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Los soldados ucranios lanzan drones bomba en el frente de Zaporiyia: “Os veo. Quiero mataros”

La unidad Thor, que participa en una de las batallas más intensas de la contraofensiva, en el área de Mala Tokmachka, combate al invasor con sistemas de vigilancia y ataque desde la distancia

Ukraine war
Militares ucranios localizaban objetivos rusos en la línea del frente y los atacaban con morteros y drones bomba, el jueves en Mala Tokmachka (Zaporiyia).Luis De Vega Hernández
Luis de Vega (enviado especial)

Sasha pisa de manera peligrosa el acelerador del todoterreno verde camuflaje que conduce. Su rifle, apoyado en el asiento de atrás, da saltos y acompaña el movimiento del vehículo en las curvas. Se dirige junto a sus compañeros a un punto destacado del frente donde Ucrania desarrolla la contraofensiva desde el que localizar objetivos enemigos que, a continuación, bombardean con drones bomba o morteros. La carretera no está para circular a 150 kilómetros por hora, pero en el frente casi todo vale para esquivar posibles ataques. Alrededor aparecen algunas columnas de humo por los impactos de proyectiles y, pese a la velocidad y el ruido del motor, las detonaciones se escuchan con claridad. Se ven algunos blindados ocultos bajo los árboles y la vegetación del arcén.

Un continuo estruendo da la bienvenida a Mala Tokmachka, pequeña localidad de la región de Zaporiyia asomada a Novopokrovka, donde los rusos están perdiendo algo de terreno en las últimas horas, según las autoridades de Kiev. Es ahí donde están teniendo lugar algunos de los choques más intensos entre las artillerías de ambos bandos en medio de la actual campaña militar que Ucrania puso en marcha hace dos semanas.

El destino hacia el que se dirige el coche de Sasha, que en algún momento a punto está de ponerse sobre dos ruedas en los giros más cerrados, es una casa ruinosa que le sirve de base junto a sus compañeros. Esta unidad, denominada grupo Thor y que opera bajo el paraguas de la Policía Nacional, realiza labores de observación y vigilancia de los rusos por medio de drones de reconocimiento. Se trata de una forma cada vez más común de combatir, desde lejos y con la tecnología como arma. A lo largo del día ninguno de estos hombres pone el dedo en el gatillo de su arma. Tampoco se acercan a las trincheras enemigas, aunque las ven perfectamente en sus pantallas.

August, de 26 años, que antes de la invasión rusa era auditor financiero, se dispone a despegar uno de los drones de reconocimiento hacia posiciones enemigas en Novopokrovka.
August, de 26 años, que antes de la invasión rusa era auditor financiero, se dispone a despegar uno de los drones de reconocimiento hacia posiciones enemigas en Novopokrovka.Luis De Vega Hernández

Las coordenadas obtenidas con los drones sirven para programar ataques sobre esos puntos concretos. Sasha, que ya estuvo ocho meses desplegado en Jersón junto a este mismo equipo y participó en la toma de esa ciudad en noviembre, prefiere no ofrecer detalles estratégicos y tácticos de la contraofensiva, pero reconoce que está siendo dura y que están sufriendo importantes bajas.

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Junto a uno de los muros de la casa que hace de improvisado cuartel, August (ninguno de ellos da el apellido), de 26 años, levanta el vuelo de uno de esos aparatos teledirigidos. Muy poco después, ya se halla sobre zona ocupada. “Están a dos o tres kilómetros”, afirma uno de los jóvenes. August, que lleva en un hombro un pequeño peluche que perteneció a un amigo caído en la batalla de Mariupol, se afana en fijar la vista en la pantalla que tiene entre sus manos mientras con los dedos maneja los controles que mueven el aparato hacia el lugar deseado. “Os veo. Quiero mataros”, exclama sin perder la atención al observar a un grupo de enemigos andando por una carretera. “Un blanco perfecto”, añade. La operación de reconocimiento es seguida en directo a través de un teléfono por un superior que se encuentra en la zona de Orijiv, unos kilómetros más hacia la retaguardia en las posiciones ucranias, y que es el que finalmente decide qué hacer.

Como cientos de miles de ucranios, August no formaba parte de las Fuerzas Armadas antes de la gran invasión que puso en marcha el presidente ruso, Vladímir Putin, en febrero del año pasado. Este joven originario de la región de Kiev se ganaba la vida como auditor financiero. Hasta hace un mes, que fue adiestrado como operador de drones, trabajó como médico de combate en los frentes de Kiev, Izium, Lyman o Vuhledar, algo que ahora sigue haciendo, pero como segunda ocupación.

Mikola, con la bomba que va a adjuntar a un dron antes de mandarlo para que explote en posiciones rusas
Mikola, con la bomba que va a adjuntar a un dron antes de mandarlo para que explote en posiciones rusasLuis De Vega Hernández

La presencia a cielo abierto de los integrantes del grupo se limita a lo mínimo para no dar oportunidades a los rusos de averiguar su ubicación. “Cuidado, es muy probable que la artillería rusa nos tenga localizados y dispare”, advierte August tras varios vuelos de ida y vuelta con el dron. Además, la llegada de proyectiles desde el lado ruso obliga también a permanecer a cubierto. Los zambombazos, que a veces hacen temblar los muros de la vieja vivienda, son incesantes tanto de salida como de llegada. A veces el silbido que los anuncia lleva a todos a ponerse de inmediato a salvo escaleras abajo en la despensa que ahora hace las veces de refugio.

Las posiciones enemigas localizadas sirven para que el primero de los drones bomba se dirija hacia una línea de trincheras rusas. Mikola, uno de los integrantes de la unidad, fija con bridas la bomba, que no llega al kilo, al aparato, que lleva una cámara que permite realizar un seguimiento de su efímera misión. Así es como, una vez despegado, a través de la pantalla puede observarse en todo momento el vuelo. Cuando la zanja en la que se protegen los rusos se encuentra ya a muy poca distancia, la imagen se pierde. “Sin señal”, se lee en la pantalla. No pueden confirmar si el aparato impactó en su objetivo. El grupo de hombres no se detiene en medio del entramado de cables, antenas, teléfonos móviles y drones que les llegan por medio de donaciones.

“En el área de Orijiv, unidades separadas de la Guardia Nacional están llevando a cabo operaciones de asalto ofensivo” y “a pesar de la densidad significativa de barreras explosivas con minas y fuego de artillería intenso, han logrado algunos avances profundizando de 650 a 1.500 metros en dirección a Novopokrovka”, dijo el jueves el coronel Mikola Urshalovich en una intervención recogida por la agencia Ukrinform. “Nuestras tropas se enfrentan a una fuerte resistencia enemiga y a su superioridad en número de hombres y armas”, reconoció la viceministra de Defensa ucrania, Hanna Maliar. El ejército de Ucrania avanza de manera “gradual pero segura” e “inflige pérdidas significativas” a las tropas invasoras, añadió en su cuenta de la red social Telegram.

Al grupo Thor, sin embargo, le surge otro problema. En pocos minutos ya han montado un nuevo dron bomba, pero, a diferencia del anterior, en el momento del despegue no se inmuta. Todos lo observan como tratando de hacer que se alce con la fuerza de sus miradas. Nadie puede acercarse al aparato y manipularlo, pues estallaría el explosivo adosado. Lo que iba a ser un arma contra el enemigo se ha convertido en una amenaza para ellos mismos.

Varios de los integrantes de la unidad siguen el vuelo de un dron bomba cerca de trincheras enemigas.
Varios de los integrantes de la unidad siguen el vuelo de un dron bomba cerca de trincheras enemigas.Luis De Vega Hernández

A Mikola, de 32 años, se le ve ir y venir de un lado a otro tratando de dar con una solución. Haber perdido el pie izquierdo en julio del año pasado tras pisar una mina en Jersón no le impidió retornar en noviembre con sus compañeros. “Quería estar con ellos de nuevo cuanto antes”, señala. Durante más de una hora inventan de todo para tratar de manipular el dron estropeado desde la distancia mientras solicitan ayuda a través del teléfono a especialistas. Fabrican unas largas pinzas con dos barras de hierro y unos alicates. También lo intentan con una cuerda unida a un gancho de alambre. Finalmente, tras más de una hora, logran separar el cable que activa la bomba y recuperar el dron. Todos indemnes.

El área de Novopokrovka y Mala Tokmachka es el escenario en el que el ejército local perdió la semana pasada varios blindados y tanques facilitados por sus aliados occidentales para poder desarrollar la actual campaña militar. Las imágenes, publicadas por fuentes rusas, fueron confirmadas por analistas militares. Las extensas y tupidas defensas de cientos de kilómetros preparadas durante meses por el ejército invasor suponen un reto para el avance ucranio. La región de Zaporiyia es clave en la contraofensiva, pues acoge gran parte del pasillo terrestre que permite a Moscú conectar la península de Crimea, anexionada ilegalmente en 2014, con su territorio y facilitar así en gran medida la logística de la invasión. También en Zaporiyia se levanta la mayor central nuclear de Europa, ocupada por Rusia.

En su día a día los miembros de la unidad actúan no solo como una maquinaria de guerra bien engrasada. Los meses de contienda y las dificultades han forjado entre ellos, voluntarios que no pertenecían a las Fuerzas Armadas con anterioridad, una sólida amistad. Sasha, que tiene a su mujer y a sus dos hijos, nacidos en 2020 y 2022, en Alemania, cuenta que cuando consigan la victoria ya no se dedicará más a combatir de manera profesional. Pese a todo, trata de acudir cada día al gimnasio en la ciudad de Zaporiyia, donde varios de ellos tienen alquilada una casa. Cuenta que hay ocasiones en las que han de desplazarse con hasta 60 kilos encima. “Además de aguante físico, el deporte me da fortaleza mental, disciplina y hasta me quita el miedo”, explica.

En medio de ese clima de camaradería, el humor y la necesidad de descargar la tensión llegan a hacerse palpables en medio de la guerra y con las explosiones de fondo. Bromean y hasta cantan. En uno de esos momentos de cierta relajación, uno de ellos levanta la pernera izquierda del pantalón de Mikola, donde aparece la prótesis que le permite andar. Ahí, sobre el plástico, le han escrito en rotulador negro: “Descuento en pedicura”.

Varios miembros del grupo Thor se protegen bajo tierra en Mala Tokmachka, cerca de posiciones enemigas, en el frente de la región de Zaporiyia.
Varios miembros del grupo Thor se protegen bajo tierra en Mala Tokmachka, cerca de posiciones enemigas, en el frente de la región de Zaporiyia.Luis De Vega Hernández

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Sobre la firma

Luis de Vega (enviado especial)
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear año y medio por Madrid y sus alrededores. Antes trabajó durante 22 años en el diario Abc, de los que ocho fue corresponsal en el norte de África. Ha sido dos veces finalista del Premio Cirilo Rodríguez.

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