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La leche y la carne bloquean un acuerdo energético crucial de la UE con Australia

Bruselas busca acceso preferente al litio y materias críticas esenciales para los coches eléctricos y las renovables, pero Camberra ve insuficiente la cuota que Europa ofrece a sus productos agrícolas

Unas vacas, en una granja en Richmond (Australia), en marzo de 2021.
Unas vacas, en una granja en Richmond (Australia), en marzo de 2021.PETER CZIBORRA (Getty Images)

La dependencia energética europea de Rusia y China en plena invasión de Ucrania ha obligado a la UE a acelerar su transición ecológica y a buscar nuevos proveedores fiables de energías limpias. Conseguir un mejor acceso al litio y las tierras raras, esenciales para las baterías de los coches eléctricos y las renovables, y el desarrollo de nuevos combustibles no contaminantes como el hidrógeno es uno de los objetivos del tratado de libre comercio que Bruselas y Australia negocian desde 2018. El plan de ambas partes era cerrarlo antes del verano, pero Camberra, finalmente, ha bloqueado el acuerdo. El Gobierno del laborista Anthony Albanese considera que las cuotas que impone la UE a sus productos agrícolas son, por ahora, inaceptables.

Desde la llegada al poder de Albanese en mayo de 2022, Australia se ha propuesto convertirse en una superpotencia energética renovable. El país se ha convertido en el mayor proveedor mundial de litio —el principal material de las baterías de los coches eléctricos— con más de 61.000 toneladas producidas el año pasado, por delante de Chile o China. También es uno de los principales exportadores de materias críticas y tierras raras, esenciales para las energías renovables, y ha hecho una apuesta tecnológica decidida por el hidrógeno verde, el combustible no contaminante que Europa considera clave para la descarbonización de la industria pesada y el transporte.

Tianqi Lithium Energy Australia es una empresa de capital conjunto australiano y chino situada en un enorme parque industrial en Kwinana, un suburbio desfavorecido a 40 kilómetros al sur de Perth, la capital de Australia Occidental. La compañía se convirtió en 2022 en la primera del país en producir hidróxido de litio, el material ya procesado con el que se fabrican las baterías de los coches eléctricos. Su presidente, Raj Surendran, explica que de las 300.000 toneladas al año de ese material que se producen en el mundo, la factoría que dirige, que cuenta con tecnología alemana y española, produce ya 24.000 toneladas que destina a clientes de todo el mundo excepto China, el tercer productor mundial en 2022.

“Con el auge de los vehículos eléctricos a nivel global esperamos que en 2030 se produzcan entre 3 y 4 millones de toneladas en todo el mundo”, relata Surendran para dar una idea del crecimiento que su compañía de 300 empleados espera tener en los próximos años. La mayor mina de litio del mundo, la de Greenbushes, está situada unos 200 kilómetros al sur de la factoría. “El proceso que seguimos aquí genera silicato de aluminio, sulfato de sodio y otros productos que se utilizan en la industria, la agricultura o como detergentes. Nada se tira”, explica Surendran. La visita a Tianqi se produce en el marco de un viaje organizado por el Gobierno australiano con varios medios europeos, entre ellos, EL PAÍS.

Con esa tarjeta de visita, Camberra se ha transformado en un objetivo comercial preferente para la UE. Como dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el pasado septiembre, Europa necesita reforzar sus vínculos con “países confiables” para evitar que su transición energética caiga en la dependencia de China tras la inestabilidad energética provocada por la guerra de Ucrania. Australia está dispuesta a aportar sus materias primas esenciales para esa transición y a que las empresas energéticas europeas —entre ellas Iberdrola y Acciona, que cuentan ya con proyectos sobre el terreno— le aporten parte de la inversión tecnológica necesaria para su explotación y transformación. Pero no quiere dejar de lado la otra gran pata que sujeta la economía del país: su agricultura y ganadería.

La semana pasada, Camberra mostró un gran despliegue para lograr el pacto. Por un lado, Albanese se reunió con el presidente francés, Emmanuel Macron, y con Von der Leyen, en el marco de la cumbre de la OTAN que se celebró en Vilnius (Lituania). Por otro, el jefe de Gobierno australiano mandó a su ministro de Comercio, Don Farrell, a Bruselas para continuar con las negociaciones. Pero ambas partes no lograron superar los obstáculos respecto a la entrada de productos agrícolas australianos —carne de ternera y cordero, azúcar, arroz y lácteos— y se citaron para reanudar las negociaciones en agosto.

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La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, junto al primer ministro australiano, Anthony Albanese, durante la cumbre de la OTAN en Vilnius (Lituania).
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, junto al primer ministro australiano, Anthony Albanese, durante la cumbre de la OTAN en Vilnius (Lituania). DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

“Como hemos dicho siempre, la agricultura australiana necesita un acceso significativo a los mercados europeos”, dijo Farrell. “Estoy convencido de que con buena voluntad, trabajo duro y perseverancia lo vamos a conseguir”, añadió. La agricultura y la ganadería superan el 3% del PIB australiano y sus productos constituyen el 12,5% de las exportaciones del país, solo por debajo de la minería y las materias primas (67,5%). De sus 26 millones de habitantes, 1,6 trabaja directa o indirectamente en el sector agrícola o en industrias relacionadas con él. Lo que los agricultores australianos reclaman, según la National Farmer Federation (NFF), la asociación agraria más importante del país, es que las cuotas de exportación a Europa sean similares a las de Canadá o Nueva Zelanda, que ya han firmado tratados de libre comercio con la UE.

“Hemos hecho progresos, pero necesitamos seguir trabajando para abordar cuestiones clave. Este tratado entre dos socios de ideas afines es importante y desbloqueará muchas oportunidades para nuestras empresas y agricultores”, aseguró por su parte la Comisión en un comunicado. “La UE ha hecho todo lo posible para lograr un acuerdo equilibrado que satisfaga nuestros intereses estratégicos mutuos”, añadía la nota. Fuentes europeas, sin embargo, no ocultaron su decepción por las resistencias de Camberra, a la que acusaron de pretender que Bruselas se alineara a sus reclamaciones de máximos sobre agricultura y ganadería.

Agricultura, cultura y política

Ante la nueva situación geopolítica desatada por la guerra en Ucrania, el potencial energético australiano y el beneficio estratégico y económico para ambas partes, resulta difícil concebir que la agricultura pueda convertirse en un obstáculo al acuerdo. Sobre todo, teniendo en cuenta la preferencia de los consumidores europeos por los productos frescos de proximidad. “A los ojos de cualquier europeo es un poco naif pensar que la carne o la mantequilla y el queso australiano vayan a poder competir con los de cualquiera de los países de la UE”, explica el catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad de Navarra Gonzalo Villalta, experto en las relaciones comerciales entre Europa y Australia.

“Esa obsesión por la agricultura tiene un componente cultural y político y, en realidad, las reticencias australianas se explican por ello”, continúa Villalta. “Australia se considera a sí misma un país de granjeros y el Partido Nacional, que tradicionalmente gobierna en coalición con los conservadores [el Partido Liberal], es la formación que representa sus intereses”, añade. Es decir, que, para el Gobierno laborista de Albanese, no tener en cuenta las demandas de los agricultores en sus negociaciones con la UE sería dar una carta política de mucho peso a la oposición interna en su país. El catedrático señala que, pese a ello, el hecho de que actualmente sean los socialdemócratas los que gobiernan en Camberra, ofrece al Ejecutivo un margen de negociación en este campo mucho mayor del que tendría la derecha por los mayores vínculos de esta con los agricultores.

Parque eólico de Infigen, situado cerca de Camberra, la capital de Australia, en una imagen de archivo.
Parque eólico de Infigen, situado cerca de Camberra, la capital de Australia, en una imagen de archivo.David Gray (Reuters)

La NFF, la principal organización agrícola australiana, plantea, además, otro punto de fricción: las denominaciones de origen. Las sucesivas oleadas migratorias de europeos hacia Australia en el último siglo han provocado que el gigante oceánico haya producido tradicionalmente quesos como el feta griego o el parmesano italiano y vinos como el prosecco. El temor de los agricultores australianos es que, con el acuerdo, debido a la protección que la UE otorga a esas denominaciones, se vean obligados a dejar de utilizarlas o a indicar que proceden de Australia, lo que potencialmente los colocaría en desventaja con los productos originales europeos.

Sea como sea, lo cierto es que Australia, como Europa, también necesita reducir su dependencia de China. Tanto en lo referido al litio, el resto de materias primas críticas y la minería en general, como en su sector agrícola y ganadero. Pekín es el principal destino de sus exportaciones (un 34,2%), seguido a mucha distancia de Japón y Corea del Sur. China también es el principal origen de sus importaciones (el 27,9%), seguida por la UE, con el 15,7%. Europa es además el tercer inversor en el país por delante de EE UU, según la Organización Mundial del Comercio (OMC). En los últimos años, Camberra ha visto cómo China ha impuesto restricciones a algunos de sus productos y ve en Europa un mercado seguro y fiable para sus productos y servicios con un potencial de 446 millones de consumidores de alto poder adquisitivo.

Reducir las emisiones

Donde Australia y la UE sí que están en línea es en materia medioambiental. Camberra se ha propuesto por ley —uno de los 38 países que lo ha hecho— reducir sus emisiones un 43% respecto a las que producía en 2005, para alcanzar el cero neto en 2050 con ayudas a la industria, la minería y la agricultura. Solo en 2021, el peso de las renovables en su sector eléctrico se incrementó hasta el 32,5%, según el ministro australiano de Cambio Climático, Chris Bowen, que asegura que en 2030 alcanzará el 82%. La directiva europea de renovables, revisada el pasado junio, ha incrementado el objetivo vinculante de energías limpias al 42,5% para ese mismo año.

No lograr el acuerdo constituiría un fracaso para ambas partes, que se han citado para reanudar las conversaciones en agosto. Villalta considera que, tarde o temprano, el pacto se cerrará. “Con la guerra de Ucrania se ha producido un cambio de época en las relaciones internacionales en las que los acuerdos comerciales de este tipo son estratégicos”, asegura el profesor. “Para Europa, como para el resto de Occidente, no es solo necesario que los gobiernos garanticen la libertad económica. Para que sean fiables, deben proteger también las libertades individuales y dar seguridad jurídica. Y en eso, Australia, es un socio natural”.

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