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El silencio de Ucrania sobre la contraofensiva deja en manos de Rusia el suministro de información clave

Medios y analistas de defensa dependen de fuentes militares rusas para saber lo que sucede en el frente de guerra después de que Kiev haya impuesto un apagón informativo

Un militar ucranio descansa sobre un tanque en el frente de la región de Donetsk. Foto: STRINGER (REUTERS)
Cristian Segura (enviado especial)

Silencio. Esta es la consigna que el Gobierno y las Fuerzas Armadas Ucranias siguen desde este junio, con los primeros compases de la contraofensiva. Dos vídeos que ha distribuido el Ministerio de Defensa son elocuentes: en el primero, de la semana pasada, soldados de varias unidades militares miran a cámara y piden, con un gesto de la mano, que la gente esté callada y que nadie aporte ningún dato sobre las acciones militares. El segundo vídeo, del domingo, muestra al general responsable de los servicios de inteligencia, Kirilo Budanov, mirando a cámara durante 30 segundos, sin decir una palabra y con un lema sobreimpreso: “Los planes aman el silencio”. Ante este apagón informativo —aunque en las últimas horas las autoridades ucranias sí han comunicado la liberación de varios pueblos, sobre todo en la región de Donetsk—, los medios de comunicación y los analistas de defensa dependen de las fuentes militares rusas.

La sociedad ucrania ha acatado la ley del silencio porque considera que el futuro de su país se juega en la contraofensiva. No solo las unidades militares y el Ministerio de Defensa han dejado de transmitir información. Medios de comunicación nacionales, académicos y analistas de defensa ucranios también han optado por evitar incluso valorar la evolución de las batallas. Hasta hace pocas semanas, miles de soldados ucranios en el frente ofrecían en las redes sociales vídeos y comentarios diarios sobre el escenario de guerra. Esto también ha sido frenado en seco.

Medios internacionales y centros de análisis de la guerra dependen en estos momentos de las fuentes de información rusas en el frente, sobre todo de las cuentas de Telegram de comandantes, de grupos de análisis prorrusos como Rybar, RusVesna o Grey Zone, de periodistas activistas en primera línea rusa como Sasha Kots o Semion Pegov, o de personajes como Ígor Girkin (condenado en ausencia en Países Bajos por el derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines) o el líder del grupo de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin. Tanto la sociedad ucrania como la internacional tienen detalles de los avances de Kiev en el frente de Donetsk y de Zaporiyia gracias a ellos.

El enemigo se ha beneficiado de esto, según admite Mijaílo Samus, director del centro de estudios de defensa New Geopolitics: “En la guerra moderna es un elemento clave dominar la información, y los rusos están siendo muy eficientes. Por ellos sabemos que han sido destruidos tanques Leopard. Nosotros no hemos dicho nada”. Samus advierte de que la propaganda rusa sirve esencialmente mentiras, por ejemplo, dando un número supuestamente exagerado de Leopard eliminados, y la clave para que el mensaje cuaje es que haya algo de verdad. El acceso de los medios de comunicación al frente, para informar de estas cuestiones y replicar a la propaganda, ha estado severamente limitado desde el principio de la guerra (sobre todo en el lado ruso). Desde este año, el Estado Mayor ucranio ha introducido incluso más dificultades.

“Patriotas” leen al enemigo

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Lo cierto es que gracias a la información rusa el mundo sabe que los blindados aportados a Ucrania por sus socios en la OTAN ya están en primera línea de combate. John Helin, analista de la guerra en el grupo finlandés Black Bird, confirma la predominancia rusa en la información del conflicto: “Los analistas de defensa están dependiendo mucho de esto porque informan de la evolución de los combates, a diferencia de las fuentes ucranias. Creo que es negativo para los intereses de Ucrania, y el hecho de que se mantenga en silencio da una ventaja a Rusia en el mundo de la información”. Helin añade que incluso cuentas de comunicación ucranias están utilizando por primera vez fuentes de información rusas. “Es una regla sencilla, cuando optas por el silencio, la audiencia empieza a escuchar a tu enemigo. Ya tenemos este problema, incluso patriotas ucranios están empezando a hacer caso a los medios basura rusos”, explica Víktor Tregubov, capitán del Ejército ucranio experto en comunicaciones.

Gracias a estas fuentes rusas, el público ucranio e internacional sabe también de los avances de las tropas de Kiev en Zaporiyia, y de las brigadas involucradas en los combates. Observadores rusos han anunciado antes que las Fuerzas Armadas Ucranias la liberación de aldeas en las zonas limítrofes de Zaporiyia y Donetsk. La reconquista de municipios en esta área es reconocida por blogueros y militares rusos antes que por el bando ucranio. Girkin anunció el sábado que Neskuchne ya era ucrania, y la versión oficial llegó un día más tarde. Con otros municipios, como Blahodatne o Makarivka (en Donetsk), ha sucedido lo mismo. Rus Vesna informaba este lunes de que una contraofensiva rusa había sido lanzada contra Makarivka, precisando incluso las unidades implicadas.

Olha Husieva, académica del Instituto para Política de Seguridad de Kiel (Alemania), ha constatado que tanto ella como sus compañeros dependen de las fuentes rusas: “El bando ucranio ha asumido pagar este precio, ceder el control del relato a Rusia, a cambio de tener beneficios tácticos en el campo de batalla”. Husieva ve un cambio de estrategia informativa evidente por parte de Kiev, porque hasta ahora siempre había intentado dirigir la atención mediática para utilizarla a su favor; por ejemplo, en 2022, cuando enviaba mensajes de que se estaba preparando un gran ataque en Jersón mientras preparaba en secreto la liberación de Járkov. “Ahora lo que hay es un apagón informativo”, dice Husieva, porque hay muchos planes en marcha, para tantear las defensas rusas, y la presencia de observadores externos puede ser una ventaja para el enemigo. Según la experta, el Estado Mayor ucranio ha aprendido de la experiencia en la batalla de Bajmut, cuando la prensa tenía un mayor acceso directo a las posiciones ucranias e informaba al instante de avances y retrocesos. “Han aprendido que si no tienen una posición asegurada, es mejor no contar con los medios”.

Helin, por su parte, considera inevitable que la audiencia internacional quiera saber lo que sucede, en parte también por los miles de millones de euros donados a Ucrania en ayuda militar, y defiende las fuentes militares rusas no oficiales como legítimas, y señala que “en muchos casos son voces opuestas” a las de su Ministerio de Defensa: “Las fuentes rusas son absolutamente válidas, aunque deben ser analizadas críticamente por los medios. La información sobre el movimiento de tropas y qué unidades combaten son cruciales para elaborar un mosaico más grande. Y aunque son propaganda con frecuencia, también informan de las preocupaciones de las tropas rusas y de los errores cometidos”. Helin, por ejemplo, pudo identificar gracias a imágenes rusas que tres de los seis Leopard con equipos antiminas suministrados por Finlandia a Ucrania fueron destruidos en una misma batalla en Zaporiyia.

Este experto finlandés corrobora que la campaña de silencio en Ucrania “ha sido claramente un éxito, sobre todo entre la población civil, que no aporta ningún testimonio de lo que está sucediendo”. Esto es especialmente evidente en los bombardeos contra ciudades, en los que está terminantemente prohibido tomar imágenes de explosiones o de cualquier objeto aéreo. En las redes sociales es habitual que usuarios ucranios denuncien a los servicios de inteligencia a aquellos que comparten imágenes, aunque no supongan ningún riesgo de identificación de objetivos o de armamento.

Habitual en cualquier ejército

Samus defiende sin fisuras la estrategia de las autoridades ucranias porque lo que está en juego son vidas de soldados y la propia existencia de Ucrania: “Cualquier ejército del mundo deja de informar cuando hay operaciones militares en marcha, sobre todo si son ofensivas. Cualquier información puede servir para localizar a tus unidades; por eso, si se informa se hace sobre sucesos que son de hace dos o tres días”. El director de New Geopolitics asegura que en la contraofensiva de noviembre que liberó la parte occidental de la provincia de Jersón se siguió la misma política informativa.

El Alto Mando Ucranio para el Frente Sur, donde se engloba Jersón, se ha significado como el más restrictivo para el trabajo de los periodistas. La semana pasada provocaron numerosas quejas por parte de los medios las enormes limitaciones que impuso el ejército en el sur para cubrir las inundaciones en el río Dniéper provocadas por la destrucción de la presa de Nova Kajovka. Ucrania ha denunciado que la presa fue saboteada por el ejército invasor, posición que han apoyado sus aliados europeos. Pese a ello, el ministro de Exteriores, Dmitro Kuleba, aseguró el día 6 en sus redes sociales que estaba “furioso” porque los medios internacionales incluían en sus artículos la versión rusa de los hechos —esta sería que la infraestructura había sido saboteada por los ucranios, o bien que se había derrumbado tras meses bajo fuego de artillería—. Kuleba estaba indignado porque la prensa “ponía los hechos y la propaganda al mismo nivel”.

Las palabras de Kuleba contrastan con el hecho de que el ministro sabe de las dificultades que tiene la prensa para obtener información de primera mano. Un vecino de Berislav, un pueblo a cinco kilómetros de la presa, a orillas del Dniéper, contactó el día 6 con el enviado especial de EL PAÍS invitándolo a visitar el municipio para ofrecer pruebas sobre la autoría rusa de la catástrofe. La entrevista no pudo producirse porque el ejército impidió al periodista acercarse a menos de 30 kilómetros de Berislav, alegando motivos de seguridad en el río.

Samus, Helin y otras fuentes gubernamentales ucranias coinciden en una convicción: que a medida que las tropas ucranias avancen y afiancen la contraofensiva, se levantarán parte de las restricciones. “Creo que más de dos semanas no pueden mantener esta estrategia”, indica Husieva, “de lo contrario, perderán el control del relato de la guerra”.

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Sobre la firma

Cristian Segura (enviado especial)
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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