El ministro de Asuntos Exteriores de Túnez: “No somos la policía de la UE”
Nabil Ammar niega la deriva autoritaria de la que se acusa a su Gobierno y reclama una política global para controlar la migración irregular
El Hotel Majestic de Barcelona era el lunes un hervidero de ministros que participaron en el 8º Foro Regional de la Unión por el Mediterráneo, cuyo único punto de debate era la situación en Gaza. Uno de ellos era Nabil Ammar (Túnez, 58 años), titular de Asuntos Exteriores y de Migraciones del Gobierno tunecino presidido por Kais Said.
Las críticas por la deriva autoritaria que se atribuye a Said tras la disolución del Parlamento en 2021 y la nueva Constitución aprobada al año siguiente, que puso fin a la primavera árabe iniciada precisamente en este país, se multiplican. Y mientras, se erige como un país clave para el control migratorio: en julio, la Comisión Europea estableció con Túnez un memorándum de entendimiento que, entre otras cosas, prevé la aportación de fondos a cambio del control de los flujos migratorios. El acuerdo, que el Ejecutivo comunitario quiere tomar como modelo para futuros pactos con otros países, causó malestar en algunos Estados miembro por la falta de consulta previa y por la colaboración con un Gobierno al que se acusa de atacar los derechos humanos.
Pregunta. ¿Qué conclusiones saca de la reunión del foro del Mediterráneo?
Respuesta. Es un inicio de toma de conciencia de que lo que pasa en Gaza y también en Cisjordania es completamente inaceptable, peligroso y abre la puerta a todos los escenarios posibles. Es inédito.
P. ¿Teme que Hamás vaya a ganar popularidad en la causa palestina?
R. Las consecuencias de este nivel de sufrimiento conllevan graves riesgos para la estabilidad en la región y fuera. Crea miles de personas con un rencor terrible, deja personas traumatizadas, desequilibradas, y es la gasolina para todo tipo de actos de venganza, desesperados y violentos. Pero corresponde a los palestinos decidir quién les representa. El problema es la colonización, que no empezó el 7 de octubre. Gaza lleva años siendo una prisión al aire libre. Las humillaciones en Cisjordania son cotidianas. Y cuando los palestinos se rebelan, entonces se dice que son terroristas. Se habla también de desplazar a la población a Egipto o Jordania. Esto es una línea roja.
P. Sobre política migratoria, el memorándum de entendimiento entre la Comisión Europea y Túnez suscitó muchas críticas. ¿Las entiende?
R. Nosotros con la UE no tenemos dificultades. El 16 de julio firmamos un memorándum sobre la base del respeto mutuo en cinco pilares, no solo sobre la migración. Pero surgieron problemas en el seno de la UE. No es nuestro problema.
P. El pasado septiembre, Túnez denegó la visita de una delegación de la Comisión Europea y otra de eurodiputados. ¿Por qué?
R. Es muy simple. Los conozco [a los eurodiputados] de cuando era embajador en Bruselas. Tienen un problema personal con [el Gobierno de] Túnez porque tienen relaciones particulares con partidos que están en la oposición. Las formas fueron inaceptables. Venían en misión de inspección. Esto no lo aceptaremos más, fue un acto de provocación.
P. Las preocupaciones también las tienen ONG que denuncian expulsiones de migrantes subsaharianos. Este verano murieron decenas en el desierto, en la frontera con Libia.
R. No hay una política de expulsiones. Cada país protege sus fronteras. Nosotros no construimos muros ni disparamos a quienes intentan pasar. Hay un trato muy humano, pero al mismo tiempo estamos obligados, y es nuestro derecho, a controlar nuestras fronteras. Esta situación la han explotado las ONG, que tienen una agenda política. Meten presión para que aceptemos migrantes ilegales. Pero nosotros no somos un país ni de tránsito ni de destino. Y no somos la policía de la UE. Cualquier solución sobrepasa las capacidades de un solo país. La situación política al sur del Sáhara, la situación económica, la covid, la guerra en Ucrania, el cambio climático… No nos corresponde pagar la factura. Y las ONG deberían hablar menos y poner más recursos, o no cooperaremos como antes.
P. ¿Existe una deriva autoritaria en Túnez, como denuncian las ONG?
R. Puede haber, como en todos los países, gente que se aproveche de esta atmósfera y se sobrepase. Pero la policía interviene. No se trata de una política de Estado, de maltratar o de no ayudar a los migrantes ilegales, que son víctimas de grupos de traficantes. Para criticarnos, dicen que nos hemos vuelto autoritarios, que hemos cambiado, pero no.
P. ¿Entonces no cambió nada en 2021, cuando se pasó a gobernar por decreto?
R. No, ahora hay un Parlamento. Gobernamos por decreto en una situación transitoria en la que el Parlamento no estaba en funcionamiento.
P. ¿Piden más compensación por controlar la migración?
R. No es una cuestión de dinero. La financiación que recibimos es casi nada, pero lo que hace falta es una política global. La mejor solución es crear riqueza en los países, invertir. Integrar la orilla sur del Mediterráneo, como ha hecho la UE entre sus países. Así la gente no arriesgará su vida yendo en barco a Europa.
P. ¿Para construir un futuro de la orilla sur hace falta compartir valores democráticos?
R. Hay mucho potencial, pero las democracias no llegan de golpe. ¿Cómo era España hace 60 años? ¿Las democracias más antiguas, qué tienen, 250 años? Han tenido un proceso, y una acumulación de riqueza que les ha permitido ser democracias. Nuestros socios, amigos y vecinos europeos tienen que comprender que no tienen el monopolio de la verdad, son una minoría en el planeta, y sus modelos también pueden ser criticados. Cada país encuentra su equilibrio.
P. ¿Es el caso de Túnez?
R. Estamos reorganizándonos después de 11 años terribles, ya no queremos falsas democracias pilotadas por el exterior o el dinero. Queremos un equilibrio interno y una democracia auténticamente tunecina, sin intervención de otros o de ONG extranjeras. Túnez tiene un potencial económico muy interesante: comercio, turismo, energía verde o cosas como el aceite de oliva, que nos impiden exportar a Europa. En lugar de todas estas oportunidades, solo miran si eres democrático o no. Porque quieren otro Túnez, débil y que haga lo que se le pida. Esto se ha terminado.
P. ¿Cuándo se terminó?
R. El 25 de julio [de 2022, cuando se aprobó la nueva Constitución] dijimos hasta aquí. Pero sobre todo se ha acabado ahora con lo que pasa en Gaza. El gran daño colateral de esta guerra es que ha dejado por los suelos el sistema jurídico y los valores universales internacionales. Hoy, nadie cree en ellos. Miran lo que ocurre ahí y se preguntan, ¿de qué principios hablan, de qué democracia? Es una gran pérdida para Occidente.
P. ¿Cuál es la solución?
R. Parar la guerra y reparar, aunque será muy difícil. Darles sus derechos, sus tierras. Y parar esta narrativa de que son terroristas y quieren matar a judíos. No tiene nada que ver con ser judíos o musulmanes. Hay que dejar de invertir en la guerra y dejar de ver a la orilla sur como enemigos potenciales. Los occidentales habéis construido sobre sangre y armas, habéis colonizado, habéis acumulado riqueza y esto os ha dejado un buen colchón. Y cuando habéis sido ricos, habéis dicho “venga, vamos a hacer un poco de democracia”. Hay que tomar conciencia y trabajar todos juntos en una solución. Saludo la posición del Gobierno de España en esta cuestión, hay que ir por este camino. No por el de la jungla del más fuerte, de resoluciones internacionales que no se cumplen. El 7 de octubre es la prueba de que todo lo que se ha hecho desde 1948 es un fracaso total.
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