Lula acusa a la UE en la cumbre amazónica de disfrazar medidas proteccionistas como preocupación ambiental
“No son Brasil, Colombia o Venezuela las que necesitan dinero, sino la naturaleza”, dice el presidente de Brasil al clausurar la cumbre de la Amazonia
La docena de países que durante milenios mejor han preservado sus bosques tropicales —ecosistemas cruciales para que el planeta contenga la emergencia climática— quieren que los Estados industrializados se dejen de promesas y saquen la cartera. Ese es el mensaje al mundo rico de la cumbre por el clima organizada por Brasil en la Amazonia. El anfitrión, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, ha aprovechado para lanzar una dura acusación a la Unión Europea: “Las medidas proteccionistas mal disfrazadas de preocupación ambiental no son el camino a seguir”, ha declarado este miércoles al clausurar el encuentro con el resto de los países amazónicos y los que albergan las mayores selvas tropicales del mundo. El mensaje era nítido aunque Lula no mencionara a la UE, el tratado comercial de los Veintisiete con Mercosur ni la reciente ley europea que veta la importación de productos de zonas deforestadas.
Lula ha insistido en la línea de reclamar a los países ricos que paguen a quienes cuidan los bosques, pero con el argumento añadido de la responsabilidad histórica: “No son Brasil, Colombia o Venezuela las que necesitan dinero, sino la naturaleza. Es ella la que necesita que ellos [los países desarrollados] paguen para arreglar lo destruido a lo largo de 200 años de desarrollo industrial”.
Las nuevas exigencias medioambientales europeas que Mercosur no acepta se han convertido es el principal obstáculo para la ratificación del tratado que ambos bloques cerraron en 2019 tras dos décadas de negociaciones. Las demandas añadidas por parte de Bruselas y una ley que desde mayo veta en la UE la soja, el café, el cacao o la carne procedente de áreas ilegalmente taladas o degradadas ha tocado un nervio en Brasil y el resto de los países de Mercosur. Las consideran una afrenta intolerable, parte de lo que Lula define como “neocolonialismo verde”.
Francia, una potencia agrícola, es otra de las señaladas. Emmanuel Macron estaba invitado a esta cumbre de Belém como presidente de la Guyana francesa, un territorio de ultramar que alberga un trocito de Amazonia, pero nunca llegó a confirmar su presencia. Sí se ha dejado oír a través de un tuit en el que felicita a Lula por organizarla, recalca que “los bosques son esenciales para combatir el cambio climático y la pérdida de biodiversidad” y se enorgullece de que Francia fuera “la fuerza motriz tras la histórica decisión de la UE de dejar de contribuir a la deforestación importada”. Precisamente, la norma que tanto irrita a Brasil porque parece hecha a su medida.
Forests are absolutely essential in the fight against global warming and biodiversity loss.
— Emmanuel Macron (@EmmanuelMacron) August 8, 2023
But in 2022 alone, some four million hectares of primary tropical forest were lost.
We must urgently stop deforestation.
Many commitments have already been made:…
También en este flanco, Lula apuesta por el multilateralismo y ha abogado en Belém por “un sistema internacional que certifique los productos de las selvas tropicales”. Durante el actual semestre, Brasil preside Mercosur y España, la UE.
El presidente brasileño ha comparecido solo ante la prensa antes del almuerzo con el que se ha cerrado esta cumbre, un ensayo para la COP 30 de la ONU que esta ciudad amazónica pretende acoger en 2025. En la jornada de cierre, la República Democrática de Congo, la República del Congo e Indonesia se han sumado a los ocho países amazónicos (Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela) que la víspera se comprometieron a esforzarse para que la Amazonia no alcance el punto de no retorno. Si sigue perdiendo árboles y biodiversidad, dejará de absorber dióxido de carbono y pasará a emitirlo. Es decir, dejará de contribuir a la solución de la crisis climática para agravarla.
La defensa del medio ambiente y del multilateralismo son dos de los pilares de la política exterior de Lula. De ahí su empeño en que los países que acogen los valiosos bosques tropicales, que ayudan a regular la temperatura planetaria, unifiquen posturas y creen bloques para aumentar su potencial negociador en las grandes cumbres climáticas. El presidente de la República del Congo, Denis Sassou-Nguesso, ha recordado desde Brasil los datos básicos del servicio que su territorio hace al planeta: “Mi país representa el 10% de los bosques del mundo y secuestra 24,5 gigatoneladas de gases contaminantes. Necesitamos aumentar esa absorción de dióxido de carbono y necesitamos mayor cooperación para eso”.
El mandatario brasileño ha insistido en su idea de que no basta con cuidar la Amazonia o el resto de los bosques tropicales como si fueran santuarios sin vecinos; en su opinión, es imprescindible ofrecer oportunidades para alcanzar una vida digna a quienes habitan esos ecosistemas. Y ha alabado la impagable labor de los pueblos indígenas como inspectores ambientales.
Una sola voz ante la COP
Como sucede en tantas de las conferencias internacionales de donantes, en el caso de los bosques tropicales los millones de dólares prometidos en sucesivas cumbres por países industrializados no acaban de materializarse. Por eso quieren ir con una sola voz a la próxima COP, que se celebra en Dubai. Entre otras bilaterales, Lula se ha reunido en Belém con el sultán Ahmed Al Jaber, que, además de presidente del próximo cónclave climático de la ONU en su país, es el director ejecutivo de la petrolera estatal.
Los habitantes de la Amazonia, a menudo los más pobres de sus respectivos países y con unos servicios públicos deficientes porque el desafío logístico es descomunal, sienten que al mundo desarrollado le preocupan más sus árboles, aves e insectos que los humanos que viven en las ciudades y aldeas en esos seis millones de kilómetros cuadrados de superficie boscosa en torno al río Amazonas. Sus líderes son plenamente conscientes de que necesitan demostrar a sus compatriotas que la infinidad de estudios que cuantifican el potencial de la bioeconomía en cifras fabulosas de dólares se traduce en negocios que pueden ser replicados a gran escala y producen beneficios contantes y sonantes para mayores capas de población que el pequeño productor que triunfa con su delicia gourmet en los mercados internacionales.
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