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La junta militar de Níger asesta un duro golpe a la presencia de Francia en África occidental

La retórica contra París alimentó el golpe de Estado en un país que aún cuenta con 1.500 militares franceses. El proceso recuerda a lo que ya ocurrió en Malí y Burkina Faso

Sara González
Níger
Partidarios de la junta militar de Níger participan en una manifestación frente a una base del ejército francés en la capital, Niamey, el 11 de agosto de 2023.STRINGER (REUTERS)

“¡Abajo Francia!”, “¡Francia debe irse!”. Desde el golpe de Estado del 26 de julio en Níger, miles de personas se han manifestado frente a la Embajada y la base militar francesa en Niamey, la capital del país africano. Las imágenes de multitudes quemando la bandera tricolor y coreando eslóganes antifranceses recuerdan a las de Malí en 2020 y Burkina Faso en 2022, cuando sendos regímenes militares también tomaron el poder en ambos países. La escena se repite y pone de relieve la acelerada pérdida de influencia de la antigua metrópoli en el Sahel, una región desestabilizada por la violencia de los grupos islamistas.

Francia, que ha condenado el golpe, observa de cerca la evolución de la situación en Níger, donde mantiene un contingente de 1.500 soldados. El Ministerio de Relaciones Exteriores ha insistido en que apoya firmemente las decisiones de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao). Esta organización regional aprobó el jueves activar una fuerza militar para restablecer al derrocado presidente Mohamed Bazoum en el poder, aunque insiste en no agotar la vía del diálogo. Los jefes militares de sus Estados miembros han acordado reunirse los próximos jueves y viernes en Accra (Ghana) para preparar una posible intervención para restaurar el orden democrático, según un portavoz e la Cedeao.

Aunque de momento se impone la diplomacia, la incertidumbre planea. El presidente francés, Emmanuel Macron, —de vacaciones en el sur de Francia— ha mantenido conversaciones tanto con su gabinete y su embajador en el país africano, como con sus socios europeos, estadounidense y de la Cedeao, ha informado el Elíseo. También se ha comunicado por teléfono con Bazoum, un aliado clave, retenido junto a su mujer y su hijo en su residencia.

Para París, el derrocamiento de Bazoum es la puntilla de un proceso que viene de antes, ha dicho la ministra de Relaciones Exteriores, Catherine Colonna. Níger era considerado el último socio de Occidente en la región, donde Rusia, China y Turquía llevan años extendiendo su influencia. Además de la lucha antiyihadista, Niamey colabora en la contención de la migración en la zona y es uno de los grandes suministradores de uranio a la Unión Europea. Sobre todo a Francia, cuya empresa Orano extrae el metal.

Pero el país, de 25 millones de habitantes y uno de los menos desarrollados del mundo, era también el epicentro de la acción francesa en el Sahel tras las sublevaciones de Malí y Burkina Faso y la expulsión de los soldados franceses de ambos países. Gran parte de los 1.500 militares destinados en Níger proviene de la operación antiyihadista Barkhane, desplegada en la vecina Malí en 2014 para frenar el avance de los islamistas hacia la capital.

La misión, que terminó en 2022 en plenas tensiones con el régimen golpista de Bamako, no impidió que la zona se convirtiera en epicentro mundial del yihadismo, alimentando el descontento de las autoridades y el resentimiento de la opinión pública hacia París, acompañado de virulentas campañas en redes sociales.

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¿Un chivo expiatorio?

Desde entonces, la antigua colonia está en el ojo del huracán. El error de Francia, tras anunciar el fin de la operación Barkhane, “es haber creído que aún podía jugar un papel de primer plano con una presencia militar muy importante en esa región”, analiza Rémi Carayol, periodista especializado en el Sahel y coordinador del comité editorial de la revista Afrique XXI, en una entrevista con la emisora France Culture. No solo “parecía evidente que no era algo deseado por cierto número de jefes de Estado de la región y por la población, sino también que podía constituir una forma de fragilización para los poderes que lo aceptaran”, continuó.

Durante las décadas posteriores a las declaraciones de independencia, Francia ha mantenido una gran influencia política y militar en la región. Pero tras el repliegue de las tropas en Malí y Burkina Faso, quiso redefinir su estrategia. A finales de febrero, Macron defendió la existencia de “otra vía” y anunció una nueva reducción de los soldados franceses desplegados en el continente, aunque excluyendo a Yibuti, en el cuerno de África, donde Francia tiene su mayor base militar (unos 1.700 efectivos). También subrayó que ya no habría “bases militares como tal”, sino que serían “cogestionadas” con los países socios.

Pero la retórica antifrancesa sigue omnipresente. Desde su llegada al poder, la junta militar en Níger ha multiplicado las acusaciones contra París. El Consejo Nacional para la Protección de la Patria, que reúne a los golpistas, acusó a Francia de querer “intervenir militarmente” para restablecer el orden constitucional, de haber violado el cierre del espacio aéreo y de haber liberado a terroristas que estaban presos. Los hechos fueron rápidamente desmentidos por París. Los nuevos dirigentes de Niamey acusan también a la Cedeao de ser una organización “a sueldo” de la antigua potencia colonial.

Manifestación frente a la Embajada de Francia en Niamey, tras el golpe militar contra el presidente Mohamed Bazoum.
Manifestación frente a la Embajada de Francia en Niamey, tras el golpe militar contra el presidente Mohamed Bazoum. - (AFP)

Un informe publicado en junio por el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) subraya que la retórica en contra de la antigua potencia colonial tiene también una función política en algunos países de África del Oeste. “Las élites políticas africanas recurren al ‘complot francés’ para explicar sus decepcionantes trayectorias políticas, económicas o de seguridad”, advierte. Aunque el discurso existe desde hace mucho, el estudio resalta que ha impregnado significativamente las categorías populares “hasta el punto de convertirse en axiomas del discurso político”.

En el caso de Níger, los militares justificaron el golpe debido al “continuo deterioro de la situación en materia de seguridad y el mal gobierno económico y social”. La asonada empezó por parte de militares adscritos a la guardia presidencial, entre ellos su jefe, el general Omar Tchiani, quien temía ser destituido en los próximos días.

El 3 de agosto, la junta decidió romper los acuerdos militares que Niamey mantenía con Francia. París, de momento, insiste en que una salida de sus tropas no está en la agenda. Los soldados franceses estacionados en Níger, recuerda, “lo son por petición de las autoridades legítimas nigerinas”. El presidente Bazoum, además, no ha dimitido, insiste el Elíseo. Si el contingente francés abandona Níger, solamente Chad mantendría una base militar de la antigua metrópoli en el Sahel.

El ministro francés de Defensa, Sébastien Lecornu, rechaza, sin embargo, el argumento de que París pierde influencia en el continente. “La realidad es que Francia es particularmente influyente en África, está muy expuesta precisamente porque es influyente y, por estar muy expuesta, es objeto de maniobras de desestabilización”, recalcó al diario Var-Matin en una entrevista difundida el domingo.

Tras la primera protesta frente a la legación diplomática francesa el 30 de julio, Macron se apresuró a reaccionar y dijo que no toleraría “ningún ataque contra Francia y sus intereses”. Desde entonces, el país ha evacuado a sus ciudadanos de la nación africana, ha suspendido su ayuda financiera y al desarrollo, y ha apoyado las sanciones económicas en su contra.

La situación es también observada de cerca por Estados Unidos, que mantiene una base militar con un millar de soldados en esa nación. La número dos del Departamento de Estado, Victoria Nuland, viajó la semana pasada a Niamey para reunirse con los líderes del golpe. Francia, en cambio, está relegada a un segundo plano para limitar los “riesgos de conflagración”, remarca un editorial del diario Le Monde.

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