y la fiscalidad de los minerales”, dice el documento. “Al menos 150 toneladas de coltán son exportadas de manera fraudulenta cada mes hacia Ruanda y mezcladas con la producción ruandesa”. Pero esos minerales no se quedan ahí. El 17 de febrero de 2024, la Comisión Europea alcanzó un acuerdo con Ruanda para facilitar la importación de esos minerales, sobre todo el coltán, clave para la fabricación de coches o teléfonos móviles.
Enorme peligro para el continente
Para Gilles Yabi, director del centro de análisis Wathi, la implicación de Ruanda, que según la ONU tiene a unos 4.000 soldados en suelo congoleño, está fuera de toda duda. “Si los últimos acontecimientos han mostrado de nuevo la debilidad del aparato de seguridad de la República Democrática del Congo [RDC], también han mostrado de manera incontestable la violación de la integridad territorial de este país por la Ruanda de Kagame y la disposición de este a conducir a un enorme peligro a toda una parte del continente, sumiendo a la RDC en una nueva guerra e implicando en ella a varios países de África central, oriental y austral”.
Tras la toma de Goma, el M23 ha continuado su avance hacia la región de Kivu del Sur, amenazando con tomar Bukavu. Durante la semana pasada, al menos 900 personas murieron y casi 3.000 resultaron heridas en los combates, según la ONU.
El M23, con apoyo de Ruanda, ha llegado a amenazar con proseguir hacia Kinsasa, la capital de RDC, para derrotar al presidente Félix Tshisekedi. Así lo aseguró Corneille Nangaa, responsable de la Alianza Río Congo (AFC, según sus siglas en francés), el ala política del M23, durante una rueda de prensa celebrada en Goma. Sin embargo, la enorme distancia entre Goma y Kinsasa, las complicaciones logísticas y operacionales y las consecuencias de tal acción sitúan estas palabras en el terreno de la propaganda.
Los jefes de Estado de la Comunidad de África del Este y la Comunidad de Desarrollo de África Meridional celebrarán el próximo sábado una cumbre conjunta en Tanzania para abordar el recrudecimiento del conflicto en el noreste de la RDC, ha anunciado este lunes el presidente keniano, William Ruto. Tanto Kagame como Tshisekedi han confirmado su asistencia a la reunión.
El pasado sábado, Evariste Ndayishimiye, presidente de Burundi, país que comparte fronteras con Ruanda y la RDC, denunció con vehemencia la agenda expansionista de Kagame y lanzó una advertencia ante los diplomáticos extranjeros: “Si Ruanda ha decidido empezar a anexionarse partes de sus vecinos, llegará el momento en que ataque Burundi, pero no lo vamos a permitir. Si la comunidad internacional sigue mirando hacia otro lado, nosotros no haremos lo mismo. Es como si no vieran las consecuencias de toda esta inestabilidad”. El propio secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha expresado en varias ocasiones su temor de una regionalización del conflicto.
Las relaciones entre Ruanda y Sudáfrica también se han enrarecido en los últimos días tras la muerte de 13 soldados de este último país durante la toma de Goma. Los militares participaban en la misión de la ONU para la estabilización del Congo (Monusco) o en la fuerza conjunta de África austral. En ambos casos trataban de frenar el avance de los rebeldes junto a las fuerzas congoleñas.
El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, advirtió a su homólogo ruandés de que nuevos ataques contra sus tropas serían consideradas “una declaración de guerra”, a lo que Kagame respondió acusando a Sudáfrica de formar parte de una “fuerza beligerante involucrada en operaciones de combate ofensivas” con el objetivo de “ayudar al Gobierno congoleño a luchar contra su propio pueblo”.
Por ahora, Estados Unidos y Europa se limitan a denunciar el apoyo ruandés al M23 y a hacer llamamientos a retomar el proceso de paz de Luanda, abruptamente interrumpido en diciembre tras la ausencia de Kagame de una reunión. Francia, con una relación más compleja con Ruanda —el presidente Emmanuel Macron reconoció hace cuatro años la “responsabilidad” de París en el genocidio de 1994—, ha desempeñado un papel más activo, pidiendo a Kigali que retire sus fuerzas del Congo y tomando la iniciativa en la ONU hacia una futura resolución que aumente la presión sobre Kagame. Sin embargo, los ciudadanos congoleños exigen mucho más a la comunidad internacional, empezando por la imposición de sanciones sobre Ruanda. Así lo expresaron miles de ellos en las recientes protestas en Kinshasa, en las que descargaron su ira contra las embajadas de Estados Unidos, Francia y Bélgica, además de las de la propia Ruanda y Uganda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.