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Marcelo Mellado: “¿Poetas recitándole a Boric? Ahí fregamos”

El escritor chileno analiza la guerra cultural que se vive en su país a horas de la segunda vuelta electoral entre el izquierdista Boric y el derechista Kast

Marcelo Mellado
El escritor chileno Marcelo Mellado, retratado en su casa de Placilla de Peñuelas, en Valparaíso, este jueves.Cristian Soto Quiroz
Rocío Montes

El escritor Marcelo Mellado (Concepción, 1955) conversa desde su propia subjetividad, con garabatos, risas, ironías, representaciones de personajes y, en el fondo, desde una libertad y originalidad nada común entre sus colegas: “Nos encontramos en un momento tan solemne, de certezas, de verdades”, critica con humor en esta conversación por Zoom con EL PAÍS. De partida, Mellado vive en Placilla de Peñuelas, “el patio trasero del puerto de Valparaíso, donde hay moteles parejeros, camioneros —que son la peor peste— y una población con espíritu rural”, describe el autor de títulos como Informe Tapia o El niño alcalde. Desde ese lugar donde planta árboles nativos, recicla, hace vida comunitaria y fabrica unos hermosos bastones de madera —”de vez en cuando, escribo”, dice bromeando—, habla de las horas previas a la segunda vuelta de la elección presidencial, donde se enfrentarán el izquierdista Gabriel Boric y el derechista José Antonio Kast.

Pregunta. Usted es de izquierda…

Respuesta. Soy de izquierda, lo que no significa nada. La izquierda logró algo que antes no había logrado: institucionalizarse de manera potente. Antes ser de izquierda era un poquito subversivo, pero ahora no. Pero tengo una perspectiva comunitaria, no soy de institucionalidades y trabajo desde mi localidad. Tengo una distancia muy grande con lo que yo llamaría izquierda pelotuda o santiaguina o metropolitana, la que se practica desde los municipios de Providencia, Ñuñoa o Parque Bustamante. Creen que ser escritor o pertenecer al mundo de la cultura implica tener cierta conducta, repetir ciertos temas más o menos obvios de habitabilidad y de modo. Por ejemplo, cuando tengo un Zoom, no tengo bibliotecas atrás. Ellos son impostores que utilizan la política.

P. ¿Cómo ve el ambiente en Chile?

R. A nivel de percepción subjetiva del ambiente, en el área en que uno se mueve, hay angustia. Hay un conflicto angustioso, una sensación de derrota. Al menos de derrota táctica y, tal vez, de derrota estratégica. No hay un buen ambiente, porque se retrocedió mucho. Aparentemente se había avanzado a nivel de demanda, pero algo pasó. Y ese algo pasó es algo que tenemos que trabajar y ver. Claro, están todas las crisis de arrogancias de los discursos de la izquierda, aunque es difícil no ser arrogante cuando están en la lucha.

P. ¿En qué sentido?

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R. Los soldados quieren demostrarse gorilas, combatientes. Tienen que demostrar poder, porque la humildad no funciona en la guerra o en la política. Pero, en apariencia, había un triunfo ideológico de ciertas posiciones de la izquierda, a nivel cultural, y de pronto ocurre esto. Insisto: algo pasó.

P. Algo que permite explicar, quizá, el surgimiento inesperado de Kast…

R. Probablemente, tiene que ver con una mala administración de esos triunfos tácticos desde la época del ‘Violador en tu camino’ de Lastesis, la instalación del tema feminista y diversidad. Cuando hace dos años se triunfa con los valores progre, pero no se sabe administrar. La izquierda pecó de mucho gorilismo e infantilismo. Un maximalismo de ciertos sectores. Y de repente, en la lucha cultural, la derecha toxifica el ambiente, porque se pone muy tóxico. Lo toxifica sabemos cómo.

P. ¿Cómo?

R. Aquí funciona la teoría conspirativa, que es evidente y se nota. Y esa toxificación deja en evidencia que la izquierda no es tan poderosa, que tiene mucha arrogancia. Y que la izquierda depende de la derecha. En definitiva, hay una blandura en que no se supo administrar un discurso disruptor. Y empezó a emerger el momento restauratorio. Y todos los procesos revolucionarios parece que tienen este momento restaurador, y lo digo desde un punto de vista literario. Hoy en Chile se han instalado ciertas cosas que han asumido todos, no cabe duda, a pesar de que los femicidios siguen. Pero hay una restauración machista, conservadora, de valores patrios. ¿Y quién hace esa restauración? El fascismo. La restauración del valor originario del terruño. Y eso lo tomó el fascismo. Y el pendejismo anarco-fascista, anarco-hueón, anarco-pelotudo chilensis se lo dio en bandeja al fascismo.

P. ¿Podría dar un ejemplo?

R. Tengo un amigo que me decía: “Tengo que ir a recitar por Boric a la plaza Aníbal Pinto” de Valparaíso. Y le dije yo: “Oye, los poetas tienen la culpa. Eso sí que es ordinario”. Poetas recitándole a Boric ¿A quién le interesa? Ni a los poetas les interesa. Ahí fregamos. Y todos los huevones recitándose a sí mismos. Tú sabes que ahí hay una arrogancia y un narcisismo psicótico que no va a ninguna parte.

P. Aparte de Boric y Kast, están los votantes de Franco Parisi. ¿Cómo es el votante de Parisi?

R. Son puros guatones [gente con problemas de gordura] parrilleros que se juntan a pelar [hablar mal] a las mujeres que los abandonaron. Es una sensación. Guatones piscoleros [que les gusta la piscola, el trago de pisco con Coca-cola]. Pero sí, hay una sensación restauratoria.

P. ¿Y los gorilones están en todas partes?

R. En la izquierda también hay gorilones, que son los ultra o los que trabajan con consignas y no hacen política, sino que trabajan con valores puros. No están para pensar. Están para echarle para adelante. “Compañero, aquí, estamos en la lucha”. Una actitud que tiene que ver con cosas muy gruesas y eso dominó mucho en algún momento. Sobre todo, el anticoncertacionismo, que creo que tiene valor.

P. ¿Usted también es anti Concertación de centroizquierda?

R. Yo también soy anti Concertación, que es muy culpable, porque generó este mundo del consumo. La Concertación se instaló con todo en el proyecto neoliberal y lo desarrolló y perfeccionó. Y ahora Ricardo Lagos le echa la culpa a los ultra. Pero es ultra también el moderado que defiende mantener la línea.

Mellado posa para una fotografía en su casa de Placilla de Peñuelas, este jueves.
Mellado posa para una fotografía en su casa de Placilla de Peñuelas, este jueves.Cristian Soto Quiroz

P. ¿Qué opina de Boric?

R. Estamos en un momento en que Boric o es un héroe o el demonio. Porque en un momento concreto, el 15 de noviembre de 2019, con el acuerdo por la nueva Constitución impidió que se fuera todo por la borda, que hubiera una derrota estratégica de la derecha y del Gobierno, del modelo, en la calle. Aunque eso sí que habría sido revolucionario. Entonces, si pierde, quizás se apele a esto: ¿cómo fue que impediste que cayeran? Lo lógico habría sido tal vez dejarlos caer. O tal vez Boric es un genio que dijo: “No, hagamos política”. Pero el cerderío no lo ha dejado hacer política. Los cara de hombre, como llamo a los que hacen política con cierto gorilismo y oportunismo estratégico. No hacen política, sino religión, como el imbécil del alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp. Unos tipos que van por lo personal. Como en el mundo de la convención, que era muy importante…

P. ¿Qué pasa en la convención constitucional?

R. Es que las revoluciones son charchas, todo es muy ordinario. Todo es así, como el Pelao Vade [el convencional que engañó a los electores con un falso cáncer] o la otra loca. Todo es un poquito ordinario. Y la derecha es sobre todo ordinaria. La derecha es fundamentalmente ordinaria. En la izquierda tenemos un poquito mejor diseño, porque tenemos otra lógica.

P. Y volviendo a los poetas. ¿Qué tiene contra los poetas?

R. Uno de los grandes culpables de la desaceleración de los cambios en Chile han sido los poetas y el aparato cultural. A Boric lo rodean muchos poetas, creo. Esos tipos son perniciosos porque andan buscando agregadurías culturales, cargos. Los poetas son muy arrastrados y buscadores del poder, aunque no lo parezcan. Del poder rasca [ordinario], obviamente.

P. En definitiva, la izquierda no supo administrar bien el momento en que parecía que tenía la sartén por el mango…

R. Hay un problema de administración de política y de trabajo local. Se trabajó mucho en relación al mundo metropolitano de Santiago y a la zona central. Muy urbano todo.

P. ¿Qué está pasando en su región, en Valparaíso, a días de la elección?

R. Está un poquito hediondo [mal olor]. Igual tenemos una masa crítica potente que está por los cambios, pero disparados en distintas direcciones. Ves mucha irresponsabilidad en sectores que, más que hacer política, hacen otra cosa: narcisismo o no sé lo que hacen. Mucha gente que llega a los municipios solo para ocupar lugares, lo que ocurrió también en Valparaíso. La izquierda fue en algún momento demasiado permeada al narcisismo capitalístico [de Santiago]. No pusimos todas las cartas en la nueva Constitución y se puede ir todo a la mierda.

P. ¿Por qué?

R. Porque implica cambiar los hábitos, los modos, la cultura y eso no está. Cuando la izquierda llegó a los municipios, no se actuó de manera distinta, sino que tomamos el lugar y lo intoxicamos. Se actuó igual que los anteriores, no más. Como cuando ves los debates presidenciales. De repente, Gabriel Boric baila al ritmo del carapálida [Kast]. El carapálida le habla desde la moral conservadora. Y ahí es donde falta humor: ¿cómo no parar a un tipo que te intenta mandar desde la moralidad fascista, del que dice la verdad? Porque Kast más que político parece sacerdote conservador que dirige la restauración. ¿Cómo no parar eso desde un simple guiño irónico?

P. Como cuando Boric en el debate del lunes saca su test de drogas, que Kast le había pedido…

R. Claro. Nada que ver, o sea, ¿por qué voy a hacer lo que tú me pides? No hay que contestarles preguntas. Es como cuando la mujer le responde al marido celoso la pregunta psicótica. ¿Dónde fuiste? Si le respondes la primera pregunta, cagaste [erraste para siempre]. Vas a tener que responder todo las demás. No hay que responder. ¿Cómo será el ambiente que el tipo [Boric] ni siquiera puede decir que fuma o fumó mariguana? Es absurdo. Es como decir: “Nunca he tomado cerveza, siempre he tenido una conducta recta”. Y yo siempre he sabido que le gusta la piscola, si lo conozco. Un tipo parrillero, magallánico, de los corderitos. El propio sistema político te obliga a comportarte de una manera insólita.

P. ¿Está en un momento delicado Chile?

R. En Chile se puede ir todo a la mierda. Si triunfa Kast, podría morir todo. Pero lo digo desde el lugar equivocado, porque no pertenezco a élites. Lo hablo desde mi casa, donde vivo solo. Pero temo un triunfo estratégico de la derecha, de la toxicidad, del fascismo. Esta es una lucha brutal, la lucha cultural, que nunca habíamos tenido en forma tan potente, desde los años setenta. Un mundo y otro. Ojalá no perdamos, pero lo que viene, es el desastre. Y el tema es administrar bien el desastre, el horror.

P. ¿El desastre está asegurado, independientemente del resultado de la elección?

R. Exactamente, porque si gana Boric, la extorsión de la derecha va a ser brutal.

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Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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