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Justin Trudeau y la decisión que tiene en vilo a Canadá

El primer ministro se encuentra en plena reflexión sobre su futuro político. De una posible renuncia a la búsqueda de un cuarto mandato, estos son los escenarios que marcan la peor crisis de su Gobierno

Justin Trudeau
Justin Trudeaua en Ottawa, Ontario, el pasado 17 de diciembre.Carlos Osorio (REUTERS)

La noche del 28 de febrero de 1984, según contó en diversos momentos, Pierre Elliot Trudeau dio una larga caminata en la nieve. Un día después, anunció su dimisión como líder del Partido Liberal y primer ministro de Canadá. Pensó que ya había sido suficiente tras casi 16 años gobernando. Una crisis política sin precedentes sacude desde hace algunos días al país norteamericano. Y todas las miradas están puestas en su hijo, al timón del Gobierno desde noviembre de 2015. Justin Trudeau lleva toda la semana reflexionando si, como lo ha afirmado en repetidas ocasiones, sigue adelante con sus planes de buscar un cuarto mandato, en una situación que le es sumamente desfavorable, o tira la toalla.

Trudeau tiene tiempo encadenando malas noticias: una caída libre de su popularidad, un avance constante de los conservadores en las encuestas, un paquete de iniciativas que no han logrado reactivar las simpatías del electorado y voces dentro de su agrupación que ya criticaban en privado sus deseos de volver a presentarse en las urnas. Sin embargo, la renuncia de Chrystia Freeland ha sido una bomba cuyas ondas expansivas podrían propiciar el fin de sus años en el poder.

Freeland era el brazo derecho de Trudeau en las tareas gubernamentales. Había jugado un papel destacado al frente de la cartera de Exteriores, para convertirse tiempo después en viceprimera ministra y ministra de Finanzas. Este lunes, iba a presentar una actualización del presupuesto, pero horas antes compartió en redes sociales una carta dirigida a Trudeau explicando las razones de su renuncia a dichos cargos.

Trudeau y Freeland tenían desde hace tiempo diferencias respecto a la forma de administrar las arcas del país. Pese a ello, Freeland siguió mostrando lealtad, hasta que consideró que ya era demasiado. Se había comprometido a no aumentar significativamente el déficit, pero según el documento que iba presentar, este llegará a 69.600 millones de dólares canadienses en el año fiscal actual; 22.000 millones más de lo previsto.

En la lista de gastos destacaba una exención del impuesto federal a varios artículos durante las fiestas navideñas, medida percibida como electoralista. Freeland escribió en su carta: “Debemos evitar costosos trucos políticos que no podemos permitirnos y que hacen dudar a los canadienses de que reconocemos la gravedad actual”, refiriéndose a la amenaza de Donald Trump de imponer un 25% en los aranceles. Freeland también contó que el primer ministro le dijo días antes del anuncio de la actualización del presupuesto que iba a dejar la cartera de Finanzas, proponiéndole una función de menor rango que rechazó. Según se supo después, Trudeau le indicó que Mark Carney, exgobernador del Banco de Canadá, tomaría las riendas financieras del Gobierno. Finalmente, Carney declinó la propuesta.

Justin Trudeau posee una sonrisa seductora y facilidad para desenvolverse en público. Sin embargo, no es un secreto en Ottawa que tiene dificultades para escuchar opiniones contrarias o tolerar cualquier gesto de supuesta desobediencia dentro de su equipo. La hemeroteca es abundante en ejemplos: Jody Wilson Raybould, Jane Philpott y David Lametti son algunos de los ministros que han salido por la puerta de atrás. Aunque Freeland decidió que el trato recibido merecía una respuesta estruendosa.

Horas después de la renuncia de Freeland, Trudeau tuvo una reunión de urgencia con todos sus diputados. En este encuentro, según filtraciones a los medios, algunos legisladores le pidieron que dimitiera por el bien del partido y del país. Trudeau respondió que había escuchado los planteamientos de los inconformes y que se tomaría un tiempo para pensar. A lo largo de la semana, varios diputados liberales han expresado públicamente que debe hacer las maletas.

Trudeau participó el martes en un evento con miembros de su partido. Ahí defendió sus iniciativas y lanzó dardos al líder conservador, con un tono parecido al de las campañas electorales. En otro momento de su intervención, declaró lo siguiente: “Como en la mayoría de las familias, a veces hay discusiones durante este periodo de fiestas. Pero, por supuesto, como la mayoría de las familias, encontramos la manera de superarlas”. Esta ha sido hasta el momento la única alusión que ha hecho sobre el encontronazo con Freeland.

Los próximos comicios están programados para octubre de 2025, aunque su adelanto ya es inevitable. El Partido Conservador, el Bloque Quebequés y el Nuevo Partido Democrático, además de pedir la dimisión de Trudeau, señalan que harán todo lo que esté en sus manos para tumbar al Gobierno. Pierre Poilievre, líder conservador, dijo el miércoles que el Ejecutivo liberal está dirigido por “una pandilla de payasos” y que el “circo en Ottawa se ha convertido en una vergüenza para Canadá en el escenario internacional”.

El regreso de Donald Trump

Donald Trump volverá a asumir la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero. La próxima administración en Washington inquieta sobremanera en Canadá. Una cifra explica el grado de preocupación: el 77% de las exportaciones del país se dirigen a Estados Unidos. El Gobierno de Trudeau anunció esta semana un plan por unos 900 millones de dólares estadounidenses para reforzar la seguridad fronteriza y así tratar de calmar a Trump. Aunque la medida pasó a segundo plano. Lo más comentado fue que la crisis gubernamental en Ottawa dificulta contar con una respuesta efectiva ante los embates del político neoyorquino.

Campbell Clark señalaba en The Globe and Mail que muchos canadienses creen que el primer ministro se ha convertido en fuente de problemas y no en solución de los mismos. Clark recordaba los triunfos conservadores en las elecciones especiales llevadas a cabo en tres circunscripciones en meses recientes. Para el columnista, pudo influir el programa del Partido Conservador y la oratoria de su líder, pero apuntaba como factor mayor “que una gran parte de las personas lo suficientemente motivadas como para acudir a las urnas querían emitir un veredicto sobre Justin Trudeau”. Una encuesta de Abacus, publicada este miércoles, arrojó que los conservadores gozan ya de una ventaja de 25 puntos porcentuales sobre los liberales. En el mismo sondeo, el 67% de los consultados dijo que Trudeau debe dimitir.

Las tareas parlamentarias entraron en receso este martes por el periodo vacacional y se reanudarán el 27 de enero. Pese a que la situación se ve muy cuesta arriba, Justin Trudeau cuenta aún con varias bazas en caso de que quiera seguir dando batalla. “El Partido Liberal carece de un mecanismo para destituir a su líder”, explica de entrada Eric Montigny, profesor de ciencia política en la Universidad Laval. “Además, Trudeau es el primer ministro, así que puede suspender el reinicio de los trabajos parlamentarios. Esto podría ganarle tiempo hasta que haya que convocar a un voto de confianza, por ejemplo, para la aprobación del próximo presupuesto”, añade.

Este viernes, Trudeau efectuó cambios en las cabezas de 10 de los 35 ministerios gubernamentales. En una breve declaración, afirmó: “Tenemos mucho trabajo por delante”, subrayando que su prioridad es que el país esté lo mejor preparado para el regreso de Trump. Respecto a las modificaciones ministeriales, el objetivo es dar una imagen de continuidad, pero sin despejar la gran duda: saber si Trudeau seguirá como capitán del navío.

Justin Trudeau podría presentar su dimisión en cualquier momento. En este caso, los diputados liberales tendrían que seleccionar al primer ministro interino. “También puede anunciar que se va, pero que continuará ocupando el cargo mientras su partido organiza una campaña para elegir a su nuevo líder”, apunta Montigny. Si finalmente Trudeau logra superar la tempestad, su equipo tendrá que trabajar a tambor batiente para proyectar el mensaje que es la mejor opción en los comicios. No obstante, varios de los ministros más visibles viven momentos complicados, con la duda instalada entre seguir apoyando a Trudeau o aspirar a tomar las riendas del partido.

Paradójicamente, Freeland era hasta el día de su renuncia la favorita en las quinielas para que Trudeau le cediera la estafeta. Sin embargo, diversos analistas han coincidido en que la carta que difundió el pasado lunes marca el inicio de su campaña para dirigir a la agrupación. Puede que, pese a todo, Justin Trudeau logre presentarse a las elecciones para buscar un cuarto mandato. En caso contrario, la candidatura podría convertirse en una “rifa del tigre”, dependiendo de lo que busque su sucesor liberal: batirse para tratar de obtener una victoria que hoy parece casi inalcanzable, arrancar el máximo de votos posibles al Partido Conservador para que no forme un Gobierno mayoritario o pensar a largo plazo y concentrarse en reconstruir un partido con moretones por todas partes.

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