Un paso más cerca de la paridad en el kitesurf
Por primera vez el campeonato mundial GKA Freestyle, tanto la categoría femenina como la masculina recibirán el mismo premio. “Ya tocaba”, celebran las finalistas
Antes de meterse al agua a competir, Mikaili Sol (18 años, Preá, Brasil) parece que se aísla del mundo. Se engancha los auriculares inalámbricos, repite la misma tabla de calentamiento y se acomoda el arnés en silencio, con los ojos y la mente clavados en el mar. La constancia y la pasión le vienen desde que era una niña y le argumentó a sus padres que si su hermano podía hacer kitesurf a los seis, ella también. La dejaron a los ocho y desde entonces ya lleva cuatro mundiales ganados. El último, el GKA Freestyle, celebrado esta semana en el caribe colombiano por primera vez. Esta también será la primera vez en la que Sol y Manoel Soares, campeón mundial en la categoría masculina, reciban el mismo premio: 25.000 euros. “Nos esforzamos y nos gastamos lo mismo en llegar hasta aquí. Es justo que no recibamos menos por ser mujeres”, dice la brasileña.
–Estefania Rosa, me gusta lo que veo. Vamos, grande, grande...grande Brasiiiiil, gritaba el viernes al micrófono Jo Ciastula, comentarista del torneo.
La kitesurfista brasileña, agarrada a una cometa naranja, levanta el puño y echa para atrás la cabeza con una mezcla entre satisfacción y alivio. Sabe que bordó la 313 (una compleja maniobra de kitesurf) y que pasará a semifinales. En ese momento, dice que piensa en que está un paso más cerca. Y en todo lo que le costó llegar hasta aquí.
Estefania Rosa es muchas cosas. Madre adoptiva de dos niñas, instructora de kitesurf, campeona del mundo en 2018 y cuarta en 2022, pero, sobre todo, es su propia patrocinadora. Es la única participante que no tiene un sponsor, aunque lleva más de 15 años compitiendo y fue campeona del mundo en 2018. “A nosotras nos buscan para las fotos en bikini. A ellos los quieren para darles patrocinios. Y, si nos llegan, es cuando ya somos ganadoras, no para apoyarnos a subir”, critica desde un rincón de la playa y sin apartar los ojos de los chicos que se preparan para la siguiente ronda.
A nosotras nos buscan para las fotos en bikini. A ellos los quieren para darles patrociniosEstefania Rosa, cuarta mejor del mundo en 2022
Hace 15 años, un turista se acercó a ella en la playa de Cumbuco, a 25 kilómetros de Fortaleza, Brasil, y le prestó el equipo para que se subiera y probara. Ahora es ella quien hace lo mismo con pequeñas desde los cuatro años por todo el mundo, a través de su proyecto Rosa de los vientos. “Es necesario que haya referentes para que otras lo intenten. El problema no es que no podamos, es que nos sentimos excluidas. Y es agotador tener que estar demostrando todo el rato que podemos formar parte de esto. Y me pasa a mí incluso hoy en día”.
Para la española Rita Arnaus, bronce en la competición colombiana, la razón por la que las mujeres “no se atreven” tanto es herencia del patriarcado. “Se nos ha relegado siempre a los cuidados, a la casa... Pero ya estamos demostrando que valemos lo mismo y también merecemos lo mismo que ellos”. Ella se crió en el agua, viendo a sus padres –ambos campeones de España de windsurf– competir. “Yo era muy tímida y este deporte me ayudó a superarme. Y me da pena que aún se siga usando la excusa de que no atraemos tanto público cuando cada vez somos más”.
Desde la orilla, una niña baila con los pies en la arena mojada la música de Carlos Vives que suena en los altavoces repartidos por la playa. Da vueltas y ríe. Solo se detiene cuando alguna de las mujeres pega un salto. “¿Lo viste, mami?”, se gira. “El mundo del kitesurf es de los más paritarios. Cada vez hay más mujeres amateur en el agua y más mujeres como audiencia. Eso es algo que las marcas tienen que notar”, cuenta Alberto Masedo, organizador del evento. “Lo que hace falta es que sean más compitiendo”.
Tom Hartmann, manager del tour mundial de GKA, explica que el modelo de galardones que se usaba antes era en función de la proporción de jugadores. “Solían llevarse dos tercios del monto total, porque ese solía ser el porcentaje de ambos sexos”, dice, “pero, al menos por un tiempo, no tendremos un número equilibrado y no es justo que la ganadora, que pone el mismo empeño y esfuerzo económico, gane menos”. En el cartel de este año participaron 28 hombres y ocho mujeres.
Este sábado, en la paradisiaca playa de Salinas del rey, a 45 kilómetros de Barranquilla y 80 de Cartagena de indias, se sentían los nervios a flor de piel. Las reglas eran simples: siete intentos de maniobras de estilo libre y solo las cuatro mejores puntuaciones para la media final. Desde la arena, Manoel Soares (campeón mundial en esta convocatoria) no despegaba los ojos de Rosa, que se acercaba después de cada truco a que le recordara en qué puesto iba. “Inténtalo de nuevo. Te va a salir mejor, dale”, le decía el brasileño. Entre ellas, el compañerismo se suma a la sororidad. “Todas sabemos lo difícil que es para nosotras estar donde estamos”, cuenta Rosa, “las respeto y admiro mucho por ello”.
Después del veredicto, Sol sale del agua con una sonrisa permanente en la cara. La reciben un puñado de periodistas, su entrenador y sus amigas. Responde a cámara mientras se va desabrochando las botas. De pronto, Arnaus se le tira encima y le da la enhorabuena. “Pruébatelas”, la invita señalando las botas ancladas a la tabla. “Se equivocaron con la talla y me trajeron una 41. ¡Y calzo un 37!”, dice entre risas. Arnaus ríe y le susurra: “Y aún así lo conseguiste, campeona”.
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